Día del Trabajador: los neuquinos que se ganan la vida en la calle

Cada uno en su oficio, poniendo el hombro pese a la pandemia de coronavirus para poder sostener a sus familias.

Cada uno en su oficio, poniendo el hombro pese a la pandemia de coronavirus para poder sostener a sus familias.

Sin ninguna duda, será un Día del Trabajador distinto. No habrá festejos masivos, ni asados con muchos familiares o amigos, como marca la tradición cada vez que llega el 1° de Mayo.

La cuarentena por la pandemia del coronavirus mantiene en vilo a la población mundial, pero hay un enorme grupo de personas que salen todos los días a la calle a poner el hombro para ganarse el pan. Lo hacen con preocupación y miedo, claro, pero son conscientes de que no tienen otra opción para poder sostener a sus familias.

Hombres y mujeres. Obreros, empleados, taxistas, carniceros, cocineros, distribuidores, oficios que hoy tienen el extraño privilegio de poder salir a la calle para ganarse el sueldo. Hay otros que no tuvieron esa suerte.

En los carritos de comidas que están ubicados en la rotonda Della Valentina, Andrea amasa ñoquis y prepara las viandas para luego distribuirlas a decenas de personas que le hicieron encargos.

Hasta hace poco, los carritos estuvieron cerrados, pero desde el lunes tienen la opción de trabajar, aunque solo a través del servicio de delivery. «Cocino muy temprano a la mañana y después se reparten las viandas a domicilio. Lo que ofrecemos nosotros es comida casera, recién elaborada», explica Andrea, de Sabores Nobles, uno de los carritos que están esa zona norte de la ciudad. La mujer asegura que el primer día les fue bien, que el martes fue mejor todavía y que ayer las esperanzas estaban centradas en los ñoquis, una apuesta que parece irresistible hasta para los paladares más exigentes cada 29 del mes.

«Estamos contentos porque nuestra clientela responde y de a poquito vamos empezando de nuevo a tener un ritmo de trabajo», asegura esta emprendedora. La cuenta de Instagram Sabores Nobles Food Truck le permite el contacto directo con el cliente.

En la rotonda de la Diagonal 9 de Julio, Gregorio y un grupo de obreros trabajan en la remodelación del bulevar que había quedado suspendida con el inicio de la cuarentena. Afortunadamente, la empresa logró el permiso para reanudar el trabajo y volvió a convocar a los obreros. Gregorio es uno de ellos. «Estamos tratando de afrontar la situación. No queda otra», asegura. Dice que el Día del Trabajador lo tomará como una jornada normal, más allá de las limitaciones que impone el distanciamiento social. «Será especial porque no podés salir y no podés estar con tus parientes», dice este hombre, aunque se siente contento de haber vuelto a la calle. «Puedo trabajar. No nos suspendieron ni nos echaron, por suerte. Hay gente que está muy mal», reflexiona. ¿Qué perspectiva tiene?: «Nada bueno; menos para nosotros que somos gente humilde».

A pocos metros del bulevar, Maxi, Darío y Daiana disfrutan la mañana de sol cortando el césped en la Plaza Güemes. Los tres se encargan de distintos sectores y pasan las bordeadoras pacientemente para dejar el pasto lo más parecido a una alfombra verde.

«Estamos trabajando bien, por suerte. Tratamos de mantener linda la vegetación de la plaza», asegura Maxi, con el ruido ensordecedor de las máquinas de sus compañeros de fondo. Dice que la situación es triste pero que, pese a todo, tiene esperanza: «Confío en los médicos argentinos». Sus dos compañeros asienten y se suman para la foto.

En las afueras del hipermercado La Anónima, el taxista Pedro espera la salida de un viaje. Está sentado con cara de preocupación porque la actividad no se mueve como a él le gustaría. Dentro de la enorme superficie comercial hay una gran cantidad de gente haciendo compras, pero los que necesitan tomarse un taxi son los menos. Muchos menos que hasta hace 50 días atrás.

«Viene malísimo. Nosotros nos ganamos el pan de cada día y no recibimos la ayuda de nadie», se queja Pedro. Es que, realmente, el trabajo de los tacheros cayó. Dice este hombre que hoy trabajan entre un 25% y 30% en comparación con lo que hacían antes de la cuarentena.

«Salgo a trabajar desde las 9 de la mañana hasta las 18, que cierran los supermercados, y hago tres viajes o, con suerte, cuatro. Son unos 600 o 700 pesos, pero algo es algo. Hay gente que lamentablemente no lo puede hacer. Y otras que no lo quieren hacer», reflexiona.

Antes de despedirse, asegura que no le tiene miedo al virus. «El día que me toque partir de este mundo voy a partir igual, con el corona o sin el corona, con el barbijo o sin el barbijo», sostiene.

Los almacenes de barrio son un pequeño mundo generador de empleo. Trabajan los dueños, los empleados y también los distribuidores que les traen las mercaderías. Ese es el caso de Fabián, que maneja un camión de lácteos y visita almacenes, kioscos y pequeños supermercados.

«Estamos tomando todos los recaudos. Es todo un tema tener que salir y volver a casa con el miedo de que por ahí te contagiaste. Es muy angustiante», asegura el hombre, que acaba de descargar una gran cantidad de productos. Cuenta que en sus recorridas por las calles ve un panorama muy triste. «Nosotros atendemos a muchos hoteles y a muchos quioscos y es lamentable porque no están trabajando», sostiene. Y dice que aunque distribuye un producto de primera marca las ventas bajaron porque hay muchísimos negocios cerrados. «Este será un Día del Trabajador atípico porque lo pasaré con mi familia solamente, cuando uno está acostumbrado a pasarlo con hermanos, cuñados, amigos», se lamenta.

En la misma despensa, Juan acomoda varios cortes que acaba de sacar de una media res. Este hombre es un pintoresco carnicero que llegó hace poco a la Argentina desde República Dominicana, su país natal. Hoy es un neuquino más.

«Es impresionante lo que se está viviendo por el coronavirus. Es algo que conmueve a todas las personas», dice cuando se le consulta sobre la situación actual. «Estamos trabajando y vendiendo lo más necesario, viviendo el día a día», opina.

Juan mantiene un contacto con los familiares que quedaron en República Dominicana. Allí la situación es tan angustiante como la de acá. Pero está tranquilo, porque sus seres queridos están bien. «Espero que esto se arregle pronto. Le pido al Todopoderoso que meta su mano para que pueda solucionarse lo más rápido posible», dice.

Los entrevistados son trabajadores que salen a la calle más allá de las angustias y los miedos en medio de la pandemia. Algunos son más optimistas; otros viven realidades distintas, pero todos en su conjunto festejarán a su manera este día especial.

Claro que será un 1° de Mayo atípico. Pero lo más importante, lo que más los mantiene esperanzados, es que al día siguiente estarán nuevamente poniendo el hombro como siempre, con las mismas ganas. Cada uno en su trinchera.

Fuente: La Mañana Neuquén