La recuperación de legajos universitarios rescata el pasado de alumnos y facultades

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Además de reintegrar sus documentos a los familiares de víctimas de la represión, algunas facultades retoman debates y prácticas que “no desaparecieron”.

La apertura de legajos y archivos universitarios de no docentes, docentes y estudiantes que fueron víctimas del terrorismo de Estado permite que sus familias se reencuentren con parte de la identidad de sus seres queridos. Pero también reconstruye la historia académica de sus facultades, espacios de compromiso donde se desataron los debates estudiantiles sobre la formación profesional, el perfil del graduado y su compromiso con la comunidad.

El viernes último, la carrera de arquitectura de la Universidad de Buenos Aires (UBA), en su aula magna, entregó los expedientes académicos de los estudiantes desaparecidos Hugo Alberto Castro a su hijo Jorge Castro Rubel, nieto recuperado 116; y el de la estudiante desaparecida Ana María del Carmen Granada a su hijo Manuel Gonçalves Granada, otro nieto recuperado. Las Abuelas de Plaza de Mayo los acompañaron.

Jorge es sociólogo del Conicet e investiga conflictos sindicales. Recién en diciembre de 2014 se enteró de que era hijo de dos militantes sindicales desaparecidos. Su padre, Hugo Alberto Castro, fue desaparecido el 15 de enero de 1977 mientras cursaba la carrera de Arquitectura. Jorge nació en la ex Esma, lugar que visitó el 24 de marzo de 2004 cuando Néstor Kirchner anunció que sería convertido en un Espacio para la Memoria.

Manuel recibió la documentación universitaria de su madre, la estudiante Ana María del Carmen Granada. “Fue un día de mucha alegría, porque quienes nos robaron la identidad durante la dictadura, también se llevaron hasta las fotos. Con este expediente recupero una foto de mi mama que no tenia”, dijo Manuel.

“Recuperar la identidad es saber nuestro verdadero nombre, pero también es conocer quién fue tu papá y tu mamá y armar respuestas sobre todo eso que no sabemos. La desaparición de personas hace un daño permanente: no lo tenemos, no poder interactuar con ellos. Pero, a partir de la memoria colectiva, en este caso, me permite saber más quien es mi mamá”, señaló tras el acto.

Las fotos de Hugo y Ana María ya forman parte del enorme cartel del patio de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo.

Divulgación. “El trabajo en la Facultad de Arquitectura comenzó en 2001, al presentar un proyecto en el consejo directivo. En 2005 abrimos el archivo y en 2006 se publicó el listado de 108 compañeros víctimas de la dictadura. Hoy son 115 los registrados, entre no docentes, docentes y alumnos”, dice el arquitecto Marcelo Castillo, profesor de la facultad y miembro del Equipo de Antropología Forense y del Archivo Bibliográfico de Abuelas de Plaza de Mayo.

“El archivo está digitalizado y resguardado en el Instituto de Arte Americano de la facultad, donde se curó al material que ya tiene más de 40 años”, resalta.

La labor pedagógica se extiende a la divulgación y “el tema fue tomado ese mediante la difusión de un libro donde se revisan la historia de materiales de estudio y los programas. Desde hace 20 años se trabaja con las Abuelas en el diseño de trabajos de comunicación gráfica”, remarca el arquitecto.

Subsuelos. En la UBA, ya en noviembre de 2014 el Grupo de Voluntariado Sociales con Memoria, de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA) buscó y restauró expedientes de alumnos de Sociología que fueron víctimas del terrorismo de Estado. Esa documentación, olvidada en un subsuelo del edificio de sede Marcelo Torcuato de Alvear 2230, se restituyó a los familiares de aquellos estudiantes. En el acto se le entregaron copias de los legajos universitarios, cuyos originales quedaron resguardados en la facultad.

“Ex compañeros de la carrera de sociología de la UBA se comunicaron conmigo para convocarme al encuentro de entrega de los expedientes de los estudiantes que habían pasado por esa facultad y que luego habían sido desaparecidos durante el terrorismo de Estado”, relata Juane Basso, hijo de Emilio Feresín, secuestrado el 10 de febrero de 1977 en Santa Fe y visto en un centro clandestino de detención de Paraná.

“Ir con mi compañera Nadia y mis dos hijos Juana y Pedro, que nos preguntan de todo sobre su abuelo, fue una gran movilización de emociones, que se potenciaron durante el acto”, admite el periodista de la Cooperativa La Masa.

“En el lugar, —agrega— encontré, además de papeles que son parte de la historia de mi padre, me encontré con ex compañeros de él, militantes y otros que no participaron de Montoneros como él, pero que me acercaron historias”.

“Cuando me tocó hablar en el acto me acompañó Pedrito y remarqué que no era casual que estemos ahí, sino producto de una pelea histórica del pueblo y sus organizaciones, de Madres, Abuelas y el Estado nacional que potenció esa lucha”.

Retomar el compromiso de la institución

“Recibir en la facultad de psicología (UNR) el legajo universitario de mi vieja, en 2011, fue incorporar una nueva pieza al rompecabezas en el que armamos la identidad de nuestros padres. Así sabemos algo más sobre sus vidas y conocemos a sus ex compañeros de estudio y convivencia.  Me enteré que mi vieja estaba terminando la carrera y era buena alumna”, remarca Matías Ayastuy,

En septiembre de 2011 la Facultad de Psicología restituyó 37 legajos universitarios de alumnos, graduados y docentes víctimas de la represión.

“Los legajos sirve paran reconstruir la representación que tenemos sobre la vida de nuestros padres, a quien no conocimos”, admite Matías, de 38 años.

Y agrega: “La Universidad no retomó ese compromiso. Esa recuperación nació de un grupo de estudiantes y docentes”.

Marta Bugnone (nació en abril de 1949, Gualeguaychú, Entre Ríos) y Jorge Ayastuy (junio de 1950, Vedia, Buenos Aires) se casaron en 1974. Militaban en el Partido Comunista Marxista Leninista y los secuestraron el 6 de diciembre de 1977 en su casa de Buenos Aires junto a Matías, de 9 meses. El bebé fue recuperado por familiares, pero la pareja desapareció. Hoy, Matías y Abuelas busca a una hermana o hermano que debió nacer entre marzo y agosto de 1978.

Una deuda. “Formularios de inscripción, resultados de examen, cada papel es de valor”, dice el psicólogo Iván Fina, cuyo padre también estudiaba psicología y fue asesinado el 10 de agosto de 1976 en Rosario. Su madre, Isabel, Carlucci fue secuestrada y desaparecida.

Fina, militante de Abuelas Rosario, resalta: “El reintegro de legajos universitarios a los familiares de las víctimas era una deuda que tenía la facultad”.

“En 2011, en un acto emotivo recibí pruebas del paso de mi padre por donde yo también estudié. Esa juventud estudiaba, trabajaba y militaba”, sostiene.

Recuperar prácticas. Por su parte, el psicólogo Esteban Fridman, quien en ese momento era secretario de Extensión de la facultad de psicología, señala que “en 2011, cuando asume el nuevo decanato en Psicología, lo primero que se hace desde la Secretaría de Derechos Humanos es indagar sobre la situación de los legajos de la facultad pertenecientes a la época de la dictadura”.

“Son 37 los desaparecidos vinculados a la facultad y queríamos terminar con el olvido. En los 90 nos querían prohibir poner una placa por las Madres”, explica el profesor del seminario de Desmanicomialización y Salud Mental.

“Aparecieron documentos e historias sobre discusiones teóricas del perfil profesional del psicólogo, materiales sobre trabajos en barrios. Con la desaparición de estudiantes también desaparecieron prácticas que asumían, hay cátedras que las retoman, pero el tema sigue pendiente en la Universidad, ya que está gobernada por sectores que no se interesan por recuperar esa historia”.

Fuente: La Capital, Rosario