Desafíos de la economía para 2021

Después del caos de 2020, para que la recuperación sea consistente deberá ser inclusiva y orientada a conseguir divisas para evitar movimientos cambiarios disruptivos.

Después del caos de 2020, para que la recuperación sea consistente deberá ser inclusiva y orientada a conseguir divisas para evitar movimientos cambiarios disruptivos.

Título nota 1: Cuidar la mesa

Por Alejandro Robba *

La pandemia de la covid-19 combina por primera vez shocks externos e internos de gran magnitud: en Argentina se redujeron simultáneamente la demanda (caída de ingresos, desempleo) y la oferta (empresas cerradas y falta de movilidad). Ambos efectos provocaron la caída del nivel de actividad ya golpeado por las políticas de cuatro años de macrismo. Respecto a la economía internacional, las últimas proyecciones para 2020 muestran que la contracción tanto del PIB como del comercio mundial superarán a la baja experimentada durante la crisis financiera global de 2008: el PBI mundial se contraerá un 4,4 por ciento y, para el comercio, el desplome será histórico: 10 por ciento.

Cabe mencionar que nunca ha sido una opción para el desarrollo argentino promover modelos impulsados por exportaciones como postula el neoliberalismo, pero, en el actual escenario, ya seria completamente irracional e insustentable, salvo que el objetivo sea moldear un país para solo el 25 por ciento de la población. En efecto, cuando la caída del comercio mundial ya es tendencia desde hace años, y se afianza el proteccionismo, con restricciones tarifarias que abarcan el 14 por ciento del comercial mundial, y restricciones no tarifarias que llegan al 3 por ciento, la única forma de crecer e incluir es potenciando nuestro mercado interno, apalancado por el gasto y la inversión pública.

Para dimensionar la magnitud de la caída de la economía argentina en relación al resto del mundo, nuestro país es uno de los que peor ingresó a la pandemia actual, siendo, con Venezuela y Nicaragua, los únicos que experimentaron caídas en el bienio previo (2018 y 2019). Después del desplome de la actividad en abril -que condujo a un saldo recesivo de -12,4 por ciento del PIB del primer semestre-, las caídas comenzaron a ser menores y, en el tercer trimestre, ya vimos mejoras sostenidas.

Construcción, industria y comercio son los sectores que están traccionando en la recuperación y, ya en septiembre, todos los sectores habían superado el piso de abril y algunos presentaron niveles similares o superiores a septiembre de 2019. En octubre, el empleo industrial apuntó la quinta suba consecutiva, superando el nivel prepandemia y, en noviembre, el sector experimentó la mayor suba desde marzo de 2018, creciendo un 4,5 por ciento interanual. La construcción, por su parte, creció un 6,2 por ciento, también en noviembre, respecto al mismo mes de 2019, también con recuperación del empleo.

Para 2021, las proyecciones suenan hoy más auspiciosas que hace unos meses atrás cuando el gobierno estimaba que la economía crecería un 5,5 por ciento. Pero su concreción tiene varios obstáculos a vencer, el principal el sanitario. Si la escalada actual de la pandemia lleva a mayores restricciones que las actuales en términos de movilidad, la recuperación podría ser menor ya que el operativo de vacunación se desarrollará a lo largo del primer semestre y, como ya aprendimos el año pasado, sin salud no hay economía.

Pero a las dificultades en términos de salud se le suma la complicada agenda económica que deberá abordar el gobierno para transformar la recuperación en crecimiento sostenido: cerrar lo antes posible un acuerdo con el FMI que no atente contra el crecimiento y la inclusión; incrementar las reservas del BCRA para alejar una corrida especulativa contra el peso y, al mismo tiempo, evitar que la restricción externa (falta de divisas) obture el crecimiento y, en ese marco, recuperar el empleo y los ingresos reales para que crezca el consumo interno, pieza nodal para el crecimiento económico.

Pero para que este último objetivo se cumpla, el gobierno deberá continuar con las políticas activas, ser eficaz en viabilizar el gasto y la inversión pública comprometidos en el presupuesto 2021, y a su vez tendrá un gran desafío: combatir la inflación doméstica hoy impulsada principalmente por el peligro de la inflación importada, con una soja que creció más de un 50% en un año, con valores hoy superiores a 500 dólares la tonelada. Según la FAO, en noviembre 2020, los precios internacionales de los alimentos alcanzaron el nivel más alto de los últimos 6 años (vs. diciembre 2014) con un crecimiento promedio interanual del 6,5 por ciento.

En este sentido, medidas como la suspensión temporaria de exportaciones, cupos, retenciones diferenciadas y acuerdos con productores y exportadores son el camino correcto, para alcanzar tanto un objetivo macroeconómico (crecer), como de justicia social: cuidar la mesa de los argentinos.

* Economista de la Universidad Nacional de Moreno.

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Título nota 2: ¿Desafíos nuevos?

Firma. Ana Laura Jaruf *

Tras un 2020 que será recordado como uno de los peores años de la historia económica argentina (y mundial), cabe reflexionar acerca de qué se avizora en el horizonte para los próximos meses. Dadas las condiciones actuales y suponiendo que la situación sanitaria se estabilice, entendemos que los desafíos económicos para este año gravitarán en torno a 4 ejes.

El primero de ellos tiene que ver con lo fiscal, y estará vinculado a lo que se acuerde (o no) con el FMI, ya que de lograrse un Programa de Facilidades Extendidas (EFF) es esperable que se pida como contrapartida algún tipo de ajuste en este plano (aunque, por otra parte, un entendimiento podría reabrir el acceso al mercado internacional, dotando al fisco de otra alternativa de financiamiento). Pero independientemente de las tratativas con el organismo, se anticipa una revisión de las tarifas tras el congelamiento de 2020. Aunque hay quienes indican que la revisión debe ser superior a la inflación para recuperar lo perdido, podemos aventurar que, de efectivizarse la actualización del servicio, probablemente no sea al ritmo inflacionario. ¿El motivo? Cuidar el poder adquisitivo de la población y no obstaculizar más el camino electoral del oficialismo.

El segundo eje es el tipo de cambio y la brecha. Se ha logrado, contra todos los pronósticos, una cierta estabilidad en el mercado cambiario, necesaria para morigerar la incertidumbre. El desafío, no menor, de 2021 será mantenerla. Si bien el BCRA logró mejorar su posición neta de compra en diciembre, los niveles de reservas siguen siendo bajos y el riesgo a una devaluación no desapareció. Resulta esperable que el Gobierno dedique muchos esfuerzos (y recursos) para contener el avance de dólar y mantener la brecha en los valores actuales. Probablemente esto sea más fácil durante el primer semestre, dado que ingresarán los dólares de la cosecha gruesa, en un contexto de alza del precio de la soja. Otro punto importante para lograr la estabilidad cambiaria es lograr tener una tasa de interés que esté por encima de la inflación, y ofrecer atractivos instrumentos de ahorro en pesos, alternativos al dólar.

El tercer eje es el de la inflación, ya que su control será clave para la recuperación del consumo y la confianza en el Gobierno. Si bien en 2020 termina con un valor interanual “bajo” para los estándares argentinos, en los últimos meses hubo una aceleración de precios, lo que podría complicar el escenario. En este sentido, las consultoras estiman, en promedio, un aumento de 50 por ciento para 2021. En este marco, será clave contener el avance de la divisa norteamericana, que el aumento de precios regulados sea gradual y no estresante, y también monitorear el excedente de pesos en el mercado. Otra de las variables que afecta la evolución de precios es el salario, y aquí la disyuntiva es entre validar aumentos importantes de las remuneraciones en el primer semestre u optar por alzas más controladas para no disparar aún más los precios. De más está decir que la decisión no es fácil: de esto depende gran parte de la recuperación de la actividad, último eje de esta columna de opinión.

Lo que los economistas denominan “ecuación macroeconómica fundamental” muestra que, tomando como dado el nivel de importaciones, el PBI de un país solo puede crecer de la mano del consumo privado, el consumo público, la inversión o las exportaciones. En la Argentina actual, la inversión, por el contexto pandémico y la incertidumbre, no es esperable que tenga un avance sustancial. El sector público, en tanto, difícilmente pueda ser el motor del crecimiento, dadas las restricciones fiscales que se plantearon al inicio. En el caso del consumo privado, por su parte, tampoco es esperable un avance sustancial, dada la evolución prevista del poder de compra del salario y los niveles de empleo. Es por ello que las ventas externas, que además de impulsar el crecimiento tienen el beneficio de generar dólares -algo particularmente relevante para la economía argentina-, se presentan como un elemento que merecería especial atención de la política pública.

Como se desprende de estas líneas, el margen de error es bajo y la sábana muy corta. No obstante, hay algunas oportunidades para ir encauzando la economía. Cuestión que, vacunación mediante, puede hacer que este año sea un tanto mejor que un simple rebote técnico.

* Economista.

Fuente: Página 12