Italia prefirió las promesas imposibles de los demagogos al realismo del gobierno

La derrota del PD, autor de políticas limitadas pero eficaces, por Di Maio, Salvini y Berlusconi es un síntoma de fuga de la realidad

La derrota del PD, autor de políticas limitadas pero eficaces, por Di Maio, Salvini y Berlusconi es un síntoma de fuga de la realidad

Steve Bannon, el teórico estadounidense del nacional-populismo fue uno de los arquitectos de la transformación de Donald Trump en un candidato competitivo que llegó a la Casa Blanca. Estuvo en Roma desde los días previos a las elecciones. Se declaró admirador del movimiento populista italiano, en el que incluyó a diversos partidos hasta sumar un 65 por ciento de los votos. Desde siempre tuvo como modelo a Berlusconi; ahora también se mostró entusiasta con el Movimiento 5 Estrellas y, claro, con el avance de la Liga de Salvini, que pasó de un 6-8 por ciento en tiempos de Umberto Bossi a un 17 por ciento con su nuevo líder.Bannon no vive en Italia y no tiene que sufrir las consecuencias del sistema bloqueado que salió del voto que tanto lo entusiasma, y que ya está pesando en los costos financieros que debe pagar el país por su enorme deuda pública (130 por ciento del PBI), y también se trasladará a los tomadores de deuda privada.

En las elecciones se evaluaban casi cuatro años de sobria gestión del Partido Demócratico de Matteo Renzi y Paolo Gentiloni, que actuaron dentro de los evidentes límites de todo gobierno italiano, y, desde diciembre de 2016, de uno condicionado por la derrota de la reforma constitucional del florentino, que lo obligó a renunciar y archivar sus sueños de estadista europeo. Vino entonces el siempre equilibrado Gentiloni, que por lo visto seguirá al frente del Ejecutivo por un tiempo. Pero su prolija gestión fue repudiada por los italianos, que se lanzaron en los brazos de los que prometen lo que saben es imposible cumplir: Berlusconi, con su propuesta demagógica de crear de la nada 15 millones de pensiones de mil euros; la expulsión de 650 mil inmigrantes que hace el liguista Salvini, un racista explícito, y muchos imposibles más. Los italianos, como dice Bannon, votaron mayoritariamente por opciones populistas. Algunas son incluso simpáticas, como el colorido Movimento 5 Estrellas (primer partido de Italia con 32 por ciento de los diputados), y otras ponen los pelos de punta, como la Liga y varios partidos menores de extrema derecha.

Como siempre, el demagogo promete aquello que sabe imposible. La reacción de Berlusconi cuando el periodista Enrico Mentana le señaló que la retahíla de promesas que hacía en ese momento «nos lleva a la bancarrota», es sintómatica: «¿Pero usted sabe con quién habla?» respondió el ex Cavaliere, y enumeró los logros empresarios que lo llevaron a ser el zar de los medios. El domingo Forza Italia no tuvo un gran resultado, y quedó bien por detrás de la Liga. Pero eso no fue un signo de madurez del votante, que solo buscó caras nuevas (Di Maio, Salvini) sin exigir programas serios y realistas, al contrario.

El retorno siquiera parcial de Berlusconi y el auge de un grupo pintoresco e irresponsable como el M5E de Di Maio _el primer partido político italiano_ tienen causas que van más allá de estos personajes de comedia. El negacionismo colectivo en que ha entrado la sociedad italiana, que evidentemente siente una enorme nostalgia por los años del «boom» y el «milagro económico» de los años 50, 60 y 70, tan irremediablemente lejanos en el pasado, es de unas dimensiones nunca vistas. El M5E no es nuevo: ya había llegado a un alarmante 25,5 por ciento en 2013. Fue ya entonces el partido más votado, apenas unas décimas por encima del PD de Renzi. Desde entonces, las respuestas del sistema político e institucional italiano no fueron suficientes, porque inevitablemente debieron ser limitadas: no hay soluciones mágicas para los países que fueron exitosos en un mundo que ya no existe, el anterior a la globalización. La reforma de Renzi, bochada en las urnas a fines de 2016, podría haber abierto el camino a cambios de fondo, que Italia necesita a gritos. Pero que los italianos se niegan a encarar. Prefirieron comprar «espejitos» en el bien provisto mercado de fantasías del populismo italiano. Mientras, sus hijos seguirán emigrando con su título universitario bajo el brazo hacia países más realistas: Gran Bretaña, Holanda, Alemania, Suecia, etc.

Fuente: La Capital