El 30% de los jóvenes no estudia ni trabaja
Se trata de un estudio hecho por el Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA, sobre la población de 18 a 24 años y el impacto de la pandemia.
30/05/2022 El PaísSe trata de un estudio hecho por el Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA, sobre la población de 18 a 24 años y el impacto de la pandemia.
Casi 3 de cada 10 jóvenes de entre 18 a 24 años no estudia ni trabaja de manera remunerada. Esta situación se identifica como estructural si se tiene en cuenta que el porcentaje de jóvenes «ni ni» se mantiene similar a la prepandemia de la Covid-19, e incluso era mayor entre 2017 y 2019. La situación empeora para las mujeres y jóvenes que viven en hogares pobres.
Así lo advierte el informe «Jóvenes de 18 a 24 años que no estudian ni trabajan en la Argentina urbana pre-post pandemia (2017-2021)» que elaboró el Observatorio de la Deuda Social Argentina perteneciente a la Universidad Católica Argentina (UCA) con el objetivo de dar cuenta la incidencia de la pandemia en la situación educativa y laboral de los jóvenes y examinar las desigualdades crónicas en función de diferencias de género y estrato social.
Con respecto al impacto de la pandemia, el informe advierte que durante la misma tuvo lugar una mejora en la situación educativa de los jóvenes de 18-24 años (al menos en cobertura), pero pasada la crisis, el déficit educativo empeora con niveles todavía por sobre los registrados antes de la Covid-19. A finales de 2021, sólo el 48,3 por ciento de los y las jóvenes estudiaba o ya había terminado estudios terciarios o universitarios. Por lo que los excluidos del sistema educativo representan más de 5 de cada 10 jóvenes a nivel nacional.
Haciendo foco en los jóvenes que no estudian ni trabajan, la situación es similar. En 2019 eran 27,2 por ciento los jóvenes que no estudiaban ni trabajaban – con el 9,9 por ciento de ellos buscando trabajo-. Durante la pandemia este número aumentó a 30,4 por ciento, aunque también se observó un alza significativa del porcentaje que ingresó al sistema educativo – de 44 a 49,2 por ciento entre 2019 y 2020-. Pero terminó acomodándose en 26,4 por ciento en el 2021.
Mujeres y pobres, peor
El porcentaje de mujeres que no estudian, ni trabajan de manera remunerada, ni buscan empleo duplican de manera estructural a sus pares varones, 20 por ciento versus 10 por ciento, en 2021. Esta situación se reproduce de manera agravada cuando incluimos a los desocupados en el déficit: 3 de cada 10 jóvenes mujeres (30 por ciento), versus 2 de cada 10 jóvenes varones (22,9 por ciento) no estudian ni trabajan de manera remunerada.
Sin embargo, cabe observar que, de todos modos, es entre las mujeres donde tiene lugar la mayor escolarización o terminalidad educativa. En 2021, superando a los varones (42,1por ciento), el 54,6 por ciento de ellas terminó estudios terciarios o continuaba estudiando secundario o terciario.
Al analizar el impacto por estrato social, el porcentaje de jóvenes de hogares pobres que no estudia, ni trabaja más que duplica al de sus pares de hogares no pobres durante todo el período. En 2021, esta situación representaba el 17 por ciento de los jóvenes de hogares no pobres, contra el 38 por ciento entre los hogares pobres.
Si bien los jóvenes que viven en hogares no pobres tienen una mayor propensión estructural a estudiar o finalizar sus estudios que sus pares de hogares pobres, estos últimos vienen aumento su inserción educativa. Sin embargo, entre estos, menos de 4 cada 10 logra continuar estudiando, contra casi 6 de cada 10 en los hogares no pobres.
«La situación general no parece haber cambiado mucho con la pandemia, salvo un relativo agravamiento de esta situación de exclusión entre los jóvenes de estratos marginales», explica el informe. En este segmento, más de 4 de cada 10 jóvenes sufren la doble exclusión laboral y educativa (45,5 por ciento). Las mayores mejoras durante el período tuvieron lugar entre los jóvenes de hogares de clases medias profesionales, donde la tasa de exclusión cayó de 8,9 por ciento a 2,4 por ciento.
Esta múltiple exclusión sólo mejoró en la postpandemia en los hogares de trabajadores marginales por aumento en la búsqueda de empleo, mientras que la situación tendió a volver a los déficit pre pandemia para los jóvenes de hogares obreros integrados.