El 17% de los argentinos vive en ciudades con una provisión de agua «muy comprometida»
Para modificar esta realidad, es necesario que la sociedad se centre en tres grandes ejes: cuidar el agua, buscar un diálogo transparente y que la ciencia pueda gestionar estos aspectos.
23/03/2022 MUNICIPIOSPara modificar esta realidad, es necesario que la sociedad se centre en tres grandes ejes: cuidar el agua, buscar un diálogo transparente y que la ciencia pueda gestionar estos aspectos.
La Fundación Bunge y Born presentó, con motivo del Día Internacional del agua, un mapa de las carencias hídricas en la Argentina; en el cual relevó que el 17% de los argentinos vive en ciudades con una provisión de agua “muy comprometida”. Sin ella no hay posibilidades de supervivencia. Pero además es primordial para que la humanidad desarrolle sus actividades, ya que un 70% del agua a nivel global es utilizada para el riego. Y pese a que se la puede considerar como un recursos renovable, lo cierto es que, en realidad, es limitada.
Mediante la Plataforma Aguas Claras, la fundación buscó relevar, cuantificar y mapear los dos servicios hídricos más críticos para la sociedad: la provisión de agua potable y la depuración de aguas servidas. Con un 77,5% de las ciudades argentinas analizadas, científicos del CONICET, INTA e INA, pertenecientes a 12 centros ubicados en todas las grandes regiones de Argentina, advirtieron que un “41% de la población vive en ciudades con provisión segura a muy segura, un 42% en ciudades con provisión algo comprometida y un 17% en ciudades muy comprometidas”.
Según los expertos, se considera comprometidas cuando, por ejemplo, dos ciudades comparten un mismo punto de aprovisionamiento de agua. Es decir, cuando ambas deben adquirirla del mismo lugar y “compiten” por el preciado líquido. Otro de los ejemplos es cuando hay “ciudades encadenadas”, con lo cual una ciudad capta el agua en zonas donde otra vertió efluentes.
“Argentina enfrenta desafíos hídricos diversos y, en ocasiones, de signos opuestos; propios de una geografía de contrastes”, aseguró a Infobae el ingeniero agrónomo Esteban Gabriel Jobbágy Gampel, investigador Superior del CONICET del Grupo de Estudios Ambientales (GEA), de la Universidad de San Luis. En ese sentido, el especialista destacó que “detrás de estos desafíos es común encontrar los efectos combinados del cambio climático, las transformaciones del uso de la tierra y el crecimiento de las ciudades”.
En palabras del investigador del CONICET, un ejemplo de estos desafíos está presente en las regiones pampeanas y chaqueñas cuando, ante el aumento en la intensidad de las lluvias relacionadas con el cambio climático, los paisajes cultivados no logran absorber el agua y provocan inundaciones extendidas que afectan y generan daños a pueblos y rutas. En contraposición, las sequías que se extienden por meses provocan bajantes en los ríos, como ocurrió en el Paraná, que compromete tanto el transporte, como la toma de de agua potable o, incluso, la generación de energía hidroeléctrica.
Pero eso no es todo, según señaló Jobbágy Gampel, la calidad del agua también es un “foco de preocupación”. “Naturalmente tenemos aguas subterráneas con alta carga de arsénico en las llanuras y eso es una pesadilla crónica para el abastecimiento de agua potable en muchos centros urbanos medianos y pequeños que todavía dependen exclusivamente de ese recurso”, resaltó el experto. Al tiempo que alertó que, además, se suma la contaminación que los propios humanos generamos sobre este recurso esencial.
“Dañamos con las aguas servidas rurales, industriales y domésticas a los ecosistemas acuáticos y su vida silvestre y deterioramos aguas almacenadas para nuestro consumo”, destacó el experto; siendo que un ejemplo de esta situación, según explicó, son “los brotes de algas tóxicas en embalses que abastecen ciudades”.
Para modificar esta realidad, es necesario que la sociedad se centre en tres grandes ejes: cuidar el agua, buscar un diálogo transparente y que la ciencia pueda gestionar estos aspectos. “Debemos considerar que los servicios hídricos que gozamos vienen de un territorio y que se protegen y mantienen no solo con obras de infraestructura dura, como canales o represas, sino también, con el cuidado de los ecosistemas”, explicó el experto.
En segunda medida, se debe reconocer que “el agua se gestiona desde muchos ámbitos que incluyen a la nación, las provincias y los municipios, además de organismos públicos y privados”. “Apostar a la comunicación y la transparencia usando evidencia científica es indispensable para llegar a acuerdos justos y duraderos con un recurso tironeado por muchos sectores”, reflexionó Jobbágy Gampel.
Y agregó: “Necesitamos un cambio cultural en la mirada que tenemos del agua. Como seres urbanos que somos, el 95% de los argentinos damos por hecho que en nuestras casas el agua llega y se va girando canillas o apretando botones; pero ignoramos que en esos flujos de entrada y salida la naturaleza nos está ‘bancando’”. “En la medida en que conozcamos de dónde viene el agua, que ecosistemas nos la están proveyendo, cuales luego la reciben y depuran; podremos apreciar, cuidar y reclamar mejor”, indicó.
Qué se puede detectar en la Plataforma Aguas Claras
Según explicaron, además de los tres ejes expuestos por Jobbágy Gampel, también se puede detectar:
Dónde están las tomas y vertidos de agua, además de arroyos, ríos, lagos o acueductos asociados.
Un “registro de crisis del agua”: es online y sintetiza y actualiza el “pulso” de las noticias relacionadas con el agua, sus incidentes, crisis y problemas.
“Para avanzar en estas líneas la Fundación se apoya en sus capacidades instaladas y en el trabajo que ya han hecho colectivos de científicos del país; pero queremos ir más lejos y construir una comunidad de proyectos financiados por la fundación y enfocados en el agua y las ciudades a partir de una convocatoria a investigadores jóvenes que estén dispuestos a articular ciencia y acción en temas de sustentabilidad del agua”, concluyó Jobbágy Gampel.