Empezó la final

Para sorpresa de pocos, pareciera ser que incluyendo al propio Gobierno, el “campo” lanzo nomás su paro y es un dato sobresaliente más por su valor pedagógico que por su impacto real.

Para sorpresa de pocos, pareciera ser que incluyendo al propio Gobierno, el “campo” lanzo nomás su paro y es un dato sobresaliente más por su valor pedagógico que por su impacto real.

Si se trata de incidencia efectiva, vale mucho más detenerse en la negociación con los bonistas privados de la deuda interminable que Macri nos dejó.

Periodistas de los medios opositores, nobleza obliga, advirtieron que el oficialismo tenía una lectura muy equivocada acerca de la predisposición comprensiva del gran entramado sojero.

Cualquiera que desee informarse con precisión de las tácticas, chicanas y hasta internas de los enlazados gauchócratas, pero también de los bonistas privados, Wall Street, la parte ferozmente corporativa de la familia judicial, y pocos etcéteras, tiene a disposición seguir al aparato mediático que expresa –casi en forma monolítica- los intereses de esa fauna.

Aunque pueda parecer un tanto paradójico, debe agradecerse que eso ocurra.

Nada de “no leo ni me contamino con lo que publican esos medios, no me importan, no lo resisto, sólo me anoticio con lo que dicen los diarios y periodistas más o menos creíbles que política o ideológicamente representan otra cosa”.

Error.

En todo caso, si hablamos de la sección politizada de esta sociedad que no supera un porcentaje mínimo, como todas y con toda la furia, el objetivo podría o debería ser informarse por fuentes públicas diversas. Seleccionar viene después.

El armazón de los sectores concentrados es lo suficientemente obsceno como para que nadie, que se pretenda politizado con buena data, deba privarse ya no de saber a qué juegan sino cuáles son las causas y herramientas en danza.

Veamos un tramo central de lo claramente descripto por Alfredo Zaiat el domingo pasado, en nuestro diario, acerca de la alianza acreedora contra el gobierno de los Fernández.

“Existen (…) intereses políticos del establishment local que confluyen con los de los acreedores. El canal de expresión que tienen son los medios de comunicación con mayor capacidad de penetración en el mercado. Esas grandes empresas de medios que comercializan contenidos, como uno de sus negocios principales, son parte activa del poder económico. Éste va siendo moldeado y condicionado con sus diarios posicionamientos políticos y económicos, y actúa a la vez como vocero calificado del conjunto. Esas firmas mediáticas, como sus principales accionistas y la mayoría de las compañías líderes, han destinado una parte de sus excedentes financieros a comprar títulos públicos. En los balances de cada una de ellas están registradas tenencias de bonos. El derrumbe de las cotizaciones de los papeles de deuda les representó una pérdida financiera y la próxima reestructuración también les significará, dependiendo de cómo se defina, una mayor o una menor carga negativa en el renglón financiero de sus respectivos ejercicios económicos. Se despliega entonces una coincidencia objetiva entre miembros del establishment local y los grandes fondos acreedores, en relación a cuestiones financieras. Pero también irrumpe la cuestión política, ideológica y de negocios que exacerba la presión al gobierno en alianza con financistas internacionales. Es una disputa económica. Pero es, fundamentalmente, una disputa de poder. O sea, de quién es el que tiene más capacidad para definir cómo son las condiciones de la negociación”.

Sencillo: los medios de comunicación, sus economistas de la City y la pléyade de opinadores que, más a cada rato que todos los días, hablan del plan económico que no existe, de las batallas entre Presidente y vice, de un futuro poco menos que apocalíptico si no hay arreglo “responsable” con los acreedores, son… acreedores.

A Expoagro lo organizan Clarín y La Nación y, en consecuencia, va de suyo la coalición intrínseca entre el modo de informar sobre el conflicto con “el campo” y la facción de ese periodismo “independiente”. Por ejemplo.

En cambio, no es tan obvio que, cuando esa prensa notifica sobre las negociaciones con los tiburones blancos de la patria financiera local e internacional, en realidad no está informando sino ejerciendo representación como accionista interesada.

Nada de todo esto conlleva que no haya fisuras en ese bloque de poder real.

Así lo expuso la increíble confidencia de Carlos Pagni, quien desde su programa en la señal televisiva del diario La Nación comunicó sin rodeos que ese órgano extorsionó a los jueces de Comodoro Py para que, de una vez por todas, encarcelaran a funcionarios kirchneristas, so pena de publicar notas sobre los antecedentes de esos nobles magistrados.

Como bien se copeteó también en este diario, el relato dejó al desnudo la maquinaria mediática y judicial usada durante el macrismo para perseguir a opositores.

Los motivos de Pagni para animarse a semejante brulote, inédito en la historia periodística argentina en términos de actores grandes, generan especulaciones varias. Algunas que podrían contarse y algunas que no.

Al cabo de lo que dijo, los próceres de la prensa libre se llamaron a un silencio absoluto, sin dedicarle al hecho una línea, ni gráfica ni audiovisual ni de ningún tipo. Tras el sismo, Pagni reapareció señalando que no dijo lo que dijo, o que lo que dijo fue sacado de contexto, o que el contexto fue mal interpretado.

Demasiado tarde para lágrimas, aunque tampoco pueda perderse de vista que el asunto no es de atracción masiva ni mucho menos.

Sí revela que el bloque dominante tiene sus cosillas de contradicciones secundarias.

Frente a ellas, siempre dicho desde la comodidad del comentarismo, el Gobierno tiene la responsabilidad de saber colarse por ahí con firmeza de decisiones.

No todo es lineal, excepto para quienes ven la política como un hecho que nunca tiene curvas, estático, siempre extremo en cuanto a sus opciones.

Coyunturalmente, por lo menos, chocan el FMI y los bonistas.

Y la Mesa de Enlace tiene asimismo sus cuitas porque no hay, por ahora, la misma situación que en 2008. No son las mismas ni las características dispositivas de estas medidas, ni es la misma una oposición también por ahora descuajeringada en su representación política y que no dijo mu sobre el paro agropecuario.

Si hay alguien que vivió muy de cerca los errores implementativos de la 125 se llama Alberto Fernández, de manera que no hay errores reiterados en la decisión oficial sobre el aumento de retenciones. Apenas quedan “afectados” los grandes sojeros porque los pequeños productores y hasta medianos productores incluso verán rebajadas sus contribuciones.

Hay 22 productos de economías regionales cuya carga contributiva disminuye con el decreto oficial. Entre ellos, aceite de girasol, harina de trigo y maní.

Es bochornoso que Coninagro y la Federación Agraria (ésta con alguna marcha atrás de último momento, cuando vio que por debajo le cascoteaban el rancho) se sumen a la extorsión de los mayores. Tampoco rige el clima social favorable y violento que acompañó a los grandotes en 2008. A tres meses de gobierno llaman a un paro dominguero –no hay granos para vender porque todavía no comenzó la cosecha– y a que nos veamos “en las rutas”. Y como si “el mercado” ya no hubiese procedido al descuento de las retenciones a la soja, que sabían de sobra.

Dicho de manera reiterada, empezó marzo, empezó la final y la presión campestre es apenas el aviso de que no se puede seguir teniendo un millón de amigos.

Nadie podría reclamarle al Gobierno que, hasta aquí, no hace todo lo posible para intentar salidas dialoguistas. Esto incluye a los formadores de precios, a quienes el Presidente reprendió en el almuerzo que tuvo con ellos en la semana. El índice de los alimentos continúa subiendo, con el azúcar (Ledesma) como emblema: 70,4 por ciento de incremento el año pasado, y alrededor de un 15 por ciento en enero.

Este no es un gobierno de actitud confrontativa. Todo lo contrario.

Pero enfrente, como se puede apreciar, no quieren diálogo alguno.

¿Y entonces?

Por Eduardo Aliverti

Fuente: Página 12