Derechos “por derrame”

Entre varios de los observadores del escenario político se plantea una diferencia para calificar la actitud que asume en estos momentos la coalición gobernante encabezada por el PRO y su persistente determinación para negar lo que es evidente

Por Washington Uranga
Entre varios de los observadores del escenario político se plantea una diferencia para calificar la actitud que asume en estos momentos la coalición gobernante encabezada por el PRO y su persistente determinación para negar lo que es evidente, incluso aquello que ponen de manifiesto las fuentes más confiables para el oficialismo. Si el Observatorio de la Deuda Social de la UCA, cuestionado metodológicamente desde varios lugares de la oposición pero siempre ponderado por quienes hoy gobiernan, afirma que hay un millón y medio de nuevos pobres, resulta casi patético que los funcionarios, encabezados por el Presidente, sostengan que estamos cada vez mejor. Si el propio Indec ofrece datos de inflación por encima de las estimaciones de los funcionarios políticos y asegura que en enero pasado la industria solo utilizó el 60,6% de su capacidad instalada, es difícil asegurar que el país sigue floreciendo. Es verdad que el propio Mauricio Macri encuentra la manera y los espacios para reeditar la fórmula menemista del “estamos mal pero vamos bien” con la finalidad de reafirmar la idea del camino correcto y no modificar ni un ápice el rumbo económico.

Para ello el Gobierno tiene que hacer oídos sordos tanto a los reclamos de los maestros como a la multitud de trabajadoras y trabajadores congregada la semana anterior hasta desbordar a sus propios dirigentes. Cinismo, dicen algunos. Ideología, dicen otros.

Un poco de cada cosa para alimentar la fórmula que pretende poner en práctica el macrismo y sus aliados. Salvo que alguien quiera pensar que “el mejor equipo de los últimos cincuenta años” es sencillamente incapaz en todos los sentidos (algo que no cree quien escribe estas líneas) es imposible desconocer que en todas y cada una de las afirmaciones que hacen los funcionarios –desde el Presidente hasta cada uno de sus ministros– hay una cuota grande de cinismo. No se puede negar lo evidente. O, siguiendo la consigna del PRO y sus aliados, “sí se puede”… afirmar que estamos mejor mientras aumentan los pobres y decir que no aumentó el desempleo cuando casi 250 mil personas fueron despedidas o suspendidas de sus trabajos desde que Cambiemos asumió el gobierno. Y esto para citar solo algunos datos que están al alcance de la mano. Se necesita una cuota de cinismo para seguir afirmando, contra toda evidencia, que el país está mejor y que recuperamos la economía mientras nos seguimos endeudando a nivel récord en la historia del país. Salvo que el Presidente y los suyos solo miren a sus más cercanos, es decir, a los grandes empresarios agroindustriales o a los grupos financieros, que no cesan en sus agradecimientos a una política de transferencia de ingresos que los beneficia en desmedro de los asalariados y las personas de bajos recursos.

La otra hipótesis –que no descarta de modo absoluto la primera– es que la alianza gobernante hace lo que hace porque está convencida de que éste es el camino correcto… desde su posición ideológica. Macri repite, usando diversas fórmulas que “estamos en el camino correcto” y el único, asegura que “falta mucho más” y sigue pidiendo “esfuerzo” aún a quienes reclaman por sus salarios devaluados.

¿Miente el presidente Macri? Puede decirse que –como todo dirigente político y como todo gobernante– construye su relato y trata de que sus afirmaciones resulten creíbles. Aun contra toda evidencia. Pero tampoco es ilógico pensar que Macri y los suyos exponen su punto de vista de buena fe, porque esa es su perspectiva ideológica. Parte de esa construcción es que los trabajadores vivieron en la última década en un mundo irreal, ficticio. Como bien lo sostuvo en su momento el actual presidente del Banco Nación, Javier González Fraga, advirtiendo sobre la gravedad de hacerle “creer a un empleado medio que su sueldo medio servía para comprar celulares, plasmas, autos, motos e irse al exterior”.

Por ese mismo motivo el Presidente sostiene cada vez que puede que “a mí me duelen muchas de estas medidas que he tenido que tomar, pero las he hecho desde la convicción absoluta de que es el camino”.

Macri sabe a quienes favorece y a quienes perjudica con el rumbo adoptado. No ignora que lo que está haciendo es una enorme transferencia de recursos a los sectores más ricos y poderosos de la economía y que ello va en contra de los asalariados y los pobres. Pero está convencido de que esa es la fórmula, que ese es el camino. Y cuando dice que “pobreza cero” es un “horizonte” no le preocupa cuan lejano está el mismo, porque según su mirada solo con ricos más ricos algún día (sin apresuramientos ni urgencias) habrá menos pobres. El tan proclamado y nunca visto “derrame”. Pero antes, mucho antes, estos pobres y grandes sectores de la clase media tendrán que seguir haciendo “esfuerzos” para hacerse acreedores a un “premio” que llegará… en algún momento.

Esa es su convicción, esa es su ideología. Ese es su modelo de sociedad. Y lo que rechaza el Presidente y su equipo, es precisamente “la mentira” que durante años “le hizo creer” a muchos trabajadores y trabajadoras que “su sueldo medio servía para comprar celulares, plasmas, autos, motos e irse al exterior”. Por eso el Presidente habla ahora de “sinceramiento” y de “transparencia”. Porque según su perspectiva ideológica él encarna la Argentina real, donde los ricos mandan y son cada día más ricos, y los pobres (lejos de sus ilusiones) solo pueden obedecer y aceptar sumisamente su pobreza.

También por eso Macri habla de “palos en la rueda” cuando los maestros reclaman mejores remuneraciones, cuando los obreros industriales pretenden el cese de los despidos o cuando todos y todas los laburantes exigen la recuperación de sus niveles salariales. Es la convicción ideológica del Presidente la que lo mueve también a utilizar todos los recursos de los que dispone –legales e ilegales, legítimos e ilegítimos– para que nada ni nadie pueda torcer su plan. Incluyendo dentro de ese abanico de herramientas el uso indiscriminado de la chequera para quebrar voluntades y doblegar convicciones. Es también una manera de entender la democracia y esa ha sido la “práctica política” de la alianza gobernante desde que asumió. Y  para quienes no accedan o persistan en sus demandas también hay lugar para el látigo. Llámense maestros, gremialistas, trabajadores, políticos, gobernadores o intendentes. Todos estos y muchos más pueden quedar incluidos en la categoría de “los que ponen palos en la rueda”. La etapa del látigo parece ser la que estamos iniciando. Dado que, al fin y al cabo, según la ideología de Cambiemos, “sí se puede”… a partir del convencimiento de que los derechos tampoco son para todos y que llegarán, algún día, por derrame… aunque estemos en democracia.

Fuente: Página 12