Haciendo lo que no hay que hacer

Los datos de empleo que difunde el jefe de gabinete, Marcos Peña, que repiten los ministros de la fragmentada área económica, obliga a sumergirse en los anexos estadísticos de los informes oficiales para encontrar los números ciertos.

Los datos de empleo que difunde el jefe de gabinete, Marcos Peña, que repiten los ministros de la fragmentada área económica, obliga a sumergirse en los anexos estadísticos de los informes oficiales para encontrar los números ciertos. El registro administrativo de los sistemas de la Seguridad Social-AFIP hasta abril pasado sentencia que se han destruido 73.100 empleos asalariado formal del sector privado desde que Mauricio Macri es Presidente de la Nación. Son los trabajos que en la pirámide laboral se ubican en el mejor lugar por nivel de remuneraciones, por cobertura social y por estar en la categoría en blanco. En ese período hubo aumento de empleo en monotributistas, personal doméstico, monotributistas social y en la administración nacional, provincial y municipal. En un contexto donde se informa casi a diario situaciones críticas de despidos en el sector industrial, el mercado laboral esta avanzando a paso firme hacia la consolidación de uno de desocupación de dos dígitos, de precariedad, flexibilidad e ingresos reales a la baja.

La pasividad de los ministros de Trabajo y de Producción frente a la ola de despidos revela que acompañan ese proceso con la convicción de que es necesaria esa destrucción de empleos. Esto último se deduce de la guía de acción del Plan Productivo Nacional presentado por el ministro Francisco Cabrera. Plantea la “reconversión” del empleo industrial como objetivo central. En un artículo que se publica hoy en el suplemento económico Cash, los economistas Hernán Letcher y Débora Ascencio, del Centro de Economía Política Argentina, explican que ese plan identifica cuatro sectores “sensibles” (textiles, calzado, electrónica y muebles) y cuatro “latentes” (automotriz, autopartes, maquinaria agrícola y medicamentos) que deben reconvertirse para ser “más competitivos”. Esas ocho actividades cuentan con 364 mil puestos y ese plan oficial adelanta que la reconversión laboral afectará al 20 por ciento, equivalente a 2 puntos de desocupación. Precisa que en los sectores “sensibles” existen 255 mil trabajadores que deben “reconvertirse” y en los “latentes”, 109 mil.

La reconversión industrial que plantea el Gobierno sólo tiene como saldo despidos. La industria es la rama de actividad que más empleos ha perdido desde que Macri ocupa la Casa Rosada. Los registros oficiales hasta abril pasado marcan 54.200, cifra que se ha engrosado en los dos meses siguientes con la sucesión de anuncios de despidos en Pepsico, Lanxess, Puma, Talleres ferroviarios Rioro, Gráfica Fangraf, Hutchinson, entre otras empresas que cerraron o redujeron la plantilla.

En noviembre de 2015, el empleo industrial totalizaba 1.256.400, bajando en abril a 1.202.200. De acuerdo al plan del Ministerio sin Producción, el 30 por ciento se encuentra en la etapa de “reconversión” (364 mil), proceso que recién se ha iniciado (54.200 despidos) quedando pendiente unos 310 mil puestos. Si continúa ejecutándose ese plan de debilitamiento de la industria, la dimensión de la crisis laboral provocada en forma deliberada será mayúscula. Mientras impostan un discurso de marketing de preocupación social, los máximos dirigentes de la Segunda Alianza están convencidos, por razones ideológicas, políticas, económicas o culturales, que el sufrimiento de miles de trabajadores con sus familias es el pasaje hacia la redención y el progreso.

Datos duros
La caída del mercado interno, el alza de los costos por los tarifazos y la apertura importadora constituyen el marco económico para la destrucción de empleo industrial. Pero además existe una política oficial de no hacer nada para frenar o amortiguar la pérdida de puestos. Para conseguir legitimidad política y económica de semejante golpe al tejido productivo y social, el gobierno ha desplegado una inmensa red de propaganda pública y privada que justifica ese daño con el argumento desgastado de la “pesada herencia”.

En materia de empleo tienen que hacer contorsiones para explicar el persistente retroceso desde diciembre de 2015 culpando de esa destrucción al ciclo populista. Pero como los datos duros no ayudan, les queda el recurso de falsear la situación pasada del mercado laboral, tarea para la que cuenta con la colaboración de un ejército de economistas de la city. Mercaderes de la información económica repetían antes y ahora, cuando aparecen cuestionamientos al programa neoliberal, que el estado del mercado laboral en el segundo mandato de Cristina Fernández de Kirchner era muy malo y que el aumento de la ocupación publicitado fue sólo de empleados públicos. Los datos oficiales no confirman esas sentencias.

El anexo estadístico del último informe del Ministerio de Trabajo “Situación y evolución del trabajo asalariado en el sector privado (abril 2017)”, permite analizar la evolución histórica del empleo desde enero 2009, primer registro de la serie:

En diciembre de 2011, el total de trabajadores sumaba 6.099.440.
En noviembre de 2015 había subido a 6.266.800.
Una sencilla operación matemática brinda el resultado: 167.400 más de trabajadores en blanco en ramas de actividad del sector privado.
Durante el segundo mandato de CFK hubo creación neta de trabajo formal en empresas privadas. Y desde enero de 2009 -comienzo de la serie estadística- el aumento fue de 606.800 puestos. Son estadísticas públicas (Ministerio de Trabajo-SIPA AFIP) que no están bajo sospecha ni fueron cuestionadas durante el kirchnerismo.

La industria no exhibió dinamismo durante el segundo mandato de CFK, pero esa situación no implicó pérdida de puestos. Los registros oficiales exhiben un alza de 5400 empleos en la industria en un contexto económico de muy escaso crecimiento en cuatro años, con una fuerte devaluación y caída del PIB de 2,5 por ciento en 2014. La política laboral y económica de esos años estuvo enfocada en cuidar el empleo industrial pese a las evidentes tensiones económicas que se desplegaban en diferentes frentes.

El contraste con el ciclo económico del macrismo es muy marcado. La caída del empleo industrial es persistente desde el primer mes del gobierno de Cambiemos. Es la más intensa desde 2002, incluso superior a la verificada en la crisis de 2009. En ese año, donde la debacle financiera internacional pegó muy fuerte en la economía local, el empleo industrial tuvo el siguiente movimiento:

En enero era de 1.181.900.
Tocó el piso en mayo con 1.155.800, acumulando una pérdida de 26.100 en cinco meses.
Doce meses después subió a 1.167.000, lo que implicó que la crisis derivó finalmente en una pérdida neta de 14.900 puestos.
Como se mencionó, de diciembre 2015 a abril 2017, en apenas diecisiete meses, se destruyeron 54.200 empleos industriales, 2,6 veces más que en el año de la peor crisis financiera internacional desde el crac del ‘30 del siglo pasado. Hoy el empleo industrial es similar al de noviembre de 2010 cuando se ubicaba en 1.198.500 puestos. Haciendo lo que no hay que hacer, el gobierno de Macri hizo retroceder el empleo hasta el nivel que tenía hace seis años y medio.

Por Alfredo Zaiat

Fuente: Página 12