La batalla conceptual
El esfuerzo que hace la política por conducir la batalla cultural hacia el mundo de los conceptos se aceleró luego del rechazo de la ley ómnibus en el Congreso y el paso del presidente por el Vaticano.
16/02/2024 OPINIÓNEl esfuerzo que hace la política por conducir la batalla cultural hacia el mundo de los conceptos se aceleró luego del rechazo de la ley ómnibus en el Congreso y el paso del presidente por el Vaticano. El documento publicado ayer por CFK, “Argentina en su tercera crisis de deuda” argumenta sobre la existencia de dos modelos en pugna: el de la valorización financiera que hoy vuelve a gobernar el Estado, y el de la sustitución de importaciones que procura incluir socialmente mediante la creación de empleo. El texto de CFK afirma que el problema de la Argentina es la combinación de una economía de base bimonetaria con una periódica restricción de ingresos de dólares que bloquea toda tentativa industrialista. El modelo de valorización financiera al que se opone, por su cuenta, parte del diagnóstico opuesto: la crisis sería el producto de una economía “cerrada” que no puede financiar su déficit fiscal sino apelando a la emisión monetaria causante de la inflación. De modo preciso, CFK apunta en primer lugar a desmontar el mecanismo propiamente neoliberal que ya ha conducido a tres crisis de deuda en lo que va de estas cuatro décadas de democracia: la primera, originada durante la última dictadura terrorista, le estalló al gobierno de Alfonsín bajo la forma de una hiperinflación; la segunda, que comienza a gestarse con las privatizaciones y el régimen de la convertibilidad de Menem, le estalla a De la Rúa en 2001 cuando el FMI decide interrumpir el flujo de financiamiento del “blindaje” y el “déficit cero” del gobierno de la Alianza; y la tercera que surge del brutal endeudamiento del presidente Macri con el FMI, determina la aceleración inflacionaria con baja de ingresos populares que redundó en la pérdida de las elecciones del ministro-candidato peronista Sergio Massa.
El segundo objetivo del texto es una caracterización de la orientación del presidente actual como “showman-economista”. A su juicio el programa de Milei consiste en extremar el programa neoliberal por la vía simultánea del endeudamiento externo, la extranjerización de la tierra y de los recursos naturales, y la dolarización. En lo fundamental, la preocupación de CFK es la estrecha correlación entre patrón de acumulación neoliberal y deslegitimación de las instituciones políticas: los ciclos de endeudamiento y crisis no solo empobrecen económicamente a las mayorías por la vía de la exportación del excedente, sino que además desgastan peligrosamente las condiciones mismas de la política democrática en el país. El documento es rico en referencias: repara en la relevancia de la crisis de 2001 y en el asesinato de Maximiliano Kosteky y de Darío Santillán, lee la crisis de la 125 con las patronales del campo como crisis institucional del gobierno con el paso a la oposición del vicepresidente Cobos, destaca que la estrategia macrista incluyó un capítulo central dedicado a apoderarse del poder judicial, y ofrece su balance del gobierno de Alberto Fernández mas allá de los efectos inevitables de la pandemia. El incumplimiento del contrato electoral del peronismo se debió, según ella, a su incapacidad de proteger los dólares provenientes de los superávit comerciales previos a la sequía del 2023 y a la convalidación del endeudamiento macrista que supuso un sometimiento a restricciones de políticas públicas impuestas por el Fondo.
Leído críticamente, el texto deja sin respuestas a algunas preguntas centrales sobre las razones por las cuales los gobiernos kirchneristas no lograron modificar de modo consistente el patrón de acumulación-financiera; ni sobre porqué se delegó la gestión del endeudamiento al par Fernández y Massa (bajo cuya gestión se liquidó el programa de «ascenso social” del peronismo); ni qué alternativas ofrecía el kirchnerismo a la convalidación que Alberto Fernandez y una parte del peronismo hizo de la deuda con el FMI; ni a cómo dar cuenta en un sentido amplio de las razones por las cuales el descontento popular se orientó precisamente hacia Milei. El texto posee un valor político al menos en tres direcciones: orienta la discusión hacia el plano conceptual, intenta ordenar el debate en el peronismo y reacciona ante la anunciada fusión del grupo político de Macri y de Milei.
Por la noche se conoció la respuesta del presidente al documento de CFK. En una entrevista concedida de apuro a un trío de periodistas de un canal oficialista el presidente Milei aceptó la existencia de los dos modelos en pugna propuestos por CFK y defendió enfáticamente la tesis según la cual el principal problema del déficit fiscal en una economía “cerrada” acaba por provocar emisión monetaria y el consecuente agravamiento del fenómeno inflacionario. Milei también propone una lectura sobre la correlación entre patrón de acumulación y deslegitimación política de las instituciones, solo que la suya funciona en un sentido inverso al de CFK. Para él, como sabemos, la defensa del déficit tiene como causa principal de la «decadencia» del pais a la existencia de una “casta política” que se interpone en la producción de riquezas substrayendo una parte del excedente que luego se cubre por la vía de acciones distorsivas sobre el mercado (como la emisión y el cobro “violento” de impuestos). Este “robo” perpetrado por “los políticos” es lo que explicaría, según Milei, el masivo rechazo popular de quienes se ofrecen como representantes del pueblo y su propio triunfo electoral, interpretado como un mandato de acabar con la política, tarea casi imposible para un presidente forzado a pactar con parte de esa misma casta debida a su notoria debilidad institucional.
En dicha entrevista Milei declaró que el Estado (el Estado como concepto, da igual que sea el argentino o cualquier otro) es una «organización criminal» que no admite buena gestión puesto que está en su naturaleza constitutiva el ser una mediación delictiva (consistente en el uso de la fuerza para substraer una parte de la riqueza que producen e intercambian los individuos). La base de su rechazo anárquico del Estado, es según él mismo lo explica, de índole fundamentalmente moral: “robar”, dice, está “mal».
Aún si lográsemos substraernos de la perplejidad que produce la aparente paradoja de un Jefe de Estado que procura destruir al mismo Estado que conduce por efecto del voto popular –situación que nos recuerda la pregunta que Horacio González hacía a los personajes de Arlt: «¿usted es o se hace?»– permanece la incredulidad ante los supuestos mismos del razonamiento presidencial al menos en dos puntos. ¿Cómo aceptar la idea de que la producción de bienes y servicios sería una actividad llevada a cabo por individuos aislados, tomados al margen de las relaciones sociales de cooperación que ocurren bajo el comando de la empresa capitalista que es en definitiva quien toma decisiones buscando maximizar ganancias? ¿Y cómo interpretar el valor de una concepción según la cual los propios capitales ya no precisarían de intervención alguna del Estado a la hora de superar sus crisis recurrentes, que conciernen tanto a la tasa de ganancia como a la reproducción de la sociedad misma? Milei afirma que la liberalización de la economía nos asemejaría a Alemania, mientras CFK le pide que saque jugo a su reciente gira y aprenda algo sobre el rol que juega el Estado en Israel, (país que el presidente admira de un modo tan negador de lo que allí ocurre que el analista académico Gabriel Tokatlian acaba de calificar como “dogmático”). Se podría agregar al debate en curso, y siempre en base a la mas elemental evidencia histórica, que ni el capitalismo ha funcionado nunca sin Estado, ni el Estado tuvo siempre la misma forma durante las sucesivas fases del propio capitalismo, ni resulta fácil concebir algo así como un Estado no capitalista en el capitalismo. Si lo que se discute en la Argentina de hoy es la relación adecuada entre Estado y capital en vistas a la estabilización de la crisis habría que introducir en este debate una mirada sobre cuestiones esenciales como las mutaciones (y precarizaciones) del mundo del trabajo, las formas de endeudamiento populares, los efectos de la digitalización sobre los modos de la comunicación política, la intensificación de las economías neo-extractivas y las medidas concretas que impedirían la fuga del excedente productivo nacional. Lo interesante de todo debate conceptual es la posibilidad de una apertura a nuevas conceptualizaciones.
Por Diego Sztulwark