La economía popular más allá de los mitos

El ex presidente del INTI introduce la polémica sobre qué es un excluiído, y por lo tanto llama a pensar alternativas con futuro sólido.

El ex presidente del INTI introduce la polémica sobre qué es un excluiído, y por lo tanto llama a pensar alternativas con futuro sólido.

El capitalismo global se concentra cada segundo en cada lugar, acumulando patrimonio e ingresos en pocas manos a expensas de las mayorías.

Como elemental y directa consecuencia, en la Argentina millones de personas quedan fuera del mercado, tanto como trabajadores o como consumidores. Esos compatriotas por supuesto siguen viviendo y tratando de construir ámbitos de supervivencia a pesar de la derrota que representa su exclusión de los escenarios más aceptables.

Esa serie de intentos es lo que ha pasado a llamarse economía popular, término definido desde los propios damnificados y que necesita algunas precisiones.

Por empezar, la exclusión no es un hecho puntual sino que es un proceso dinámico, que jaquea empresas y personas. En cualquier momento histórico se puede identificar quiénes ya se cayeron; quiénes están en la cuerda floja; incluso quiénes adaptaron sus expectativas de vida a un marco de referencia restrictivo, que cambió su lógica económica en algunos aspectos.

Un cartonero, un ciudadano sin techo, son la evidencia más inmediata. Una empresa productora de indumentaria que está enfrentada al dilema de apelar al trabajo cuasi esclavo para subsistir, sufre una amenaza similar. Un panadero de Formosa que vende el pan 30 por ciento más barato que un panadero porteño, por su parte, entendió que sus consumidores tienen una capacidad de consumo limitado y por lo tanto adaptó sus expectativas de ingreso. Todas las situaciones mencionadas son formas de la exclusión.

Llamar economía popular al trabajo organizado por los cartoneros o por quienes buscan la changa mínima, de tal manera, es tomar solo una parte del universo de los damnificados y perder perspectiva sobre el problema global. Sin duda son los que están en situación más endeble, pero comparten la causa de su problema con muchos otros.

Esa es una cuestión a considerar para perfilar mejor el concepto. Otra, muy importante, es qué buscan las iniciativas que se toman desde la economía popular.

Básicamente, son dos vías:

a) Volver a entrar al mercado del cual se los excluyó o que está cerca de prescindir de ellos.

b) Construir ámbitos nuevos, en que la sustentabilidad esté más clara.

Las organizaciones sociales más representativas se han orientado preferentemente en el primer sentido, reclamando de cada gobierno la contención debida, hasta que la expansión del mercado lleve a la recuperación de ingresos para los más humildes. Esta lógica es esencialmente la misma de las pymes amenazadas por la falta de demanda, que reclaman la reducción de impuestos o de aportes previsionales, como forma de corregir su rentabilidad. Es decir: Regresar al mercado que los tiende a expulsar o que ya lo hizo. Hasta este momento son muchos más los esfuerzos de contención de los sucesivos gobiernos, que los intentos exitosos de modificación de las condiciones que llevaron a la exclusión o al estrangulamiento de las actividades perjudicadas. El sueldo a cartoneros por parte del gobierno de CABA; los acuerdos con tamberos; las líneas de crédito a pymes en crisis, son variantes de acciones de prolongación de los problemas y no de soluciones efectivas.

La otra opción, de búsqueda de nuevos caminos sustentables, tiene pocas experiencias concretas y no podríamos señalar que tiene una teoría económica cerrada que la respalda. Se trata de la búsqueda que estamos haciendo quienes hablamos de producción popular.

En esencia, el concepto es construir escenarios donde la producción de bienes y servicios asegure la existencia de la cadena completa, desde las instancias más primarias de una manufactura hasta el vínculo con el consumidor. Dos ejemplos pueden ayudar a entender la idea.

Pagar un sueldo a un cartonero, que trabaja en condiciones indignas y que de ese modo consigue una retribución, aunque sea por debajo de la canasta más básica, es contenerlo. En cambio, construir una cadena de valor en que el cartonero se convierte en miembro de una cooperativa de recuperación organizada de residuos, que es dueña de esas materias primas, las clasifica y participa de procesos industriales de reciclado, es producción popular sustentable.

Bajar impuestos a una pyme alimenticia que está siendo ahogada por las condiciones financieras de los hipermercados, es contenerla. Lo mismo sucede al acceder a los reclamos impositivos de empresas productoras de indumentaria que sin embargo pagan alquileres abusivos en los paseos de compra. Crear ámbitos de acceso directo a los consumidores, con sistemas de distribución y comercialización que sean un servicio y no un negocio de intermediación, es en ambos casos marchar hacia la producción popular sustentable. Los empresarios involucrados deben entender la diferencia y asumir el desafío ideológico de integrarse.

Todos los ejemplos mencionados pertenecen a la economía popular y hay muchísimos más que tienen que ver con la vivienda social, con la infraestructura energética o de tratamiento de efluentes en un barrio, decenas más, tanto en grandes urbes como en pequeñas comunidades . Se trata de las reacciones de los expulsados, los ahogados, los que caminan por la cornisa. Hay dos categorías de respuesta: contención, barajando de vuelta o modificación de elementos estructurales de variada relevancia.

El Instituto para la Producción Popular (IPP), en que trabajamos, no descalifica ninguno de los senderos. Simplemente, considera de mayor valor estratégico aquello que transforma las relaciones, aunque es evidente que la evolución es bien compleja e implica avanzar con grupos sociales con variado nivel de claridad y de riesgo de supervivencia.

Construir opciones superadoras del capitalismo concentrador desde dentro del propio sistema que causa el problema y con actores que sufren los efectos más agudos de la discriminación y la exclusión, es tarea titánica. La tarea se hace más llevadera cuando se asume que la posible alternativa,la que llamaríamos reincluirse en los mismos términos originales, es endeble.

Fuente: Página 12