De los once empleados del laboratorio del Malbrán, siete están precarizados

Trabajan a destajo para determinar los casos de coronavirus en un ámbito que clama por inversión en equipamiento y mejores salarios.

Trabajan a destajo para determinar los casos de coronavirus en un ámbito que clama por inversión en equipamiento y mejores salarios.

El Instituto Malbrán es hoy la trinchera contra la pandemia del coronavirus. De las 11 personas que trabajan en el laboratorio de virus respiratorios, apenas cuatro son parte de la planta permanente, mientras que las otras siete llevan dos décadas con contratos precarizados. Salarios por debajo de la línea de pobreza, cero inversión en equipamiento y obras, recortes presupuestarios del 50 por ciento en los últimos años, y la expulsión contínua de científicos son parte de lo que denominan “la tragedia del Malbrán”, acelerada en los últimos cuatro años. Así y todo, llevan días trabajando jornadas de doce horas, de lunes a lunes, para garantizar los 180 resultados diarios que se están realizando. El Malbrán siendo el único instituto del país que es centro de referencia internacional de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Quiénes son y cómo trabajan hoy los responsables de determinar los casos de coronavirus en la Argentina.

Fabián Martín ingresó como técnico químico al instituto en 1992, cuando la epidemia de cólera azotó a la provincia de Salta, y en 1995, ya recibido, comenzó a trabajar como licenciado en Farmacia. Además, es secretario adjunto de ATE Malbrán, lo que le da voz para contar cuál es la realidad que científicos, técnicos y administrativos atraviesan desde hace décadas en ese organismo, único del Ministerio de Salud de la Nación que hace ciencia básica aplicada a la salud y que es parte del Gabinete Científico y Tecnológico del Ministerio de Ciencia y Técnica de la Nación.

Martín habla lisa y llanamente de “la tragedia del Malbrán”, un proceso que lleva décadas, pero que se asegura que se profundizó de manera violenta en los últimos cuatro años, cuando lo que quedó fue “tierra arrasada”.

Y a esa tragedia le pone números: los salarios sufrieron pérdidas del poder adquisitivo del 65 por ciento, el presupuesto se recortó en un 50 por ciento, se perdió un 10 por ciento de recursos humanos que fueron “expulsados”, en 2018 y 2019 el ítem presupuestario para compra de equipos y obras de mantenimiento fue de cero peso, y se recortó el ingreso de insumos por las variaciones de precios y la falta de entrega por parte de los proveedores.

“A todo eso hay que sumarle que en los últimos dos años, sin Ministerio de Salud, el instituto estuvo a cargo de una abogada, Carlina Stanley, que con todo respeto de los abogados, no son justamente los profesionales que en este momento de pandemia están siendo consultados”, señaló el farmacéutico.

En plena pandemia, el laboratorio de virus respiratorios, uno de los ocho que tiene el instituto, trabaja con 11 profesionales, de los que apenas cuatro son parte de la planta permanente del organismo y los siete restantes llevan prestando servicios durante 20 años con contratos precarizados que se vencen anualmente.

Si bien esos salarios están equiparados a los del personal de planta, todos están por debajo de la línea de pobreza. El farmacéutico y dirigente gremial detalló que el sueldo de un técnico que se inicia está en 24 mil pesos, “más cerca de la línea de indigencia que de pobreza”, acotó; en tanto, el de un profesional sin antigüedad no alcanza los 40 mil pesos, es decir que también está dentro del rango de la población en situación de pobreza.

En ese marco, vienen reclamando a la Nación el pago de un adicional, que ya fue otorgado al personal del Conicet, que les permitirá actualizar los salarios y lograr que técnicos y científicos cobren haberes que les permitan por lo menos acceder a la canasta básica.

Sin embargo, los magros ingresos no son el único problema, la pérdida constante y por goteo de profesionales es frecuente, y “una falta de recursos inconmensurable”, señaló. Más de un centenar de cargos ya se perdieron y no fueron reemplzados.

Para graficarlo, puso el ejemplo de una profesional del laboratorio de virus respiratorios que en ingresó al Malbrán en 2009, durante la pandemia de gripe A, se formó durante una década, formó a otros profesionales y en diciembre de 2019 abandonó su trabajo para realizar guardias en laboratorios, una tarea que le permitía acceder a un mejor ingreso.

“Hoy un recurso humano calificado, está contando glóbulos blancos, glóbulos rojos y plaquetas, algo que cualquier bioquímico recién recibido puede hacer y está bien —señaló—. Pero el problema es que expulsamos especialistas que se formaron aquí y en la universidad pública, y no se van al exterior, se van a hacer guardias para llegar a fin de mes”. Esto desnuda otro problema: no se puede sumar recurso humano en medio de la pandemia porque se requiere personal calificado y específico. Eso hace que hoy los 11 integrantes del laboratorio ya no trabajen cinco días a la semana en jornadas de seis horas, sino que las dupliquen a 12 e incluso lo extiendan durante los fines de semana.

“El laboratorio duplicó su capacidad a 180 análisis por día, con más equipos y reactivos que se compraron; estamos trabajando a destajo, y está claro que lo único que la sostiene es esfuerzo solidario del recurso humano”, agregó.

Referencia mundial

El Instituto Malbrán no es cualquier organismo del país. Es referencia nacional, pero también internacional. Actualmente tiene mil trabajadores distribuidos en diez institutos en todo el país, y en el predio central, su edificio histórico en la Ciudad de Buenos Aires, tiene 500 personas trabajando en 80 laboratorios, incluyendo personal administrativo, profesionales y personal de apoyo e informática.

Ser centro nacional de referencia significa, en el caso de los virus respiratorios, que para los análisis de gripe, influenza y adenovirus que se hacen en las provincias en efectores públicos y privados, el Malbrán realiza las capacitaciones del personal, controla las normas y protocolos, además de reevaluar los casos dudosos y hacer los análisis genómicos sobre los positivos para detectar variaciones en el virus circulante.

Ese punto es además referencia mundial de la OMS, ya que determina durante cada temporada cuáles fueron las principales cepas del virus circulante en el país, resultados que se informan a la OMS y a partir de los cuales se formulan las vacunas que se aplicarán en los países del hemisferio norte. Una práctica que, con los laboratorios del norte, luego se replica para los países del sur.

Mujeres y sororidad

De los 11 profesionales del laboratorio de virus respiratorios del Instituto Malbrán, nueve de ellos son mujeres que hace días vienen sobrellevando jornadas laborales de 12 horas. “Ellas lo hacen porque saben de la importancia de su trabajo, pero también tienen sus hijos y ahí aparece algo que hay que destacar en este momento, que es la sororidad”, dijo el delegado de ATE, Fabián Martín. “Ellas entendieron que están trabajando por la salud de todos y necesitan que alguien cuide a sus hijos”, concluyó

Fuente: La Capital