En Grecia, Tsipras se impuso con holgura a la centroderecha

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Elecciones anticipadas. El premier griego había renunciado el 20 de agosto por disidencias dentro de su coalición Syriza a aceptar el plan de ajuste europeo.

Con una victoria holgada en elecciones anticipadas, el ex premier griego Alexis Tsipras recuperó impulso político y repetirá su coalición de gobierno con la derecha nacionalista. Tsipras queda como líder indiscutido de su coalición Syriza («Izquierda Radical»), formación que se había quebrado en julio pasado cuando el premier aceptó un duro plan de ajuste exigido por Europa a cambio de vital auxilio financiero. Tsipras eligió entonces renunciar y forzar unas elecciones anticipadas, las de ayer. Syriza y Tsipras habían vencido las elecciones del pasado 25 de enero con un porcentaje casi idéntico al que lograron ayer: 36,3 por ciento entonces contra 35,5 por ciento ahora.

Con el 90 por ciento de votos escrutados, Syriza sacó ayer más de 7 puntos a su principal rival, el centrista Nueva Democracia (ND), de Evangelos Meimarakis (35,53 por ciento contra 28,05 por ciento), el que reconoció muy temprano su derrota y felicitó a Tsipras. Horas más tarde, en un discurso ante los simpatizantes en el centro de Atenas, Tsipras anunció que repetirá su coalición de gobierno con el pequeño partido Griegos Independientes (Anel), una formación de derecha nacionalista liderada por Panos Kammenos, el ministro de Defensa del anterior gobierno de Tsipras, entre enero y agosto. Esta alianza tuvo sus costos para Tsipras, no sólo por motivos ideológicos: Anel impuso que no haya recortes de importancia para el sector de Defensa, mientras el gobierno debía aceptar drásticos ajustes para estatales y jubilados.

Juntos en el Parlamento, Syriza y Anel logran una mayoría de 155 diputados (145 de Syriza y 10 de Anel), sobre el total de 300 escaños. «Quiero dar las gracias encarecidamente a Griegos Independientes de Panos Kammenos, que unen sus fuerzas con nosotros bajo la bandera de la honestidad y la lucha», dijo Tsipras antes de fundirse en un abrazo con el líder nacionalista, que subió al estrado. En su breve discurso, Tsipras aplaudió una «victoria del pueblo», y la interpretó como un mandato «cristalino» para gobernar cuatro años, después de un 2015 muy agitado y marcado por tres citas electorales y el riesgo de una salida del euro. «Esta lucha la continuaremos durante cuatro años, porque hemos recibido un mandato para cuatro años», dijo Tsipras a sus seguidores. Claro que su discurso poco tiene que ver con el plan de ajustes y privatizaciones que le espera (ver página 27), y acordado en julio pasado con la Unión Europea a cambio de recibir un nuevo rescate, el tercero desde 2010. Este es el precio de evitar la quiebra de bancos y del propio Estado griego, que se estaba quedando sin fondos frescos para pagar sueldos y gastos fijos.

Además de repetir coalición, Tsipras se librará en el Parlamento de la disidencia interna de Syriza que, tras oponerse ruidosamente al nuevo rescate, formó un nuevo partido favorable a una salida del euro, Unidad Popular. Pero de los 25 diputados que se fueron con Unidad Popular no quedará ninguno en el nuevo Parlamento: esta nueva formación, en la que milita la ex titular del Parlamento Zoe Konstantopoulou, se quedó por debajo del umbral del 3 por ciento, necesario para entrar en la cámara. Este desplome de la ultraizquierda proveniente de Syriza indica un claro mensaje de los votantes de este sector ideológico: optaron por seguir apoyando a Tsipras, al entender que su «traición» ante Bruselas se dio sólo luego de pelear al extremo y con la única alternativa de salir del euro y de la UE.

En tanto, como tercera fuerza política se mantienen—al igual que en enero— los neonazis de Amanecer Dorado, con un 6,96 por ciento de los votos y 18 escaños, uno más que en el Parlamento saliente.Por detrás se sitúan el Pasok socialista, que tenía el 6,40 por ciento de los votos (17 diputados) y los centristas de To Potami (4 por ciento, 11 diputados). La nueva cámara tendrá ocho partidos, uno más que en la anterior, con la entrada de la Unión de Centristas (9 escaños). La abstención fue alta, en torno al 44 por ciento, muy por encima de enero (36,38 por ciento). En todo lo demás, la elección fue una «fotocopia» de la de enero.

La victoria de Tsipras era muy esperada por las fuerzas de izquierda de otros países de la Eurozona sometidos a políticas de austeridad, como España, Portugal o Irlanda, que celebrarán elecciones en los próximos meses. Pablo Iglesias, líder de Podemos, estuvo con Tsipras en su mitin de cierre de campaña el viernes, y espera que este triunfo lo refuerce en las legislativas españolas, previstas hacia el mes de diciembre. Pero la lectura puede ser también la opuesta: Tsipras debió hacer lo mismo que antes que él habían hecho los gobiernos de Pasok y ND, lo que sugiere que Iglesias, de llegar al poder a fin de año, también se vería forzado a «comerse sus palabras», como debió hacer Tsipras con sus discursos incendiarios de la campaña de enero pasado.

Felicitaciones del Eurogrupo

El presidente del Eurogrupo, el ministro holandés de Finanzas Jeroen Dijsselbloem, afirmó que los resultados de las elecciones de Grecia indican un “mandato fuerte” de los votantes para que el país continúe en la senda de las reformas exigidas por Europa. Dijsselbloem dijo estar “preparado para trabajar estrechamente con las autoridades griegas y continuar acompañando a Grecia en sus ambiciosos esfuerzos de reforma”. De este modo, el titular del órgano que reúne a los ministros de Finanzas de la zona euro expresó su respaldo a Tsipras, quien había renunciado en agosto  por la falta de apoyo de sus filas a esas reformas.

El ganador deberá imponer un duro plan de ajuste fiscal y amplias privatizaciones

Reforzado por las urnas, Alexis Tsipras volverá a ser primer ministro de Grecia con la misma coalición que sostuvo su primer gobierno. Respaldado, Tsipras debe afrontar un exigente calendario y poner en práctica las medidas de reformas previsionales y laborales, ajuste fiscal y amplias privatizaciones, acordadas con la Unión Europea (Comisión Europea y Banco Central Europeo) y, de manera condicional, con el  FMI. El 13 de julio pasado, en Bruselas, Tsipras aceptó finalmente este plan de reformas a cambio de 86.000 millones de euros en préstamos a lo largo de los próximos tres años. Este será el tercer rescate que recibe Grecia desde 2010, un récord sin precedentes en la UE.

El nuevo gobierno tiene que hacer aprobar en el Parlamento una serie de duros ajustes para llegar con “los deberes hechos” al examen de los acreedores europeos —Mecanismo de Estabilidad (Mede), Comisión Europea y Banco Central Europeo— en octubre. Si lo aprueban, el FMI se sumará al  programa. El nuevo Parlamento elegido ayer deberá votar nada menos que 31 leyes que los acreedores exigen para entregar un primer tramo de 3.000 millones de euros de los 86.000 millones que forman el tercer rescate, así como para iniciar la negociación para la reestructuración de la deuda. Además de este paquete de medidas, hay otras 21 que ya han sido aprobadas pero que todavía no se han aplicado.

Las instituciones europeas exigen muchas medidas impopulares, como una rebaja de jubilaciones y pensiones, más impuestos y un amplio plan de privatizaciones.

Bienes públicos, adiós. En cuanto a privatizaciones, Grecia debe acelerar el paso. El medio especializado Expansión recuerda que Tsipras acordó crear un fondo de privatizaciones que debe llegar a 50.000 millones de euros con las ventas de activos públicos. Estos dineros irán en un 50% para devolver lo que le ha prestado la Eurozona para recapitalizar los bancos griegos; un 25% a inversiones; y el otro 25% a reducir la deuda del Estado griego. Tsipras puede decir así que habrá 12.500 millones de euros para estimular la economía griega, aunque salgan de un recurso doloroso, como las privatizaciones de puertos, aeropuertos y otros bienes del Estado. Este fondo debe reunir todos los valores susceptibles de ser privatizados hasta 2045, como empresas del Estado, infraestructuras públicas y activos inmobiliarios. También podrían incluirse los recursos naturales (como minas e hidrocarburos). En agosto Tsipras acometió la primera privatización, con la concesión de 14 aeropuertos regionales a la empresa alemana Fraport. Pero hay otros procesos que no terminan de partir, como la venta del puerto del Pireo, por el que han mostrado interés inversores chinos. También está pendiente la venta de los terrenos del antiguo aeropuerto de Atenas, muy valiosos por sus grandes dimensiones y ubicación cercana a la costa.

Entre las modificaciones pendientes de aprobación se encuentra el incremento del impuesto sobre la renta a los agricultores, del 13% a 26%, y el aumento del 27,5% al 55% del pago anticipado de este gravamen. Además, se debate la eliminación de exenciones fiscales a los agricultores, que reciben combustible subsidiado. Estas medidas han causado una fuerte protesta del sector. Otra medida que se exigirá en breve al Parlamento es la suba de tres puntos, a 29%, del impuesto sobre la renta de autónomos y empresas, así como el incremento progresivo, del 55% actual hasta el 100% de su pago anticipado. Como contraparte, se discute llevara a 12.000 euros anuales el ingreso mínimo exento de impuestos (actualmente se grava desde “el primer euro”).

La suba impositiva no termina ahí. Hasta 2008, los griegos no tenían que pagar impuestos por sus bienes inmobiliarios, algo insólito para un alemán, francés o estadounidense. Desde entonces, con la crisis financiera internacional, distintos gobiernos fueron introduciendo impuestos a la vivienda, que se extendieron a todas las propiedades, urbanas y rurales. Syriza prometió eliminarlo, pero sigue vigente.

Baja de jubilaciones. Tal vez más duro aún es el tema previsional. Para sanear el sistema, Europa impuso medidas muy drásticas. A partir de octubre debe aplicarse la cláusula de “déficit cero” del sistema de las llamadas jubilaciones “suplementarias”, lo que llevará a una reducción de estas de entre el 30% y el 70%. Además, todavía debe aplicarse el recálculo de la jubilación mínima, previsto en el primer rescate de Grecia en 2010. La mínima, fijada en 360 euros hasta fines de 2015, deberá ajustarse con la evolución del PBI y del índice de precios de consumo (IPC), lo que podría conducir a la reducción de jubilaciones y  pensiones, dado que Grecia padece de recesión y deflación. En agosto se incrementó el aporte de los jubilados de 4% a 6%.

Otro asunto doblemente grave que se debe abordar con urgencia es la reforma laboral. Los acreedores internacionales exigen a Grecia la autorización plena de los despidos colectivos y la restricción drástica del derecho de huelga. Algo muy difícil de aceptar para hombres de izquierda como Tsipras y sus ministros. Atenas ha prometido la reforma laboral antes de fin de año, pero resta ver si aceptará estas exigencias tan extremas.

Fuente: La Capital, Rosario