La igualdad es indispensable para acabar con el cambio climático y la pobreza
Si no reducimos las emisiones de gases de efecto invernadero, en cinco años habremos desencadenado un colapso climático global irreversible y profundizará la pobreza
04/03/2024 EL MUNDOSi no reducimos las emisiones de gases de efecto invernadero, en cinco años habremos desencadenado un colapso climático global irreversible y profundizará la pobreza
Las emisiones globales de gases de efecto invernadero (GEI) siguen aumentando, derivadas del uso de energías fósiles, el cambio en la utilización de suelos, estilos de vida ostentativos y banales, patrones de consumo y producción irracionales. El cambio climático causado por el hombre está produciendo extremos meteorológicos y climáticos en diversas regiones del mundo, impactando en la seguridad alimentaria y el agua, la salud humana, las economías y sociedades, y produciendo pérdidas y daños irreparables a los ecosistemas y a las personas que padecen la pobreza.
El último informe del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) ha demostrado de forma clara que los países ricos con altas emisiones y las grandes empresas contaminantes son los mayores responsables de esta creciente crisis climática. Desde el 2020 a la fecha, los valores de desigualdad sostenible se han incrementado. Ante esto, ¿no sería más justo que quienes más GEI emiten hagan los mayores sacrificios, acorde a sus mayores posibilidades y beneficios, para resolver la crisis climática global?
La función de los países del Norte global en la crisis climática y su responsabilidad en ella están bien documentados: se ha demostrado que, debido a su pasado histórico y en varios casos colonial, los países clasificados por la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) en la categoría de «Anexo 1», los más industrializados, son responsables del 92% de las emisiones. También lo está el papel de las grandes corporaciones, en especial en el caso de las empresas de combustibles fósiles. Un estudio de alto nivel ha revelado que el 70 % de las emisiones industriales de GEI desde 1998 tienen su origen en tan solo 100 empresas productoras de petróleo, carbón y gas.
Las comunidades que históricamente son las que menos contribuyeron a producirlos se ven afectadas de manera desproporcionada e irreversible. El resultado: pobreza, inequidad e injusticia, barreras económicas, institucionales, sociales y de capacidad, respuestas aisladas, falta de financiación y de cooperación tecnológica necesarias, nos demuestran claramente los niveles de desigualdad imperante. Entretanto, los grandes capitales han seguido beneficiándose, no existe un incentivo de «libre mercado» para prevenir los desastres. Un clima económico en el que una empresa sólo se considera sustentable si está constantemente expandiéndose y aumentando su producción y recaudación de ganancias, no puede detenerse ante algo tan trivial como una catástrofe global latente.
Los informes del IPCC, sustentados en cuantiosas investigaciones publicadas a lo largo del mundo, muestran que las mayores emisiones de GEI son realizadas por el porcentaje de personas más ricas del planeta, mientras que el porcentaje más pobre es el que menos emite y el más impactado. Entre 2010 y 2020 la mortalidad humana por inundaciones, sequías y tormentas fue 15 veces mayor en regiones de alta vulnerabilidad que en regiones de baja vulnerabilidad. Queda claro que la resiliencia climática es desigual.
El último informe, publicado el 20 de marzo de 2023, cerrando 8 años de trabajo, no deja lugar a dudas sobre la emergencia climática a la que nos enfrentamos y la necesidad de actuar lo antes posible y equitativamente.
«En todas las regiones del mundo, el incremento de eventos de calor extremo resultó en mortalidad y morbilidad humana […] En algunas regiones analizadas, los desafíos a la salud mental están asociados a temperaturas cada vez mayores, traumas por eventos extremos, y la pérdida de viviendas y cultivos». «Los extremos calientes se han intensificado en las ciudades. La infraestructura urbana, incluidos los sistemas de transporte, agua, saneamiento y energía, se ha visto comprometida por eventos extremos y de evolución lenta, con las consiguientes pérdidas económicas, interrupciones de los servicios e impactos negativos en el bienestar. Los impactos adversos observados se concentran entre los residentes urbanos económica y socialmente marginados», nos plantea este último informe presentado por el IPCC.
«Los años más cálidos que hemos vivido hasta ahora estarán entre los más fríos dentro de una generación», afirma el IPCC . Esto significa que la juventud actual se va a ver afectada de manera importante por el cambio climático, y esos jóvenes nunca experimentarán las condiciones climáticas vividas por las generaciones anteriores, incluso en escenarios futuros de emisiones muy bajas. La generación nacida en 2020, por ejemplo, experimentará 7 veces más episodios de calor extremo que los nacidos en 1960. Pero también el doble de incendios forestales y sequías, y casi el triple de inundaciones y malas cosechas.
Los responsables de estar subiendo el termostato global de manera activa y amenazando con ahogar al 20% de la población mundial son los multimillonarios en las salas de juntas de sus compañías. Las mismas que sembraron el rechazo y el escepticismo, durante años insistiendo en que el cambio climático no existe o es exagerado, y lo peor es que conocen la realidad de la situación desde hace mucho tiempo, operando fraudulentamente con unos pocos científicos, periodistas y medios negacionistas, contratados y financiados para tales fines.
Una investigación que analiza las emisiones derivadas de los hábitos de consumo (las llamadas «emisiones por el estilo de vida») de 20.000 millonarios ha revelado que cada uno de ellos genera, en promedio, más de 8.000 toneladas de dichas emisiones en un sólo año. El 60 % de las emisiones generadas por el 10 % más rico de la población tienen su origen en países de renta alta. Las emisiones de este grupo se ven impulsadas por el incansable bombardeo publicitario y un sistema económico orientado hacia el consumo continuo y desenfrenado.
Para limitar el calentamiento global a largo plazo a 1.5 °C es necesario que, en 2030, el total de las emisiones globales se haya reducido en un 48 % (en comparación con los niveles de 2019). Nuevas previsiones basadas en la investigación del Instituto de Medio Ambiente de Estocolmo, Suecia (SEI) y Oxfam Internacional apuntan a que, en 2030, las emisiones per cápita derivadas del consumo de las personas más ricas del mundo (el 1 % más rico) multiplicarán por más de 22 el nivel compatible con el objetivo de limitar el calentamiento global a 1.5 °C, que equivaldría a 2,8 toneladas de dióxido de carbono (CO2) per cápita al año. Por el contrario, se prevé que las emisiones de la mitad más pobre de la población sigan siendo una quinta parte del nivel compatible con mantener el calentamiento global en 1.5 °C.
En definitiva, afrontar esta doble crisis requiere de metas ambiciosas que, mediante acciones dinámicas y valientes por parte de los gobiernos, devuelvan el control de la economía al 99 % de la población, a fin de garantizar la consecución de los 3 objetivos que se plantean a continuación:
Un aumento radical de la igualdad. Los Gobiernos deben reducir de forma drástica la brecha entre los más ricos y el resto de la población, garantizando con ello una vida digna para todas las personas y, al mismo tiempo, proteger y preservar nuestro planeta. Las sociedades más igualitarias tienen mayor capacidad para gestionar los enormes riesgos e impactos de los fenómenos meteorológicos extremos de manera justa y eficaz.
Una transición rápida y justa que deje atrás los combustibles fósiles, eliminando su uso en los países ricos de manera más rápida y significativa. Provisión universal y accesible de energías limpias renovables, transportes públicos y viviendas seguras energéticamente eficientes, protección de todas las personas frente a los fenómenos meteorológicos extremos, y apoyo para sufragar las pérdidas y daños ya causados.
Un nuevo propósito para una nueva era: rediseñar y reinventar nuestra economía con el objetivo expreso de que su principal prioridad sea garantizar la vida y la prosperidad tanto de las personas como del planeta.