Incendios: Córdoba, después del desastre

"A pocos kilómetros de la zona incendiada en Luyaba, en el límite de Córdoba con San Luis, empiezan a aparecer los campos de producción agropecuaria que se perciben a simple vista porque tienen una forma circular muy particular; después, la zona de Ambul, donde se produjo uno de los últimos grandes incendios, está fuertemente marcada por el avance del maíz y la ganadería, parece que estuvieras en La Pampa".

«A pocos kilómetros de la zona incendiada en Luyaba, en el límite de Córdoba con San Luis, empiezan a aparecer los campos de producción agropecuaria que se perciben a simple vista porque tienen una forma circular muy particular; después, la zona de Ambul, donde se produjo uno de los últimos grandes incendios, está fuertemente marcada por el avance del maíz y la ganadería, parece que estuvieras en La Pampa». Así graficó la situación del Valle de Traslasierra cordobés Celeste Rumie, integrante de la Coordinadora en Defensa del Bosque Nativo y habitante de la localidad de Luyaba, en el sur del Valle.

Según la activista, desde hace décadas en Córdoba «la frontera agropecuaria avanza por todos lados». Rumie explicó a Página/12 uno de los mecanismos utilizados para concretar el cambio de suelo: «En general los incendios afectan a zonas con familias de monte, productores regionales y ancestrales con actividades pequeñas. Al perderlo todo, sufren un empobrecimiento marcado y en la urgencia terminan por vender los terrenos a muy bajo costo, total al que compra no le importa esperar unos años hasta que el suelo se recupere, hacer cambio de uso y producir», detalló.

Además de ser una de las zonas más afectadas por los incendios de este año, en Traslasierra se encuentra buena parte del poco bosque nativo que aún permanece con vida en la provincia. Raúl Montenegro, biólogo de la Universidad Nacional de Córdoba, aseguró que de las doce millones de hectáreas de bosque nativo que la provincia tenía a principios del siglo XX, al inicio de este año «quedaba menos del tres por ciento». La mayor parte del bosque conservado se encuentra en el arco noroeste de Córdoba, donde está ubicado el Valle de Taslasierra.

¿Pero por qué es tan importante la conservación del bosque nativo? Según la bióloga cordobesa Adriana Arriaga, el sistema de destrucción que se produce a partir del fuego tiene la forma de un «círculo», que comienza con las llamas, deriva en crisis hídrica, sequías y vuelve a las llamas: «Al incendiarse el bosque se perjudica seriamente el sistema que permite el equilibrio del agua. El bosque funciona como una esponja, en época lluviosa las laderas de la sierra y las zonas ribereñas captan agua, y la vegetación permite que caiga poco a poco», indicó.

La bióloga explicó que es entonces cuando «se forman las vertientes y se alimentan las napas subterráneas, lo que permite que en la época seca sigamos teniendo agua y los ríos sigan corriendo. Todo eso se pierde cuando los incendios empobrecen el entramado de biodiversidad serrana, nuestros ríos pasan a tener un caudal muy pobre y eso repercute en sequías que a su vez contribuyen a expandir el fuego», advirtió Arriaga. Además, ante la pérdida de vegetación, el agua corre rápidamente y erosiona los suelos para arrastrar consigo materiales contaminantes que terminan en ríos y lagos.

Pero en lo concreto de la vida cotidiana, la destrucción del monte también se vive de forma crítica. Según Rumie, producto de la pérdida de árboles, este año Luyaba se vio asediada por vientos a los que la activista catalogó como «extraordinarios» y «descomunales», y que se sumaron a la sequía que invadió a Córdoba durante casi todo el año. «Una va al almacén del barrio y esos son casi los únicos temas de conversación, hay mucha preocupación en la gente», afirmó.

«Yo miro las sierras y siento dolor en el alma. Antes estaban cubiertas de árboles, algarrobos blancos y negros, quebracho blanco, espinillos, chañares, arbustos, pastizales, ahora han pasado tantas veces los incendios que el monte no se recupera», se lamentó Arriaga, que vive en la ciudad de Cosquín, en pleno Valle de Punilla, otra de las zonas más afectadas por los incendios.

Según la bióloga, en Punilla predomina el avance del negocio inmobiliario por sobre el agropecuario: «Lo poco que queda de bosque está al pie de las sierras y las casas avanzan hacia ahí, el negocio inmobiliario arrasa con todo», aseveró y agregó que «Cosquín siempre fue una ciudad turística pero tenemos miedo de convertirnos en ‘ciudad dormitorio’, como ya sucede por el lado de Sierras Chicas, donde la gente que trabaja en Córdoba, tiene casa ahí y vuelve solo para dormir».

Fuente: Página 12