Hacia dónde va el Mercosur
En marzo se cumplieron 30 años de la creación del Mercosur, pero el aniversario encontró al bloque regional en uno de sus peores momentos. Qué se puede esperar de acuerdo a los planteos de cada socio.
19/07/2021 OPINIÓNEn marzo se cumplieron 30 años de la creación del Mercosur, pero el aniversario encontró al bloque regional en uno de sus peores momentos. Qué se puede esperar de acuerdo a los planteos de cada socio.
Paciencia estratégica
Por Mariana Vázquez (*)
“El mundo va muy rápido; el mundo se está entrelazando comercialmente. Y el coronavirus y el final del mismo van a hacer que estas negociaciones se disparen. (…) El mundo no nos va a esperar”, afirmaba el presidente Lacalle Pou en la última Cumbre del Mercosur. En las voces vernáculas el dogma neoliberal y la narrativa apocalíptica suelen ir de la mano. Si viene el diluvio universal y podemos subir al Arca de Noé, ¿qué otra opción racional tendríamos más que saltar en ella, sin pensarlo dos veces? Eso hoy, los adalides del libre comercio lo llaman “integración (no importa cómo, agrega esta servidora) en las cadenas globales de valor”. Sin embargo, lo que más exige este mundo en que vivimos y, particularmente, lo que más exige vivir en esta parte del mundo, que algunos llamamos periferia, es pensar, una función cerebral que el dogma neoliberal parece obturar. Y si no, veamos a Paulo Guedes, único promotor de una rebaja arancelaria generalizada, lineal y veloz en la historia económica regional luego del gobierno del general Pinochet. Porque el tiempo, en el dogma neoliberal, parece tampoco existir. Las recetas se repiten sin demasiada innovación.
El Mercosur se encuentra hoy en la situación de mayor tensión en sus treinta años de existencia. A la distancia en el frente político, se suman las diferencias que presentan las sacudidas más profundas, aunque no tan recientes, en cuanto al proyecto económico de integración. Centralmente, hay dos propuestas en la mesa: la propuesta de una rebaja sustantiva y en tiempo record del arancel externo común del Mercosur, presentada por Brasil hace ya tiempo, que cuenta con el apoyo de Paraguay y Uruguay; y la propuesta de flexibilización presentada por Uruguay, que cuenta con un apoyo silencioso de Brasil y la oposición de Argentina y Paraguay. Argentina sostiene, no sin condicionantes externos profundos y tensiones internas que en estos contextos tan complejos devienen más que matices, una propuesta vinculada a un sendero de industrialización y generación de capacidades productivas y tecnológicas endógenas, que se da de bruces con la apertura.
El antagonismo de proyectos es evidente, y la situación argentina de una gran complejidad. La integración regional, en su sentido de proyecto común centrado en la unión aduanera y en la búsqueda de un camino de integración productiva y cooperación regional, es una condición casi sine qua non para nuestro desarrollo. Sin embargo, el Mercosur deviene hace tiempo en un difícil dilema del prisionero. La voluntad de cooperación, en el mejor escenario, escasea, sobre la base de divergencias de proyectos nacionales, de proyectos de desarrollo y, por ende, de inserción internacional, que no son nuevos pero que se han profundizado con los cambios políticos recientes.
El mundo, que no parece darle la razón al presidente del Uruguay, no muestra ningún signo de avanzar hacia una mayor liberalización, como también creía el gobierno de Mauricio Macri. Una reconfiguración en curso de las reglas del comercio internacional, donde temas tan relevantes para la humanidad como el cuidado del medio ambiente, por ejemplo, pueden convertirse en nuevos muros contra los cuales choquen los deseos de desarrollo del otrora tercer mundo, es más plausible de hacerse realidad que el paraíso nunca encontrado del mercado autoregulado. En este futuro más probable, el mundo ya no nos está esperando, pero no en el sentido que planteó el presidente del Uruguay. Sino en el sentido de que un puñado de potencias, con narrativas pobladas de buenas intenciones, están comenzando a diseñar un nuevo mundo, ese que ya no encaja con el de Bretton Woods, en el que múltiples mundos se están quedando afuera. En ese sentido, la apuesta a la región sigue siendo la más plausible de poder torcer ese sendero. Paciencia estratégica, propuso Fernando Henrique Cardoso cuando Argentina se derrumbaba en diciembre de 2001. Resistencia y paciencia estratégica, mientras se hace la tarea de casa, tal vez sea la posición más sensata para sostener desde nuestra Patria chica.
(*) Profesora de la UBA – Miembro del Observatorio del Sur Global – Ex Coordinadora de la Unidad de Apoyo a la Participación Social del Mercosur.
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¿Por qué nos fue así?
Por Ramiro L. Bertoni (**)
A 30 años de la creación del Mercosur, el bloque regional nos deja un sabor a poco. ¿Por qué nos fue así? ¿Contra qué compararlo? Sin poder dar una respuesta a esta pregunta, se presenta un contrapunto con miradas que toman como referencia a la Unión Europea. Así, se ha señalado que la carencia de una institucionalidad supranacional limita la concreción de las políticas de integración, sin embargo, su adopción no evitó la fragmentación de la Comunidad Andina, y en el Mercosur sería casi imposible aplicarla dado que Brasil es mayor que la suma de los socios originales, optándose por el consenso intergubernamental.
Otros señalan la falta de transferencias, como las efectuadas en Europa a nivel regional y en su sector agropecuario, para lograr mayor cohesión. Además de la diferencia en el grado de desarrollo de los países en ambas experiencias, allí fue posible porque los socios más grandes eran los más ricos, caso contrario a Mercosur donde Brasil tiene la mayor cantidad de pobres y niveles de desigualdad.
El proceso europeo combinó políticas comunitarias y mercados, mientras que el Mercosur, creado en épocas del Consenso de Washington apostó a estos últimos, dejando que las ventajas comparativas amplifiquen las brechas entre países y regiones. Desde la heterodoxia, por el contrario, señalamos que se requería una batería de instrumentos de política comercial, industrial y tecnológica orientadas al cambio estructural. Una tarea difícil, ya que nuestros países, a diferencia de los europeos, se edificaron sobre la exportación primaria y periférica, por lo cual los cambios necesarios enfrentan resistencias internas y externas.
Hacia 2003, comienza un ciclo progresista, que no quiso o no pudo construir un Mercosur que fortalezca la integración productiva, aunque sí se reconoció el problema de las asimetrías creando el FOCEM, y se avanzó en la esfera social, laboral y de participación ciudadana. Uno de los indicadores más decepcionantes es la pérdida de relevancia comercial del bloque para sus socios, que tras un pico del 25 por ciento en 1997, desciende hasta retornar en 2019 a los niveles de 1991 (10 por ciento). El boom de los commodities, que dinamizó el valor de las exportaciones hacia China, explica sólo parcialmente este descenso, influyendo las ventas asiáticas hacia el Mercosur que desplazan comercio intra bloque, el que también fue afectado por trabas de los socios mayores.
La tensión en la agenda de negociaciones extra zona -conjuntas al ser una Unión Aduanera-, ubica a Uruguay y Paraguay buscando mercados externos, coincidente con el agro-negocio de Argentina y Brasil, países que actúan con mayor cautela en resguardo de sus industrias. En 2016, con los cambios de Argentina y Brasil, los intereses agro exportadores prevalecieron en todo el bloque, y esto llevó a concluir las negociaciones con la UE, cediendo en temas sensibles que condicionan nuestro desarrollo. La Argentina desde 2020 vuelve a priorizar la industria, y presenta dudas sobre las ventajas del Acuerdo Mercosur-UE y discrepa con la agenda aperturista del resto del bloque, la cual deja de tener consenso (esta coyuntura la expuse en: “Argentina para la pelota”, IADE).
Sin duda el Mercosur atraviesa su etapa más crítica, con Brasil solicitando que la Argentina no bloquee el consenso sobre las negociaciones externas, e insistiendo con la rebaja del arancel externo común, y con Uruguay pidiendo flexibilizar para negociar individualmente.
Esta coyuntura expone dos modelos de inserción, por un lado, la búsqueda de industrialización con una apertura gradual y selectiva -Argentina y sectores industriales de Brasil-, y una estrategia a la chilena de apertura rápida, propiciada por el ejecutivo de Brasil, y los actores económicos de Paraguay y Uruguay. Las elecciones en Brasil y los cambios en la economía global post coronavirus serán decisivos para el futuro del Mercosur.
(**) Economista, docente e investigador y ex presidente de Comisión Nacional de Comercio Exterior.