Entre la necesidad y el ingenio, la bici vuelve a Cuba

En los 90 fue un símbolo de la crisis en la isla, pero hoy también allí se la ve como una alternativa de transporte diario.

En los 90 fue un símbolo de la crisis en la isla, pero hoy también allí se la ve como una alternativa de transporte diario.

Símbolo de los años de crisis que aún despiertan aversión, las bicicletas están regresando gradualmente a la moda en Cuba, bajo el impulso de turistas y cubanos a menudo desalentados por la falta de transporte público.

Bienvenidos a la meca cubana de la bici. A la entrada de Cárdenas, una ciudad de 120.000 habitantes que bordea la costa norte, ubicada unos 150 km al este de La Habana, una imponente bicicleta de hierro forjado recibe al visitante.

Por las calles de esta ciudad de obreros y relieve llano, las dos ruedas forman legiones: algunas son de montaña, un puñado modernas de paseo, y la mayoría tienen piezas destartaladas y oxidadas.

Bajo un ardiente sol tropical, con sus pies sobre el eje desnudo de los pedales y un manubrio desprovisto de asas, Osvaldo suda la gota gorda sobre su MB3 soviética con frenos de pedal.

“En Cárdenas todo el mundo anda en bicicleta, aquí es cultura. (La uso para) moverme y tirarle todo lo que pueda arriba”, explica este informático de 45 años, mientras detalla las partes de su bici, todas compradas de segunda mano excepto los neumáticos.

Entre los modelos antiguos que llaman la atención dominan los chinos “Forever” y “Flying Pigeon”, que inundaron la isla durante la época de penurias de los años 1990. También hay MB3 plegables de los 1980 y, en menor medida, las estadounidenses “Schwinn” de la década del 1950.

A mediados de los 1990, Cuba se lanzó a fabricar su propio modelo, la “Minerva”.

“Salían malas. Se partían los tenedores, había que reírse, porque cuando se partía el tenedor (horquilla), se iba de cabeza uno”, recuerda Lázaro Pereira, que trabaja como reparador de bicicletas en Cárdenas. Precisa este ex mecánico industrial de 43 años, “la bicicleta viene para una sola persona y nosotros queremos montarle cuatro”.

En la isla, buena parte de las bicicletas son “mejoradas” y equipadas con asientos de madera adicionales o cestas de todo tipo. Algunos incluso les adaptan motores pequeños de cortacésped, un riesgo sobre todo si los frenos están defectuosos.

Cuando los sillines se agrietan con el paso de los años, se pueden arreglar con madera, espuma y plástico. Los más afortunados encargan a un tapicero una nueva estructura de metal sin muelles, forrada de esponja envuelta en vinilo y ya está.

Durante el “periodo especial” de crisis económica y escasez que siguió al colapso del bloque soviético, principal sostén de la isla, Fidel Castro alentó el uso de la pequeña reina y distribuyó miles a la población. Pero el retorno del transporte motorizado y la falta de piezas de recambio desanimaron a muchos ciclistas, especialmente en la capital.

Todavía hoy, “la bicicleta puede tener una connotación negativa porque durante más de 10 años era casi el medio de transporte único, y se viene arrastrando como ese sentimiento de pobreza que se vivió”, explica Denis Alvarez, estudiante de geografía, de 21 años y amante del ciclismo.

En general, “las personas que pasaron los 50 ya le hicieron un poco de rechazo”, pero “las nuevas generaciones se dan cuenta de la importancia de la bici”, asegura Naybis Díaz, propietaria de VeloCuba, una de las agencias de alquiler y reparación de bicicletas creadas en los últimos años en La Habana.

“Desde hace cinco años se ve un movimiento más grande en el mundo de la bici, lo vemos en la calle y nos gusta mucho”, agrega esta emprendedora, que plantea la bicicleta como una alternativa a un sistema de transporte público considerado poco fiable.

Fuente: Los andes