El Estado, otra vez contra la agroecología: “Un desarrollo que contamina no es desarrollo”

En la reconfiguración de la Secretaría de Agricultura que pasó a llamarse “Bioeconomía”, la Dirección de Agroecología quedó afuera y con ello se truncó la instrumentación de políticas que promueven la agroecológica en el país.

En la reconfiguración de la Secretaría de Agricultura que pasó a llamarse “Bioeconomía”, la Dirección de Agroecología quedó afuera y con ello se truncó la instrumentación de políticas que promueven la agroecológica en el país. Su titular Eduardo Cerdá, que renunció al cargo ad honórem tras los despidos, indicó a LNM: “Si se cuestiona la estructura del Estado, también habría que cuestionar las formas de producir”.

“Nosotros sabíamos cuando se creó la Dirección de Agroecología en 2020 y entramos a formar parte del Estado que lo importante era el territorio, que había que construir relaciones y que el Estado somos todos. Entonces cualquier dato, contacto, no solo tenía que ser útil para el Estado sino también para las comunidades y es por eso, que pese a que el Gobierno decidió cambiar de política respecto a la Dirección, vamos a seguir trabajando, acompañando a los municipios que tengan ganas, a quienes siguen demostrando que se puede producir muy bien, a bajo costo y como ha pasado en varios lugares, superar sequías e inundaciones”, dice a LNM el ingeniero agrónomo y ex titular de la Dirección de Agroecología, Eduardo Cerdá, quien cuenta además, que “todos están poniendo su granito para que esto siga”, pese al mazazo de los despidos y la afectación de otras áreas afines como el cierre del Instituto de Agricultura Familiar, Campesina e Indígena (Inafci).

Cerdá trabaja en Agroecología desde los años ’90, cuando en el país se abrazaba con fuerza el monocultivo y la utilización de agrotóxicos para la producción. Fue docente, director del Plan Estratégico de Tres Arroyos en Buenos Aires y trabajó en diversos proyectos en el territorio que ayudaron a sistematizar el modelo de producción agroecológica.

“Vamos a seguir trabajando, acompañando a los municipios que tengan ganas, a quienes siguen demostrando que se puede producir muy bien, a bajo costo y como ha pasado en varios lugares, superar sequías e inundaciones”.

“Ocupar un territorio, habitarlo, cuidar y hacer comunidad”
Ante la demanda, en 2015 Cerdá participó en la creación de la Red Nacional de Municipios y Comunidades (Renama) para fomentar las ideas de un modelo sustentable en las distintas provincias, una iniciativa gestada en el V Congreso Latinoamericano de Agroecología en Agrarias que se realizó en La Plata- poco antes que las y los trabajadores de la entonces Subsecretaría de Agricultura Familiar tuvieran que resistir los despidos en la gestión de Mauricio Macri que también apuntó contra las políticas que fomentaban la agroecología-. En ese marco, en 2020, fue que contribuyó a la creación de la Dirección de Agroecología y aceptó quedar al frente de la gestión trabajando ad honórem. Desdé allí, Cerdá y el equipo de trabajo se propusieron expandir la red de municipios en el país que se alinean a la producción agroecológica y la generación de emprendimientos locales en esa línea.

Este 2024 con la nueva gestión, la Dirección de Agroecología como política estatal, dejó de existir aunque como señala Cerdá: “La producción de la agricultura tiene que ver con ocupar un territorio, habitarlo, cuidar y hacer comunidad” y eso -asegura- sigue intacto.

UN ÁREA DISEÑADA PARA ACOMPAÑAR A QUIENES PRODUCEN ALIMENTOS MÁS SANOS.
-¿Cómo analizan el cambio de mirada del Gobierno sobre las políticas que impulsan la agroecología?

-Es muy abarcador lo que ha pasado, esto estaba diseñado para personas de pocos recursos que podían acceder a proyectos que tendían a realizar mejor sus actividades y los técnicos ayudaban a su gente a que lo puedan confeccionar. Eran formas de acompañar a los productores porque si ellos se van del territorio, es una pérdida. Son los que están generando la mayoría de los alimentos que no se industrializan, esas verduras en las ferias donde uno puede acceder a productos más sanos, con olor, con sabor, que satisfacen más. Todo eso se pierde y es una mirada que tiene el Gobierno, muy economisista, muy preocupados por este cierre del déficit fiscal que no importa si es con gente o sin gente, es como si buscaran la paz de los cementerios, donde seguramente habrá paz pero solo porque están todos muertos.

-¿Cómo se vivieron estos meses en la Dirección de Agroecología?

-Veníamos trabajando en distintos proyectos y en diciembre surgió desde el periodismo que la Dirección no seguiría más, así nos enteramos. Yo que estaba como director entendí que era bueno esperar a que me comunicaran esta idea con el nuevo organigrama. También para saber qué iba a pasar con los compañeros que trabajaban en la Dirección, todos técnicos, chicas y chicos, con mucha trayectoria. Pedí reuniones que nunca contestaron. Luego, a todos los que tenían contrato los bajaron sin decir nada, sin darnos tiempo y el 5 de abril finalmente discontinuaron todo el personal, sin ningún tipo de justificativo, diagnóstico, ni nada. Ante esa situación decidí renunciar de forma indeclinable. Yo nunca cobré un sueldo como director sino que lo hacía ad honorem y me parecía que no se puede tener tanta indiferencia hacia los trabajadores. Tienen todo el derecho de decir que una Dirección no camina más porque tienen otras ideas, lo súper entendemos, pero lo que no comprendemos es el destrato y la insensibilidad.

“Yo nunca cobré un sueldo como director sino que lo hacía ad honórem y me parecía que no se puede tener tanta indiferencia hacia los trabajadores”.

AGROQUÍMICOS EN SANGRE.
-Cuánta gente de la Dirección de Agroecología quedó en la calle?

-Aproximadamente 14 personas. Todo este tiempo, estos años, hemos dado charlas, generado videos sobre la temática, boletines con todos los proyectos que se iban haciendo en todo el país y cómo esos productos de mayor calidad responden a solucionar el tema de los agroquímicos cerca de las casas, de la gente y en especial de los alimentos. Y esto es importante porque aunque se diga que los alimentos generados con productos tóxicos para la salud se pueden comer porque solo tienen un poquito, no se dice que si ese poquito se junta con el otro poquito que está en la mermelada, y con el poquito del queso untable y a su vez el poquito de la gaseosas y eso, a su vez, se consumen con regularidad, después la gente tiene una enfermedad crónica. Todas esas problemáticas las íbamos trabajando con las distintas facultades, con análisis, con investigaciones, demostrando cómo en ciudades como La Plata llueven restos de herbicidas como la atrazina. Son problemáticas que pareciera que no queremos ver, como el trabajo que hizo el INTA en colaboración con otras entidades, donde se demostró que en el sudoeste de la provincia de Buenos Aires la gente tiene agroquímicos en la sangre, en las venas, en la materia fecal, en los alimentos, en el barrido de las casas. A esto lo discontinúan y lo dejan sin efecto cuando teníamos la evidencia que estamos atravesados en todas las matrices con trazas de agroquímicos. Esa es la mirada que teníamos desde la Dirección en estos tres años que trabajamos.

“En el sudoeste de la provincia de Buenos Aires la gente tiene agroquímicos en la sangre, en las venas, en la materia fecal, en los alimentos, en el barrido de las casas”.

-¿Qué pasa si sigue avanzando este modelo de producción agropecuaria instalado desde hace décadas?

-Acá parece que el déficit fiscal es la solución, pero hay muchas cosas que también hay que cambiar, si se cuestiona al Estado, también habría que cuestionar las formas de producir porque son formas que terminan contaminando los territorios, el agua. Qué va a pasar si se sigue contaminando los acuíferos, las napas, con qué vamos a seguir. Eso ya está pasando, no estamos para nada lejos. El desarrollo sin el cuidado, un desarrollo que contamina, no es desarrollo. Eso es minería, es extracción y se viene haciendo hace muchos años, contaminando muchas zonas del país, como Catamarca, La Rioja, el norte argentino con el extractivismo y ese uso tan grande del agua, que también está generando problemas de todo lo que es la regulación del agua.

“Si se cuestiona al Estado, también habría que cuestionar las formas de producir porque son formas que terminan contaminando los territorios, el agua”.

UN DNU EN CONTRA DE BENEFICIOS PARA LA GENTE.
– ¿Cómo impacta la mirada extractivista sobre el cambio climático?

-Cada vez empezamos a tener más inconvenientes con las lluvias, con periodos de sequías, con periodos de inundaciones y se están perdiendo esas regulaciones, lo mismo que fue la deforestación en Brasil, en el Amazonas. Todas estas cuestiones hacen que de un día para otro un tornado, por ejemplo, te lleva un montón de infraestructura, que deje un montón de gente en la calle, que se pierden un montón de cosas que cuesta un montón recuperarlas. Ese tipo de situaciones estamos viviendo hoy, que es parte de todo el desarreglo que estamos haciendo. Y no tener sensibilidad para eso, nos pone en peligro a todos.

-¿Falta sensibilidad, formación sobre estos temas en el Gobierno actual?

-Esta es una etapa que hay que considerar, superar, que tenemos que mirar y replantearnos si es lo que queremos. A lo mejor si esta propuesta del Gobierno sale bien, se acomoda el déficit fiscal y esa es la solución de las cuestiones, si la gente puede pagar sus servicios, si puede vivir y si eso les da alegría, suma pero si es como hoy, donde se ve a todo el mundo tan preocupado, enfermándose porque hay que pasar estos estrés sabiendo que no alcanza para cubrir las cosas esenciales. Parecía que la pandemia nos iba a ayudar a reflexionar sobre la importancia de la comida, sobre la importancia de estar vivos, el cuidado del medio ambiente, el poder disfrutar, pero me parece que trajo otros elementos: mucha gente quería un cambio y a veces, se hace rompiendo todo, pero hay cosas que se han logrado a través de muchos años y no se puede por un Decreto de Necesidad y Urgencia plantear y cuestionar toda esa construcción en beneficio de la gente. No podemos hacer algo así, tan general y bajar todo. No es así la democracia.

Fuente: La Nueva Mañana