El paro no se para, se moviliza

Esta columna cree conveniente señalar y destacar vislumbres y determinaciones que alientan la esperanza, hoy tan perdida para millones de compatriotas y a la vez tan necesaria que permite conjeturar resoluciones no completamente infames.

Esta columna cree conveniente señalar y destacar vislumbres y determinaciones que alientan la esperanza, hoy tan perdida para millones de compatriotas y a la vez tan necesaria que permite conjeturar resoluciones no completamente infames.

Es evidente que el Presidente ha entregado el gobierno a los cipayos que lo encumbraron. Por eso el comando de la república es caótico día a día, y algunas esperanzas asoman por sobre las nubes sombrías que todavía se ciernen sobre nuestra amada república.

Por un lado, corresponde apuntar que ya es obvio que el verdadero gobierno argentino no está en manos del Presidente Javier Milei, sino en poder de la coalición que salió tercera en las PASO, cuando la candidata Patricia Bullrich, de la coalición Juntos por el Cambio recibió solo un cuarto de las preferencias: 24% de los votos. Curiosos resultados electorales los de aquel domingo en que Sergio Massa obtuvo el 36,47% de los votos y el dizque «libertario» Javier Milei el 30,15%.

Dos meses después, todo se dio vuelta cual tortilla descontrolada en el voleo y el verdadero gobierno de nuestro amado país está desde entonces en manos de un repudiable sujeto que ya fue presidente hace casi una década y dejó al país en ruinas, socialmente desarticulado y con un endeudamiento que aún hoy se juzga eterno. Ese hombre, que hace cinco meses no figuraba en plan político alguno, ni mucho menos electoral, hoy es el verdadero e inconfesado mandamás de esta república, junto con su servicial empleado altri tempi y parece que ad eternum, de apellido Caputo y ex eficaz servidor en asuntos dudosos.

Esta dupla asombrosa, que la mayoría de la población suponía sin posibilidades de dirigir ni a la reserva de Deportivo Tachito, ahora resulta que gobierna de hecho este país. Devenido en mandamás económico del Poder Ejecutivo, el nombramiento del Sr. Caputo no deja de ser gracioso y a la vez patético para millones que a diario lo ven mentir, en la tele, siempre con la cara como de plastilina reseca, es decir, de «yo no fui y no sé por qué no me creen cuando digo que vamos a estar mejor».

Ese cuento parece campear también en otros mentideros. Por caso, en lo que todavía se llama Congreso de la Nación, donde según se ve en la tele –que sólo en estas cosas no miente, porque no puede– más parece un establo colmado de gritos y abusos que la Casa de la Democracia. Y ello por obra y cinismo de un sujeto deleznable que con sonrisas de falsa ironía se dedica a cerrar los micrófonos de los legisladores de la oposición. Lo que convierte al Congreso en un sainete en el que la oposición grita y se exaspera mientras el tipejo sonríe cínicamente todo el tiempo, conformando un mamarracho autoritario que lo que menos tiene es representatividad ni autoridad democrática.

En ese contexto el hoy primer mandatario que fue elegido por el 55.76% de los votos, en esa posición deja chiquito al legendario personaje de «El Señor Presidente», la memorable novela del escritor guatemalteco Miguel Ángel Asturias, quien en 1967 recibió el Premio Nobel de Literatura y cuya trama es una especie de descenso a los infiernos debido al engaño a la población, el abuso de poder, la corrupción, la tortura y el miedo. Y libro del cual este columnista apostaría que ningún funcionario/a mileista, y ni se digan el Sr.Macri y su troupe de amigotes, jeques y lameculos, han de tener ni noticias. Y obviamente no el titular del Poder Ejecutivo hoy ocupadísimo con su flamante canil, ni el vocero presidencial, que si no fuera tan patético sería graciosísimo en su diario papel de chirolita televisivo.

Todo lo anterior sería aconsejable de tener en cuenta con vistas al día 24, jornada llamada a ser –y seguramente será– histórica tanto por la masiva presencia popular que se espera, como por los contenidos patrióticos y de repudio a la administración cipaya que de libertaria no tiene absolutamente nada, como sí tiene todo de neoliberal, y que es presumible que sea boicoteada y acaso violentada. Basta ver la actitud, los antecedentes y el descontrol que caracterizan a la ministra de seguridad, quien en lugar de preservar la tranquilidad pública y callejera amenaza lo contrario.

Sin la presencia de Cristina ni de otras figuras destacables en fastos de antaño, y convocada casi por unanimidad de organizaciones, partidos, colectivos y asociaciones políticas, culturales y sectoriales, es de esperar que ahora la Historia la escriban dirigencias muñidas de los principios y valores mejores y más representativos del Pueblo Argentino.

Hay muchas figuras esperanzadoras en el campo popular. Particularmente en el interior del país, donde toda esperanza es poderosa y siempre hubo dirigentes destacados. Y no sólo los gobernadores, cuyo rol institucional en los últimos 30 o 35 años ha sido demeritado porque en general fueron en exceso complacientes con los distintos gobiernos nacionales. Es raro el caso de un gobernador que se lance con políticas y proyectos propios. Axel es uno, posiblemente Schiaretti sea otro en el signo opuesto, y acaso asome alguno más, como Quintela en La Rioja. No hay mucho más para anotar.

También por eso será posible asistir ahora a una serie de jugadas en las que se van a ver blandos negociadores enfrentados a dignos y duros patriotas, que sí los hay. Como adversarios, esta columna cree que los Sres. Macri y Milei son capaces de cualquier estropicio político, y eso también habrá que ponderarlo en la balanza política. Pero por ahora lo generador de optimismo, y hasta entusiasmante, es que la «gran masa del pueblo», que siempre supo leer sus verdaderos y profundos intereses, sabe cada día más, y perfectamente, dónde está y cómo está, y en consecuencia, y sobre todo, dónde NO quiere estar.

Es desde estas perspectivas que parece haberse producido un cambio valioso. Si hasta hace sólo una semana había sectores, incluso del último oficialismo, que proponían y aconsejaban la siempre estúpida «espera» que finalmente es funcional a las fuerzas retrógradas de la antipatria, lo entusiasmante y decisivo ahora es el apoyo macizo, fuerte y entusiasta, a la decisión de Pablo Moyano y todas las líneas cegetistas, así como también de los viejos y nobles MTA y las dos CTA y de hecho todos los colectivos de origen y prosapia nacional y popular. Todo eso que es de esperar que, contra viento y marea, protagonizarán la más poderosa exhibición de voluntad popular el próximo día 24.

Y qué valioso es sumar a tales inspiraciones algunas cartas que restituyen esperanzas: un texto impecable del veterano pero vigente cineasta Adolfo Aristarain; otro de la joven diputada Julia Strada; y muchos pronunciamientos que llegan desde provincias y desde España, Francia, México, los Estados Unidos y hasta China continental. Y que se suman a la carta pública que desde Córdoba emitió uno de los mejores juristas argentinos: el exjuez federal –renunciante por dignidad– Dr. Miguel Rodríguez Villafañe. Digno provinciano al que debe sumarle uno de los mejores economistas que tiene la Argentina, el tucumano Prof. Horacio Rovelli, discípulo del último gran patriota en esa disciplina, Bernardo Grinspun, que acompañó al ejemplar Presidente de la Nación que fue Arturo Illia y a quienes todavía este país les debe reconocimiento. Puede sonar duro, pero este columnista cree que a estas cosas hay que decirlas, sobre todo porque el 24 se jugará muchísimo en la Argentina, y no podemos tener otro destino.

Por Mempo Giardinelli

Fuente: Página 12