Historias de docentes rurales: cuando la vocación desafía cualquier obstáculo

En el sur cordobés hay 143 colegios de campo. Orgullosos de su tarea, los maestros aseguran que la educación en la ruralidad va de la mano del compromiso familiar. “El rol docente es valorado y respetado”

En el sur cordobés hay 143 colegios de campo. Orgullosos de su tarea, los maestros aseguran que la educación en la ruralidad va de la mano del compromiso familiar. “El rol docente es valorado y respetado”

En medio del campo, sorteando problemas de caminos inundados, flamea una bandera en una escuela rural en la que una docente y un puñado de alumnos hacen un culto de la educación.

Como la contracara de lo que a diario se observa en ciudades y localidades donde en las aulas alumnos y padres arremeten a golpes contra docentes, en las escuelas rurales la maestra es referente de autoridad y respeto.

En el sur cordobés existe un total de 143 escuelas rurales, repartidas entre los departamentos Río Cuarto, Juárez Celman, General Roca y Roque Sáenz Peña. En cada uno de estos establecimientos hay historias de sacrificio, esfuerzo, pero sobre todo de vocación y ganas. Son las de los docentes que a diario llegan, sorteando las más diversas dificultades, a dictarle clases a un puñado de chicos de todas las edades que mientras unos aprenden las primeras letras, otros descifran complejas operaciones matemáticas de quinto y sexto grado.

Aquí, la historia de seis docentes de la zona compartidas con PUNTAL.

La familia rural

La imagen de Sandra Miranda que se coló por redes sociales llegando a clases en un tractor, o caminando en medio de lagunas y un pizarrón bajo el brazo, evidencia el esfuerzo y la dedicación.

Sandra es docente única en el centro educativo “Almafuerte” de Guardia Vieja, un paraje ubicado a 21 kilómetros de Laboulaye. Una zona seriamente comprometida por las inundaciones. Para la “seño” el agua es una circunstancia más. “Hace 17 años que soy docente y he pasado por varias inundaciones”. Cada día la movilizan sus ganas de encontrarse con sus 14 alumnos.

“Soy docente rural por elección. Trabajar en la ruralidad es maravilloso. Los niños son increíbles. Encantadores, el apoyo de las familias, la unión de la comunidad rural, la valorización que tienen del docente, es lo que básicamente difiere en la tarea de enseñar en estos lugares o en ciudades. Además, trabajar con pequeños grupos permite personalizar la enseñanza”, sostiene Sandra.

“El rol docente todavía está muy valorizado. Entonces la comunidad apoya, porque es el punto de encuentro, de festejos”, insiste. Y destaca el apoyo de las familias que a diario también hacen un gran esfuerzo para asegurar la educación a sus hijos. Sandra ha sido docente también de los padres de algunos de sus actuales alumnos. Hay una familiaridad y un conocimiento de cada historia que están lejos de darse en las grandes ciudades.

“Los padres nos escuchan”

Evangelina Semprino es personal único en la escuela “Remedios Escalada de San Martín”, de La Invernada, a 25 kilómetros de Alpa Corral.

“Soy docente rural desde siempre. Vivo en el campo, a 17 kilómetros de la escuela donde trabajo desde hace más de 20 años. Soy parte de esa comunidad y la voy a seguir eligiendo”.

Por encontrarse en una zona serrana, los 12 alumnos que allí asisten concurren por la tarde en invierno, y por la mañana en verano. “Yo empecé enseñando en tiempos en que la escuela era el lugar de encuentro real, de socialización de los chicos de los campos. Hoy ha cambiado un poco, por la tecnología y demás. Pero lo que no ha cambiado es la valorización y el acompañamiento de las familias con la escuela. Nosotras nos sentimos muy valoradas, vinculadas con el grupo de padres, todavía nos escuchan. La palabra del docente es la autorizada. Están ávidos esperando una disposición nuestra para acatarla”, asegura esta maestra que en cada palabra manifiesta la pasión por la profesión que eligió.

En medio de la inundación

Sorteando lagunas y entre caminos intransitables, Mónica Ferreira llega cada día a la escuela “Santiago Derqui” de Colonia La Juanita, 15 kilómetros al sur de Jovita.

Después de tener otros destinos como docente, en 2010 fue nombrada en este establecimiento rural. “Fue todo un desafío porque yo iba para tomar cargo en una escuela urbana, y el cargo más cerca a mi lugar de origen, que es Jovita, era esta colonia. No dudé y no me arrepiento”.

Hoy a la escuela concurren 6 niños de la zona rural. La matrícula se redujo como consecuencia de las inundaciones que obligaron a muchas familias a migrar a los pueblos. “Tuvimos meses en que no podíamos llegar ni yo ni los alumnos. Este año fue particular. Pero aun así trabajando con los padres organizábamos actividades para no perder clases”, asegura.

“Estos niños son más creativos, receptivos y tienen otras expectativas e inquietudes. Hay niños que no tienen luz eléctrica, así que no pueden contar con computadoras”.

Involucrarse

En la escuela albergue “José Hernández” de Villa El Chacay, el docente y director Carlos Jaime dicta clases a 14 niños, de los cuales 7 permanecen durante toda la semana en el hospedaje escolar. Otra docente acompaña en la tarea.

“Al principio llegué a la escuela rural por una cuestión de designación, después fue vocación pura. Me tiró más el involucrarme con la realidad de los chicos, sus historias. Algunos son hijos de familias golondrinas. Todo eso da otra riqueza al proceso de educación. Plantea un desafío diario”, puntualizó.
Asimismo, destacó el compromiso de las familias que participan y se suman a las actividades que se les proponen.

Llegar como sea

En moto y sorteando vados y caminos muchas veces dañados, Daniel Machado llega cada día al centro educativo “Doctor Carlos Saavedra Lamas” de campo La Piedra, en cercanías del paraje Spernanzoni.

Daniel admite que eligió la enseñanza rural cuando “nadie quería agarrar”. Es que el dictar clases en el campo supone sacrificios,  horas en caminos inhóspitos y la responsabilidad única para formar a un puñado de niños ávidos de conocimientos.

“El maestro rural es vocación. La escuela rural no puede hacerse sin los padres, tenemos que trabajar todos los actores institucionales, vecinos, exalumnos, porque solos no podemos”, insiste el docente. A la escuela los chicos llegan en camioneta o a caballo.  “Cuando llueve y los chicos no pueden venir, mandamos las clases por whatsapp, y la ayuda de los padres es primordial”. La escuela que tiene a su cargo Machado hace años espera poder incorporar internet, para sumar nuevas herramientas al proceso educativo.

Fabio Díaz es oriundo de Agua de Oro (Santiago del Estero). Estudió la carrera de docente por mandato de su madre. Desde hace tres años es personal  único en el colegio “Damas Patricias”, ubicado a 15 kilómetros de Del Campillo. En medio de la inundación, la escuela no cierra sus puertas, Resiste junto al maestro y sus cuatro alumnos que llegan como pueden a tomar clase.

“Los chicos hacen un gran sacrificio, se levantan a las 6 de la mañana y llegan en tractor al colegio, porque hay agua por todos lados. Pero tienen tantas ganas de estudiar”, dice con orgullo este joven maestro.

Fuente: Puntal