El 10% de los niños en el país tiene al menos un trabajo
Los porcentajes crecen en zonas rurales y en el norte.
02/11/2018 El PaísLos porcentajes crecen en zonas rurales y en el norte. Son resultados de un estudio del Indec y de la cartera laboral. La inserción en tareas productivas, fuera o dentro del hogar, impacta en el proceso educativo.
En la Argentina, un 10 por ciento de los niños tiene un trabajo, lo que está prohibido por ley.
El porcentaje asciende a un 13 por ciento en el noroeste argentino (NOA) y en el noreste argentino (NEA), y a un 20 por ciento en las zonas rurales.
Es la principal conclusión de la Encuesta de Actividades de Niños, Niñas y Adolescentes (Eanna), realizada entre 2016 y 2017 y presentada oficialmente ayer en la Secretaría de Trabajo de la Nación, con la presencia de su titular, Jorge Triaca.
De acuerdo con la encuesta, el trabajo no permitido por ley se intensifica entre los adolescentes de 16 y 17 años: el 31,9 por ciento del total del país realiza al menos una actividad, mientras que en las áreas rurales lo hace el 43,5 por ciento.
Al igual que lo que ocurre con los más chicos, en el NOA y en el NEA la incidencia del trabajo es mayor entre los adolescentes, con 36,8 por ciento y 33,4 por ciento, respectivamente.
El estudio es fruto de un trabajo conjunto entre el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) y la Secretaría de Trabajo, y es la primera encuesta de alcance nacional que se realiza en la Argentina, ya que la anterior, de 2004, tomó solamente algunas partes del país.
La Eanna distingue a los niños, que son la población de 5 a 15 años, de los adolescentes, que tienen 16 y 17 años.
Para la primera franja etaria, el trabajo está prohibido, mientras que para la segunda está permitido, pero con ciertas condiciones.
Los resultados corresponden a las respuestas de niños y adolescentes sobre actividades que no están permitidas por la ley.
Impacto en la educación
Los hogares con al menos un niño o adolescente que trabaja presentan un clima educativo bajo: el 68,2 por ciento de los hogares urbanos y el 87,7 por ciento de los del medio rural están integrados por adultos con un nivel educativo inferior al secundario completo.
Según esta estadística oficial, la inclusión educativa de los niños en la Argentina es casi universal (98,7 por ciento de los que residen en ámbitos urbanos y 96,6 por ciento de los rurales).
Sin embargo, el trabajo infantil en cualquiera de sus formas incide en las trayectorias educativas de quienes lo realizan.
Las principales problemáticas que afectan a los niños y niñas que trabajan están relacionadas con las llegadas tarde y, en menor medida, con las inasistencias frecuentes a la escuela (el 29,6 por ciento de los niños urbanos llegan tarde y el 19,1 por ciento de sus pares rurales que trabajan para el mercado faltan con frecuencia).
Entre los de 16 y 17 años, la asistencia escolar es aún menor: mientras el 87,4 por ciento de los adolescentes urbanos asiste a un establecimiento escolar, en las áreas rurales del país lo hace el 75,1 por ciento.
Durante la etapa de la adolescencia se registran menores porcentajes de concurrencia y mayores niveles de repitencia, lo que se intensifica entre aquellos que realizan una actividad productiva: en zonas urbanas, el 27,8 por ciento de los adolescentes varones que trabajan y el 16,5 por ciento de sus pares mujeres no asisten a la escuela.
En el medio rural, los impactos negativos del trabajo se profundizan: el 45,5 por ciento de los varones y el 23 por ciento de las mujeres que trabajan para el mercado no concurren a un establecimiento educativo.
La encuesta se realizó en todas las localidades urbanas del país con más de dos mil habitantes y en algunas poblaciones urbanas con menor población, así como en las zonas rurales.
En total, fueron encuestados niños en 38.195 hogares urbanos y en 11.855 rurales.
En las zonas urbanas, hay 6,6 millones de niños de 5 a 15 años y 1,1 millón de adolescentes de 16 y 17 años. En las rurales, un millón de niños y casi 200 mil adolescentes.
Perspectiva de género
Las brechas de ingresos laborales entre mujeres y varones adultos comienzan en la niñez y se profundizan en la adolescencia: mientras que las niñas —tanto en las zonas urbanas como en las rurales— ganan un salario medio 22 por ciento inferior al de sus pares varones, entre las adolescentes la brecha salarial se intensifica.
El salario medio de una adolescente urbana es un 40% inferior al de los varones, mientras entre sus pares rurales la brecha llega al 58%. En el informe se señala también que la participación en actividades productivas es diferencial por género: mientras que los varones se encuentran más vinculados con el desarrollo de actividades mercantiles y de autoconsumo, las niñas y adolescentes participan en mayor medida de las actividades domésticas intensivas.
Las estadísticas reflejan los patrones culturales de división sexual del trabajo, que tienden a replegar a las niñas y adolescentes en ese ámbito, y se constatan en todas las regiones del país.