El naufragio de Milei
15/10/2025 OPINIÓNEl 28 de febrero de 1955, el mundo se enteró de que el destructor Caldas, de la Marina de Guerra de Colombia, había sufrido un grave accidente: ocho de sus miembros habían caído al agua. ¿El motivo? Una fuerte tormenta en el mar Caribe. El buque estaba emprendiendo su vuelta al puerto de Cartagena, luego de las reparaciones que había recibido en Mobile, Estados Unidos.
Como un milagro, a la semana apareció moribundo en una playa desierta del norte de Colombia Luis Alejandro Velasco, uno de aquellos hombres.
El periódico El Espectador de Bogotá encomendó a un joven periodista, Gabriel García Márquez, “El Gabo”, que entrevistara al sobreviviente. En forma de entrevista novelada, escribió, en primera persona, “Relato de un Náufrago”.
Día por día, con crudeza describe las esperanzas, frustraciones y ansiedades de Velasco.
Veamos algunos párrafos.
Luis Renfigio, compañero de tripulación de Velasco, se jactaba de su experiencia en el mar. Preguntado por Velasco si la travesía le producía mareos, contestaba: “El día que yo me maree, ese día se marea el mar».
Sin embargo, la noche del 27 de febrero ni Velasco ni Renfigio podían dormirse por el movimiento de la embarcación. “Luis Renfigio tampoco podía dormir, pero, a pesar del movimiento del barco, no había perdido el buen humor.”
El relato nos lleva al momento clave: “El buque se inclinó pavorosamente, se fue. Aguanté la respiración; una ola enorme reventó sobre nosotros y quedamos empapados, como si acabáramos de salir del mar. Con mucha lentitud, trabajosamente, el destructor recobró su posición normal”.
Velasco imaginó que se daría la orden del llamado “zafarrancho de aligeramiento”, es decir, cortar los amarres de carga y así aliviar el peso que cubría gran parte de la embarcación: radios, heladeras, estufas, etcétera.
“Pero la orden fue otra…”, dice el relato. “Personal que transita en cubierta, usar salvavidas…”. Y pasó lo que tenía que pasar: “No vi la ola; sentí que la iba del todo”. “Entonces el agua me cubrió por completo y empecé a nadar hacia arriba”. Y “un segundo después, como a cien metros de distancia, el buque surgió entre las olas”. Dice Velasco: “solo entonces me di cuenta de que había caído al mar”. Narra:“Mi primera impresión fue la de estar absolutamente solo en la mitad del mar”. El relato prosigue con Velasco relatando cómo ve ahogarse a todos sus compañeros, incluido Renfigio, el que nunca se mareaba. Velasco, en los diez días siguientes, pasó de la esperanza eminente a la desesperanza. Luego de navegar sin definir rumbo, librado al azar y a las corrientes marinas, alcanzó la tierra a bordo de su pequeña balsa, que por diez días fue su único universo.
Recibido como héroe, supo al tiempo ganarse unos pesos como actor de propagandas, promocionando relojes y otros objetos. Pero algo truncaría estos beneficios: su relato, contado por García Márquez, entró en contradicción con la versión oficial difundida por el gobierno colombiano. Éste había señalado que la causa del accidente fue una feroz tormenta que “empujó” a los hombres al mar. Así lo describe García Márquez: “al cuarto día de trabajo le pedía a Luis Alejandro Velasco que describiera la tormenta que ocasionó el desastre. Consciente de que la declaración valía su peso en oro, me replicó con una sonrisa: es que no había tormenta. Así era. Los servicios meteorológicos nos confirmaron que aquel había sido uno de los febreros más mansos y diáfanos del Caribe. La verdad, nunca publicada hasta entonces, era que la nave dio un bandazo por el viento en la mar gruesa, se soltó la carga mal estibada en cubierta y los ocho marineros cayeron al mar”. Esta revelación implicaba que la carga era contrabando y que el sobrepeso impidió maniobrar para rescatar a los náufragos.
Como el relato rompió la versión oficial, se montó un ataque contra “El Espectador”, Velasco pasó al ostracismo y García Márquez, para protegerlo, fue enviado como corresponsal en Paris.
Por vía de la analogía, uno podría comparar al Caldas con la Argentina y a Velasco y García Márquez con los argentinos.
La situación de la Argentina, según escribió Arnaldo Bocco en el trabajo “Salvataje para cambiar o para mantener un programa agotado”, es de un programa económico agotado, con una actividad camino a la recesión, con un esquema cambiario tensionado y poca credibilidad en la sociedad. Agregamos que la persistencia del déficit de cuenta corriente de la balanza de pagos es financiada con endeudamiento y se torna inviable en el mediano plazo. Michael Roberts, en “Argentina: la motosierra se rompe”, afirma desde una perspectiva marxista: “La fortaleza del peso pudo haber frenado la inflación al reducirse los costos de importación, pero también impidió que las exportaciones argentinas compitieran en los mercados internacionales. Y equilibrar el presupuesto público no generó más dólares, sino que condujo al estancamiento económico. De hecho, en los últimos meses el crecimiento se ha estancado”. Desde otra perspectiva teórica, Marina Dal Poggetto resalta que el esquema económico no se sostiene tal como está. Con firmeza, señala la inviabilidad, después del 26 de octubre, del plan actual.
En general, hay una coincidencia en que Milei-Caputo han fracasado y sólo están ganando tiempo para llegar al 26 de octubre con un dólar controlado. Los anuncios del salvataje de Scott Bressent, secretario del Tesoro de EEUU, luego de concluir sus reuniones con Caputo y antes de la visita de Milei a Trump, incluyen un swap de divisas por veinte mil millones de dólares. Como la venta de dólares del Tesoro de Estados Unidos que se presentó como “compra de pesos” en el mercado local, son a priori golpes de efecto destinados a calmar los “ánimos financieros”. Aún no se saben las características, plazos ni tasas que, imaginamos, anunciarán Trump y Milei. Sí está claro que Estados Unidos exigirá un alineamiento incondicional en términos geopolíticos, que implicará en los hechos una intervención en la economía nacional y, sobre todo, en la política internacional.
Declaraciones de Bessent posteriores a los anuncios en la prensa norteamericana con diáfana claridad plantean compromisos asumidos por Millei-Caputo. Textualmente dice: “Millei se comprometió a sacar a China de Argentina”. Agrega que, para Estados Unidos y sus objetivos geopolíticos, Argentina ocupa un lugar clave. Estados Unidos pretende a como dé lugar desplazar el lugar de China en América Latina, incluida la Argentina. Se plantea un acuerdo comercial con Argentina que impulse el intercambio comercial. ¿Los productores agropecuarios argentinos se beneficiarán con el acuerdo? ¿Nuestra debilitada industria manufacturera tendrá saldos favorables? Muchos interrogantes. Sin embargo, con certeza, el lugar de Argentina en el mundo de Trump es de subordinación a los objetivos norteamericanos.
Otros analistas, como Enrique Aschieri, en “Honró Toto: Scott copó con poco” (nota publicada en el site Y ahora qué el último 10 de octubre) señala que” buscarle a este movimiento inedito del Tesoro norteamericano aristas geopolíticas centradas en el alejamiento de China… es errarle feo al vizcachazo”. Aschieri entiende que Bessent como trader busca “alivio financiero para los grandes inversores globales que han apostado por la Argentina” y temen no poder “realizar” sus inversiones.
El tiempo ya indicará las motivaciones de Estados Unidos y sus contradicciones en el poder.
Lo cierto es que el presunto “rescate” profundiza el endeudamiento soslayando la restricción externa, el problema estructural de nuestra economía. Como el Estado colombiano se “olvidó” de los náufragos y los declaró muertos, el Gobierno pretende encandilar con el espejismo del “dólar barato”, para ganar el 26 de octubre.
Esta balsa está pinchada. Mejor no abordarla. De lo contrario, como Renfigio y sus camaradas, terminaremos en el fondo del mar.
¿Acaso ustedes se imaginan a Espert, Milei, Caputo o Santilli arriesgándose y tirándose al mar para salvarnos?
Por Pablo Vera