Hamburgo se convirtió en la ciudad de las protestas
La cumbre se realizará cerca de barrios con larga tradición ecologista y de izquierda, donde ya cuelgan carteles que repudian el encuentro “Vienen a pelearse para definir el orden mundial”, rezan pancartas en los alrededores del lugar que albergará a los delegados.
07/07/2017 EL MUNDOLa cumbre se realizará cerca de barrios con larga tradición ecologista y de izquierda, donde ya cuelgan carteles que repudian el encuentro “Vienen a pelearse para definir el orden mundial”, rezan pancartas en los alrededores del lugar que albergará a los delegados.
“G20, vete a ……” y “A torpedear el G20, a combatir el capitalismo”, animan carteles colgados de la fachada de una casa en el Schanzenviertel, uno de los barrios reivindicativos de Hamburgo, ubicado a tiro de piedra de la sede de la cumbre del Grupo de los Veinte (G20).
“No queremos malas compañías”, resume otra pancarta el sentir de muchos habitantes de la zona hacia los poderosos del mundo.
El Schanzenviertel y el cercano Karoviertel, vecindades de callejuelas angostas y casas antiguas tienen una larga tradición de izquierda y ecologista. Durante décadas fueron descuidadas y sus alquileres bajos atrajeron a estudiantes, artistas e inmigrantes.
En los 90 se hicieron mejoras y en sus calles se alternan tiendas de productos orgánicos con otras de venta de vinilo, bares, boutiques con producción propia y agencias de publicidad. Allí, unos 8.000 habitantes se concentran en una superficie menor a un kilómetro cuadrado, de los que más del 20% son extranjeros. En las elecciones municipales, La Izquierda (29,1%) y Los Verdes (27%) fueron los partidos más votados.
“Aquí no los recibimos con gusto”, dice Conny Busch, que trabaja hace 35 años en un kiosco de la calle Susannenstrasse en cuya puerta hay afiches que rezan “La resistencia necesita solidaridad” y “No queremos sus guerras”.
Metros más allá está el “Rote Flora”, un antiguo teatro tomado por okupas desde 1989, que funge como centro de agrupaciones de izquierda autónoma y anarquistas en torno a la cual se celebran las protestas de mayo.
En la verja de una casa cuelga un estantería con folletos con consignas anticapitalistas. “Es una provocación que hagan la cumbre justamente aquí”, comenta un joven mientras trabaja en la vereda con su vieja moto.
Gert, un jubilado que no prefiere no revelar su apellido, pega carteles invitando a una charla sobre “La competencia imperialista al más alto nivel”. “Lo que vienen a hacer es a pelearse por definir el orden mundial”, asegura.
Muchos vecinos están horrorizados ante la perspectiva de vivir días en estado de sitio, con controles policiales y protestas en la calle.
“Vendrán idiotas que sólo empeoran el mundo: Trump, Putin, el de Arabia Saudí…”, dice Stephan Watrin, dueño de un anticuario en la Marktstrasse, frente a la Plaza de la Cooperativa en la que destaca un cartel de “Refugees welcome” (Bienvenidos refugiados).
“Este enorme despliegue policial crea un ambiente opresivo”, lo secunda Kathrin Müller, en su coqueto atelier de moda mientras pasan los patrulleros policiales.
No faltarán los vecinos que se irán de la ciudad. “El que tiene hijos se va”, dice el reparador de la moto. Los colegios y jardines de infantes de la zona estarán abiertos, pero no habrá clases obligatorias.
“En el barrio tenemos experiencia. Hay líos más temprano que tarde. Y mi hija de siete años se horroriza ante los tanques lanzaaguas”, dice una madre.