Jesús María, la ciudad que se transforma 12 días de cada año

El Festival de Doma y Folklore convoca a multitudes y genera un fuerte impacto local en lo urbano, lo social y lo económico. Para muchos es la oportunidad de sumar ingresos, por alquileres o negocios temporarios.

El Festival de Doma y Folklore convoca a multitudes y genera un fuerte impacto local en lo urbano, lo social y lo económico. Para muchos es la oportunidad de sumar ingresos, por alquileres o negocios temporarios.
Jesús María. La ciudad es otra: diferente, revolucionada, cambiada por 12 días, en el enero de cada año. Los otros 353 días vuelve a su normalidad.

Miles de visitantes impactan en la vida social, urbana y económica de una ciudad que no es turística de verano, sino sólo durante una semana y media y por efecto de un único e intenso evento.

Las 10 (ahora 12) noches del Festival de Doma y Folklore dan vuelta a Jesús María y se fueron convirtiendo, a la vez, en una posibilidad concreta para los vecinos de esta ciudad de hacer alguna diferencia económica.

Están aquellos que ponen su propia casa en alquiler, los que montan un negocio particular, y quienes transforman el galpón de un taller o el patio de su hogar en playa de estacionamiento. Y todo, por sólo 10 días.

La parrilla de la familia Roldán es sólo un ejemplo. Son 14 hermanos que se convierten en gastronómicos sólo durante una semana y media, desde hace más de 30 años. Antes y después, cada uno tiene otra actividad. El negocio temporario, pero ya clásico, tenía por nombre Los Muchachuchos, por la forma en que el abuelo Enrique llamaba a los más pequeños de la numerosa prole. Ahora, se llamará Tío Coco, en homenaje al tío mayor de los 14 hermanos.

“Nos llevamos bien y estamos de acuerdo hasta que llega el momento de repartir y ahí empiezan todos ‘no, no, pará, pará’”, cuenta en medio de risas el mayor de los hermanos Roldán. “Siempre digo que las noches del festival son el equivalente de la cosecha en el campo: si no la aprovechamos, se la comen los loros”, plantea.

Aunque en los últimos años les fue bien, tuvieron también momentos de “vacas flacas” como en la edición de 2001, cuando uno de los hermanos perdió un auto que había puesto en garantía. Gustavo, el más chico de los Roldán, aporta: “Comencé a los ocho años juntando botellas vacías de gaseosa en el festival, después pasé a hacer choripanes, a vender agua caliente, de todo. Todavía recuerdo que una noche de Horacio Guarany hicimos el récord con 15 mil choris vendidos”.

Alquileres

Rubén Mozzi encontró este año otra veta: decidió poner en alquiler su casa por primera vez. “Se dio la oportunidad de alquilarla a la empresa que trabajará en la iluminación del escenario del festival. Ese ingreso nos sirve para irnos de vacaciones un poco más holgados, con unos pesos extra”, dice Mozzi.

La mayoría de los vecinos que alquila su casa por esos días aceptó la sugerencia del municipio de pedir 500 pesos por persona, por día de alquiler.

Martín, nieto de doña Josefa Fandiño, se pasó los últimos días pintando y acondicionando la casa y unos departamentos pequeños de su abuela, para poner en alquiler durante las noches festivaleras. Le representarán unos pesos para afrontar el estudio de su carrera universitaria, que arranca en marzo, y a su abuela, un suplemento a sus ingresos como jubilada. Josefa se mudará en esos días a la casa de uno de sus hijos.

Para el sector hotelero formal, en tanto, esas noches de enero son casi la única posibilidad de ocupación plena durante 10 días seguidos. Nunca más tendrán esa demanda, hasta dentro de un año.

Pero Emilia Mizzau, del Hotel Jesús María, desmitifica que sea el único oasis que algunos podrían suponer. “Es un evento muy importante porque es altísima la cantidad de visitantes que llegan y como vidriera es significativa. Nos implica una preparación especial porque es un público diferente al que tenemos el resto del año, pero no es lo único que mueve a nuestro sector, que tiene huéspedes todo el año aunque no sea con ese pico”, valora Mizzau.

En números

Jesús María tiene unos 35 mil habitantes. En la última edición del festival se vendieron 170 mil entradas al predio. Pero la gente que se moviliza en la ciudad es mucho más. Algunas estimaciones ubican el número en 250 mil personas en los 12 días del evento.

No sólo están los visitantes que llegan de varias provincias para presenciar el festival, sino además los muchos que participan en la propuesta artística (desde músicos hasta grupos de danzas), la movida que representa la jineteada, y los que llegan para alguna actividad comercial o de servicios.

Fuente: La Voz