La pequeña producción, una apuesta que falta

Bajo el lema "De nuestras manos a tu mesa", el evento reunió a productores de todo el país, expuso las trabas a la pequeña escala y la necesidad de impulsarla con políticas concretas. 

Bajo el lema «De nuestras manos a tu mesa», el evento reunió a productores de todo el país, expuso las trabas a la pequeña escala y la necesidad de impulsarla con políticas concretas.

Cada vez que Daniel baja con mercadería del mar, hay una o dos o tres personas que lo están esperando en la playa. Le ofrecen comprarle todo lo que sacó, ya, en ese momento. Daniel no tiene cámara de frío ni tampoco una cantidad de clientes que le den la tranquilidad de que vaya a poder ubicar las corvinas, los meros, los besugos y los salmones antes de que se pongan feos. En esta relación comercial, el precio lo pone el comprador. Daniel accede. Sabe que ese salmón que vende a 200 pesos el kilo, va a estar exhibido a 800 en cualquier vitrina de cualquier pescadería de Capital. Igual, Daniel accede.

Daniel es uno de los 1.500 productores de la agricultura familiar, campesina e indígena. y de la pesca artesanal que este sábado trajeron sus productos a Tecnópolis para venderlos directamente a las y los consumidores. El Ministerio de Agricultura de la Nación organizó este «encuentro federal» que pone en evidencia muchas problemáticas de una Argentina que produce para 600 millones de habitantes del mundo, pero que no puede alimentar a un 40,6 por ciento de su población. Con cada vez mayor porcentaje de tierras sembradas con monocultivos, un alerta medioambiental que produce incendios en humedales y sequías, con un mercado concentrado y con un 36,6 por ciento de inflación de alimentos en lo que va del año.

Los puestos de la feria tienen productos conocidos, como las frutas y verduras de Corrientes, el Bolsón y Buenos Aires; o las aceitunas y el aceite de oliva de San Juan y La Rioja; algún torrontés de Catamarca y las clásicas artesanías del norte Argentino. Alejandro vive cerca del predio y fue con su mujer y su hijo a pasear por la feria. Se compró una miel entrerriana porque «está más barata y es más rica, porque es natural». En una sociedad que demanda cada vez más calidad alimentaria, la agricultura familiar toma relevancia. En Argentina, son 250.000 unidades productivas dedicadas a este tipo de agricultura – de acuerdo al censo 2018- con capacidad de abastecer de comida saludable y nutritiva.

En el censo anterior de 2002, eran 333.500 los productores artesanales, aquellos que viven en el predio donde producen y por lo tanto cuidan al extremo esas tierras que cultivan, impactando positivamente al cuidado del medio ambiente. Es decir que en la última década se perdieron casi 84.000 productores, que se trasladan del campo a la ciudad: «Tenemos que generar un proyecto de vida rural y también trabajo de calidad», reflexiona con PáginaI12 Miguel Angel Gómez, secretario de Agricultura Familiar.

Ni patrones, ni derechos
Daniel sabe que él podría vender más caro el pescado que acaba de sacar de la banquina de pescadores de Mar del Plata, pero no tiene infraestructura para hacerlo. Dice que le es imposible competir con las empresas que tienen varios buques pesqueros, y que ahora ya es grande pero que, si hubiera podido, hace diez años se metía de marinero ahí. «No tenemos patrones, pero tampoco tenemos derechos. Meterse al mar es mucho riesgo y es un trabajo que demanda esfuerzo», describe.

En la feria hay también rarezas como la harina de haba, la mistela artesanal y un puesto lleno de hierbas silvestres como la rica-rica para el mate, puspuso para la presión, muña muña con poder afrodisíaco o la capallona para «el mal aliento, el mal aire. Para aromatizar aunque algunos si están muy decaídos la toman», explica Catalina, la encargada de ir a sacarlas a un cerro alto de la cordillera y vendérselas a los turistas que visitan la quebrada de Humahuaca.

El puesto de Jorge es colorido: hay acelga, morrón amarillo, remolacha, tomates cherry. Todas verduras agroecológicas que él y otras 39 familias producen en los jardines de sus casas correntinas. Jorge trabajó desde los 12 años como peón por día, jornalero. Hace diez años consiguió un crédito para comprar nylon y maderas, materia prima básica para producir hortalizas y decidió saltar: «Uno cree que no puede, pero es que no te animas a saltar. La economía es mejor ahora que cuando era peón, tengo más momentos libres para hacer otras cosas además. Y con vender dos cajones de tomate, gano lo que gana un peón en una semana trabajando 8 o 9 horas por día», explica a PáginaI12.

Poder de negociación
Jorge se organizó junto a 40 familias que producen y venden a algunos intermediarios pero también en una feria cerca de Cruz de los Milagros, donde vive con su mujer y sus dos hijos. Como están organizados, tienen poder de negociación: «Antes había mucho egoísmo y lo único que nos importaba era vender cada uno su producto, pero desde que nos comprometimos también nos apalabramos para no vender el producto a cualquier precio, y ahí los compradores tienen que respetar», determina.

Gracias al crédito Jorge se convirtió en la excepción a la regla. Es que la mayor dificultad que tienen los productores para no poder competir en mercados más grandes tiene que ver con la falta de infraestructura. Daniel quiere hacer una cooperativa y acceder a créditos para comprarse una cámara de frío y poder elegir si no quiere venderle todos los pescados al intermediario que los espera en la playa.

Nelly López es de la comunidad de Temiurendo en Pichanal, Salta. En su jardín tiene plantas de papaya y de mango, que sirven para producir pero también dan sombra. Los frascos que usan para vender los dulces son los de una conocida marca de mermeladas, las compran a 120 pesos y esterilizan los envases. Después, venden los dulces a 250 pesos. También tiene hierbas silvestres como la tusca, con la que prepara jabón con poder cicatrizante. Como no tiene gas natural, una buena parte de ese jabón lo tiene que cocer al fuego: «Si pudiéramos convertirnos en cooperativas accederíamos a algún crédito para tener un espacio cómodo para cocinar, y facturar para tener contacto directo con el productor de los frascos», explica.

Además de las condiciones de los productores, la agricultura familiar tiene un potencial para mejorar la vida de los y las consumidoras. No solo para brindar productos sanos, orgánicos y de calidad sino también para por lo menos tener una idea de cuánto cuestan realmente los alimentos: «Estoy convencido que en la medida que aumentemos la capacidad de producir alimentos y que los acerquemos al consumidor rompemos la cadena de especulación, porque los precios que tienen los alimentos nada tienen que ver y tienen una distorsión enorme con los precios que le pagan al productor», le explicó el ministro de Agricultura, Julián Domínguez, a PáginaI12 mientras recorría la feria.

Cuando tenga la tierra
La desigualdad en el acceso a la tierra es un fenómeno de toda América Latina. Según un estudio de OXFAM, el 1 por ciento de las fincas de mayor tamaño, es decir de más de 2.000 hectáreas, concentran más de la mitad de las superficies agrícolas más productivas. En tanto las más chicas, de menos de 9 hectáreas, ocupan menos del 13 por ciento de la tierra productiva.

En Argentina el despojo de tierras, más del 40 por ciento en los últimos 30 años, implica que los pequeños productores tienen cada vez menos parcelas para trabajar. Mientras tanto el agronegocio va ganando grandes extensiones con un modelo productivo basado en la explotación y destrucción del medio ambiente.

«Vamos a poner el acento estos dos años en facilitar el crédito de los productores de la agricultura familiar y de las economías en pequeña y mediana escala para que puedan ser titulares de la tierra pero como política de Estado, no como una política marginal», asegura a PáginaI12 el ministro Julián Domínguez.

Desde el Ministerio apuntan a facilitar el acceso del productor a la tierra como punto de partida para darle entidad a la agricultura familiar y hacer más atractivo este proyecto rural de vida. «Nadie mejora la calidad de su producción sintiéndose un nómade en su propia tierra. Hay que diseñar políticas de financiamiento en lo inmediato que permitan el pequeño productor ser titular de la tierra con financiamiento del Estado», dice Domínguez.

Es ley
El ministerio de Agricultura está además a punto de reglamentar la Ley de reparación histórica de la Agricultura familiar para la reconstrucción de una nueva realidad. La ley fue redactada y aprobada a fines de 2014, y su reglamentación quedó pendiente en los cajones del ministerio de Agroindustria, que bajó su rango a secretaría durante la gestión macrista. Actualmente está en Jefatura de Gabinete, a la espera de ser finalmente reglamentada.

La ley declara de interés público a la agricultura familiar, campesina e indígena «por su contribución a la seguridad y soberanía alimentaria del pueblo» y promueve beneficios impositivos progresivos y un régimen previsional especial para los agricultores y agricultoras familiares.

Plantea acciones para facilitar el acceso a la tierra, como el freno por tres años a los desalojos que sufren los campesinos por el avance del planteo productivo opuesto, de concentración de la tierra. Además promueve un banco de tierras propiedad del Estado para disponerlos para el desarrollo de la agricultura familiar.

También contempla un apartado para incrementar la productividad y competitividad en el ámbito rural y darles más derechos a los y las agricultoras familiares. Incluso prevé asistencia técnica para incorporar desarrollo tecnológico en estos campos de pequeña escala, y así poder competir e condiciones menos desiguales.

Fuente: Página 12