La casta jubilada, al borde de la indigencia 

Bajarse de la prepaga, los que tenían un resto, suspender medicamentos, los que ya no pueden afrontar más aumentos desmesurados. Cómo vive la clase pasiva el cambio que los dejó como grandes perdedores.

Bajarse de la prepaga, los que tenían un resto, suspender medicamentos, los que ya no pueden afrontar más aumentos desmesurados. Cómo vive la clase pasiva el cambio que los dejó como grandes perdedores.

“Es increíble como me cambió la vida, es demasiado para mí”. Liliana es jubilada y entre los «cambios» que debe afrontar en estos días hay uno que ubica como «el gran retroceso», un hito no planeado: tuvo que darse de baja de la prepaga. También su economía doméstica sufrió un cambio inesperado: “Ahora saco de mis ahorros para vivir y me angustia muchísimo, porque es el dinero que ahorré durante 30 años de trabajo y veo que me voy quedando cada vez con menos, eso es muy triste”, cuenta. “Es una nueva etapa para mí, que no esperaba», lamenta. Pese al gesto de gentileza que ensayó el ministro de Economía esta semana, al anunciar el resultado de la fórmula de movilidad y un bono de 70.000 pesos aún sin fecha de pago, se estima que las jubilaciones perderán 44 por ciento contra la inflación en el primer trimestre del año. Y es justamente la licuación de las jubilaciones lo que explica casi la mitad del superávit fiscal del que se ufanan el presidente Milei y su ministro Caputo. Con el «bono de refuerzo» inluido, los jubilados con la mínima cobraron el último mes 160.713 pesos. «El segmento etario que menos pobres tiene es el de los jubilados», justificó recientemente el Presidente en una entrevista televisiva, antes de volver a su mantra «No hay plata».

Sin cobrar la mínima, Liliana se ubica como «clase media»: “Yo antes vivía de la jubilación más o menos tranquila, pero desde hace unos meses empecé a privarme de un montón de cosas. Compro con la tarjeta de crédito o uso los ahorros. Es una nueva etapa para mí, y no puedo acostumbrarme. Pensar en vivir sin la prepaga me genera mucha incertidumbre y me angustia mucho”, se sigue lamentando. Pero “hay compromisos que no podés dejar de pagar, como las expensas o los impuestos, entonces te restringís”, explica. También la planificación insidiosa y detallada de los gastos aparece como otro nuevo rasgo de este estilo de vida austero y poco prometedor. “Me recuerda a otras épocas similares de mi vida, como la del corralito, donde también perdí parte de mis ahorros”, compara Liliana y concluye que, siendo jubilada, tiene aún menos herramientas para capear esta crisis: “yo ya no puedo salir a trabajar más, y más, y más para llegar a fin de mes”.

Pérdidas
Los cálculos del Instituto Argentino de Análisis Fiscal (Iaraf) difundidos esta semana mostraron que “con una inflación proyectada de 16 por ciento en febrero y 15 por ciento en marzo, los haberes previsionales incrementados con la fórmula de movilidad tendrían una pérdida de poder adquisitivo del orden del 43,4 por ciento en el primer trimestre del año”. Si se toma como cierta la inflación proyectada por Argañaraz hasta mayo, solo se evitaría una pérdida en el poder adquisitivo de los jubilados que cobran la mínima pagando un bono de 236.000 pesos mensuales durante marzo, abril y mayo.

El economista Haroldo Montagu, de la consultora Vectorial, difundió un informe que mostraba que los haberes mínimos más los sucesivos refuerzos llegaron a «ganarle» un 10,3 por ciento a la inflación durante 2022, mientras que entre enero y octubre de 2023 perdieron apenas 0,2 por ciento en términos de poder adquisito. Pero entre octubre de 2023 y marzo de este año anotaron una caída del 14,2 por ciento.

El costo de la salud
La semana pasada se conoció un nuevo fallo a favor de una jubilida marplatense que no pudo hacer frente a los aumentos de las cuotas de medicina prepaga, que solo en los primeros dos meses del año acumularon un 280 por ciento. El juez entendió que se encontraba “comprometido el derecho a la salud” amparado por el artículo 42 de la Constitución Nacional. También otras cautelares similares se están abriendo paso en la justicia al ingresar Registro de Procesos Colectivos de la Corte Suprema de Justicia, aunque el máximo tribunal aún no los trata.

No sólo las prepagas sino los remedios están por las nubes y aprietan el bolsillo de los jubilados: según los datos del CEPA publicados por este diario, el aumento entre los diez que más subieron el mes pasado fue del 31 por ciento, con picos del 83 por ciento y el 45 por ciento en apenas un mes.

“La medicación que yo tomo la cubre IOMA, pero los remedios de mi marido y de mi padre aumentan todos los meses y ya se fueron a más del doble”, advierte Lía, de la ciudad de Campana. “Además en esta zona la atención en el sistema de salud está colapsado, te toma meses para que te den un turno y todos los especialistas cobran plus o copago aunque entregues PAMI, prepaga y IOMA, como en nuestro caso, que somos tres jubilados”, relata.

Patricia, de Chacarita, también apunta al tema remedios como un gran desestabilizador, aun sabiéndose «afortunada» porque no realiza tratamientos de alta complejidad ni tiene enfermedades crónicas complejas («colesterol y tiroides, lo normal», apunta). “En remedios gastaba 7.000 pesos hasta diciembre del año pasado, con cobertura de PAMI y una prepaga. Hoy los mismos remedios me salen 18.000 pesos”, explica.

Trabajar de buscar descuentos
“Estoy atenta a un montón de cosas que antes no tenía en mente”, comenta Mirta, jubilada de 68 años de Villa Luzuriaga, en el partido de La Matanza. “Tengo que planificar el consumo, aprovecho las ofertas de los supermercados: si hay un 70 por ciento menos en la segunda unidad, elijo eso. Y busco los descuentos con la Cuenta DNI. Camino mucho porque lo que encuentro en una verdulería, está a mitad de precio en otra cuadra, es la misma calidad pero con una disparidad de precios enorme”, observa.

“Mi marido y yo tenemos Cuenta DNI para usar los descuentos, y los aprovechamos todos”, cuenta Lía, de la ciudad de Campana. La Cuenta DNI del Banco de la Provincia de Buenos Aires ofrece distintos descuentos, inluido uno especial del 100 por ciento para personas mayores de 60 años, de hasta 2.500 pesos mensuales. Entre los jubilados y jubiladas consultados para esta nota, todos mencionan esta herramienta que tiene un uso extendido en los comercios bonaerenses, y limitado en la Ciudad de Buenos Aires.

“Tenés que medirte todo el tiempo, si compro algo este mes, tengo que postergar para el mes siguiente”, comenta Mirta y recuerda que antes no estaba pendiente de ese tipo de cosas. Un ejemplo es el alimento para las mascostas o los productos anti-pulgas, que ahora solo puede comprar con ayuda de su hija. «Es un retroceso», afirma. Ahora consume menos carne, suprimió salidas y ya no se compra ropa. Y una novedad: dejó de comprar, también, algunos remedios. «No es que suspendí un tratamiento, eso no lo haría. Pero sí suspendí todo los que eran ‘por si acaso’: Actron, protector gástrico, antiácido… Eso ya no va más», explica.

Mirta cobra una jubilación y una pensión, pero como tantos y tantas, debe seguir trabajando para completar su ingreso mensual. Quisiera “aflojar un poquito”, dice, pero sabe que eso no será posible en este contexto.

Vida alegre, vida digna
“Si voy a tomar un café con mis amigas tengo que pensarlo mucho, y no estoy hablando de salir al cine o al teatro porque ya no puedo si no me invitan”, menciona Patricia, jubilada del barrio porteño de Barracas. “Me ajusto muchísimo en cada compra. Antes salíamos con mi marido a comer una vez por semana, pero desde las fiestas lo suspendimos. Ya no nos da el presupuesto y te salen con cualquier precio, no hay parámetro alguno”.

“Tenía que comprarme vestidos de verano y fui a Avellaneda, lo cual me estresa mucho porque es difícil encontrar productos de calidad y hay mucha gente, pero compré tres vestidos al precio de uno. Un tiempo atrás los hubiera comprado en cualquier comercio del barrial”, comenta. El relato sintetiza bastante bien el cambio que produjo el gobierno de Javier Milei, de transformar cosas que generaban placer en algo tortuoso.

“La vida no es comer, respirar y dormir. Uno tiene derecho y dignidad de comprarse algo que le gusta o de salir a cenar. Es parte de la vida sana, alegre. Reconfortarse a uno mismo. A mí me hacen feliz los adornitos para la casa, por ejemplo, pero también me privé de eso. Y una vida llena de privaciones te deteriora la salud, te bajonea mucho”, advierte Liliana.

“Yo soy bastante austera en cuanto a los gastos de luz y gas, nos cuidamos porque sabemos que van a venir los aumentos. También cuido las cosas para que no se me rompan porque no sé si las voy a poder reponer”. Las nuevas vidas al borde, austeras, hipercuidadosas y aumentadas en temores son las consecuencias directas de “el mayor ajuste fiscal de la historia”.

Fuente: Página 12