El 8M y otra vuelta de tuerca

Maravilloso este 8M. La movilización y el paro. Soy feminista. Me alegro de que se vaya a legalizar el aborto. Me alegro de que la revolución esté creciendo y de que la de este lunes haya sido la convocatoria más grande de todas.

Maravilloso este 8M. La movilización y el paro. Soy feminista. Me alegro de que se vaya a legalizar el aborto. Me alegro de que la revolución esté creciendo y de que la de este lunes haya sido la convocatoria más grande de todas.

Me acuerdo de la primera vez que sentí que ser mujer podía traerme problemas. Fue a los 12 años, cuando viajé por primera vez sola en colectivo. Era el 24 y yo iba al curso de ingreso del Colegio Nacional de Buenos Aires. Estaba eufórica y nerviosa. Iba parada adelante y en un momento empecé a sentir que un señor había tenido la gran idea de meterme la mano en el culo, sutilmente. La mantuvo apoyada durante todo el viaje. Me acuerdo también, perfectamente,  de que mi viejo estaba siguiendo el trayecto del colectivo con su propio auto, que en esa época era un Opel negro. Y ni siquiera así estuve a salvo. No me pude defender: tenía miedo.  Y no le iba a contar a mi papá lo que había pasado para no amargarlo y porque me daba vergüenza. Además, corría el riesgo de que no me dejara viajar más sola. Ese fue el comienzo de una batalla contra los abusos, reales o potenciales: según pasaron los años, comprobé que ser mujer era una especie de desventaja. Pero tenía vocación y empuje. A los 17 años gané una pasantía en PáginaI12. Me formé en este diario y empecé a hacer mis primeras incursiones en el periodismo político: tuve que desarrollar infinidad de estrategias para hacerme respetar y parecer más grande. En el diario siempre fueron respetuosos y generosos conmigo pero la tarea requería ciertas estrategias de supervivencia. Me podía llegar a tocar entrevistar a un ministro a los 17 años cuando todavía no había alcanzado la altura máxima y mi cara no había abandonado la redondez para definir sus ángulos. No fue fácil. Tuve que crear una coraza para que se leyera en mi actitud corporal una leyenda del estilo: Ni se te ocurra. Y las corazas tienen costos. Una termina defendiéndose hasta cuando no la están atacando. Por suerte, hago terapia desde los 13 años.

Me alegro de que las pibas no vayan a pasar lo mismo que pasé yo. Que tuve suerte porque estoy viva y, por caso, nunca me violaron.

La revolución feminista es imparable. Enhorabuena. Pero me permito algunas preguntas y tengo algunas opiniones que compartir.

*Me preocupa mucho que la tasa de femicidios no baje año a año y que sean cada vez más cruentos. No sé por qué ocurre este reforzamiento de la conducta machista cuanto más se visibiliza la lucha, pero creo que estamos llamadas a pensar el tema.

*Estoy en contra de los escraches. Creo que la que quiera denunciar cualquier conducta reñida con el código penal está en todo su derecho de hacerlo, pero también creo que la denuncia pública debe hacerse con el correlato de una denuncia judicial. No quiero, a riesgo de ser polémica, que los feminismos se lleven puesto el principio de inocencia, que es la arquitectura básica de nuestro derecho constitucional. No coincido con la lectura que hacen algunas feministas, en público o en privado, de que las denuncias falsas son pocas estadísticamente y forman parte del «daño colateral». Traducido: que se jorobe el que cayó en la volteada y no hizo lo que se le imputa porque nosotras sufrimos durante siglos. No es un tema estadístico, es un tema humano. Estoy en contra de arruinar vidas de personas inocentes. De cualquier sexo. Recomiendo a los interesados en el tópico la película La cacería.

*Hay que hablar de Los feminismos. Hay muchos. Yo creo en el feminismo de clase. Podés ser feminista y de derecha. Pero no es el feminismo que me interesa. Porque el movimiento debe ser emancipador y la derecha no lo es. Las feministas verde-amarillas existen. Pero no me representan. Si defendés el derecho al aborto y creés que los pibes que nacen pobres se tienen que resignar porque la desigualdad de origen no te importa y creés en la teoría del derrame, no sos mi feminista favorita.

*¿El machismo es un fenómeno transversal? Sí. Pero Melisa Molina fue a cubrir el domingo para este diario el pañuelazo en la Villa 31 y lo que más me dolió de su nota fue que las mujeres dijeran: «A nosotras acá nos cuesta el doble visibilizar un femicidio». También me gustaría saber cuántas mujeres que se ocupan de tareas de limpieza en distintos lugares pudieron adherir este lunes al paro. Yo sí pude.

*Creo en un feminismo que plantee igualdad de derechos, pero que no anule la diferencia. No pienso, no siento, no gozo y no sufro igual que los hombres. Desde lo anatómico somos distintos y desde lo cultural, también.

*Tenemos que redefinir masculinidad y femineidad y eso es complejo. Y nosotras nos tenemos que deconstruir también. Sin ánimo de criminalizar a las víctimas, por favor que no se me malentienda, las mujeres tenemos que repensar a qué clase de hombres elegimos, seguramente de manera inconsciente, cuando apuntamos mal. Repito: somos las víctimas. Pero necesitamos pensar cómo orientar las elecciones de amistad, pareja ocasional o duradera hacia personas que no nos hagan daño. Por más atractivas que puedan ser a veces. Los psicópatas suelen serlo.

Para ponerle un poco de humor a un asunto tan delicado, me gustaría que hoy, a mis  41, me pusieran una mano en un bondi. Para que la que soy ahora le dé su merecido al tipo del que no pudo defenderse la que tenía 12 años. Mi vida, todas nuestras vidas, siguen siendo difíciles:  me sigue generando un miedo atroz caminar sola de noche. No puede seguir pasando. Aspiro a que no suceda más. Con el pesimismo de la razón y el optimismo de la voluntad

Por Romina Calderaro

Fuente: Página 12