El neoliberalismo en TV
08/02/2019 OPINIÓNEs bien conocida hoy en día la importancia crucial que tienen los medios de comunicación en la configuración de la opinión pública y en la subjetividad de la población, influyendo en las elecciones de los ciudadanos, en sus preferencias, en la orientación del consumo, etc.
Entre los medios de comunicación masiva uno de los más influyentes es, sin duda, la televisión. En nuestro país, en su mayoría, los canales de televisión asumen abiertamente un lineamiento afín con las políticas oficiales. Una de las áreas donde esto se pone de manifiesto, es en los noticiosos, donde predominan los hechos de violencia y delincuencia, hurgando hasta el hartazgo en todos los detalles morbosos de los sucesos.
Se hallan, en cambio, prácticamente invisibilizadas las referencias a otro tipo de hechos graves que ocurren en el país, noticias que aluden a distintas acciones del Estado que atentan contra el bienestar de la población, como despidos de trabajadores, cierre de fábricas, crisis de las pymes, cierres de escuelas, abandono de proyectos científicos, aumentos tarifarios, etc. Y menos aún se difunden las múltiples acciones de resistencia que día a día se multiplican a lo largo del país.
Hay varias otras franjas programáticas que merecerían destacarse como mecanismos de alienación vigentes en la pantalla, pero lo que queremos mencionar ahora es la creciente ola de programas donde el objetivo central es establecer la competencia entre los participantes, y donde poco a poco se va “expulsando” a los que van siendo desplazados hasta que quedan los “mejores”, consolidando la dicotomía “ganador-perdedor (“looser”)”, uno de las categorías más aberrantes del lenguaje actual. Los ámbitos convocados son de lo más diversos, desde los deportivos, el canto, el baile, el dominio de la destreza en ciertas habilidades, últimamente la cocina, y la confección de prendas de vestir, etc.
En un interesantísimo artículo aparecido el 11 de julio de 2018 en esta misma sección (<https://www.pagina12.com.ar/127563-el-cruento-show-del-descarte>), su autor, Manuel Barrientos, ha puesto de relieve este fenómeno que denomina “talent shows” y que describe del siguiente modo: “Hay un mecanismo que se reitera: con el voto del público o la determinación de un jurado, estos programas van descartando, capítulo a capítulo, a sus protagonistas. Se los destierra porque no terminan de exhibir sus talentos, porque no se adaptan, porque no provocan escándalos, o generan el rating esperado. Así nos enseñan que todos somos susceptibles de ser desplazados, de ser expulsados. No estimulan ningún esquema de solidaridad entre los protagonistas, sino que dan paso a la libre competencia para la sobrevivencia del más apto: el único y definitivo ganador. Con el gobierno de Cambiemos, ese mecanismo televisivo parece haberse transformado en una política de Estado: una política pública del descarte”.
El objetivo de la presente reflexión, en consonancia con el citado artículo y esbozando una mirada desde el punto de vista filosófico, es marcar de qué modo esa línea programática tan definida y cada vez más invasora en la televisión, refleja y refuerza, de hecho, a través del entretenimiento, como algo totalmente lúdico, inocente y apolítico, el sistema de valores y el modelo antropológico social inherente al neoliberalismo globalizado.
Algo que, por otra parte, no es más que el eje cultural y la verdadera moral del capitalismo tardío que ha logrado extenderse y “naturalizarse” en la mayor parte del planeta.
La ética del capitalismo que recorre el mundo se apoya en tres pilares básicos: individualismo, exitismo y consumismo. Y, como gran instrumento para destacarse en la escala social, como gran fuerza motivacional, el recurso es la competencia. En educación hablan de “meritocracia”, en fútbol se impone el “resultadismo”, y así sucesivamente. Las naciones serán “las más competitivas” aunque para ello deban aplastar a otros países y sus poblaciones.
Los estudios que se han hecho dentro de la psicología social y las investigaciones pedagógicas, demuestran que la competencia tiene una consecuencia profundamente negativa en las relaciones humanas, en la comunicación y en el crecimiento personal. Esto se refleja en el estado actual del mundo. Y es que en el esquema competitivo, el bienestar de uno siempre es a expensas del malestar de otro: para que alguien sea feliz, alguien debe ser desdichado. Es así de simple.
Para resguardar a nuestra vapuleada especie humana, el camino debería ser la cooperación y la solidaridad y no la lucha por predominar sobre el otro, por doblegarlo. La competencia es el huevo de la serpiente. Si no la serpiente misma.
Por Telma Barreiro
* Profesora en Filosofía (UBA).