La suma, la síntesis y los indignados

El título de una ley puede representar mucho, poquito o nada, sea corto o extenso.

El título de una ley puede representar mucho, poquito o nada, sea corto o extenso.

Lo que sí sucede, siempre, es que la necesidad de economía expresiva lleva a designar en el modo más directo posible. También ocurre con las causas judiciales.

A veces, ese imperativo de sintetizar redunda en lo correcto. Y a veces no. A veces sólo se trata de resumir. Y a veces el resumen cambia el significado, parcial o completamente.

Por caso, y salvo para el uso periodístico a fin de evitar reiteraciones terminológicas, el proyecto de Interrupción Voluntaria del Embarazo se masificó como la ley de o del aborto, así volverá a ocurrir y no hay mayor conflicto semántico porque los términos son equivalentes.

En cambio, es difícil encontrar algo más opuesto que hablar de la causa de los “Cuadernos” y hacerlo sobre la de las “Fotocopias”.

Lo primero da por sentado que realmente existieron esas citas de quien supo ser definido mediante la simbiosis de hablar como Monzón y escribir como Borges. Menciones que implicarían la probanza de una corrupción generalizada durante los gobiernos kirchneristas.

Lo segundo, las fotocopias, estipula que hubo una operación inicialmente fenomenal de servicios de inteligencia, jueces y medios periodísticos, como comienza a demostrarlo que esa causa y otras conexas se caen a pedazos. Muestra de ello (apenas una) es el procesamiento del fiscal Carlos Stornelli por el delito de asociación ilícita, debido a presuntas maniobras extorsivas y de espionaje que habrían afectado a unas 60 personas. En “Cuadernos”, como no podía ser de otra manera, ya no quedan detenidos.

La introducción remite al pomposo título del instrumento que el Congreso sancionó el sábado a la madrugada: Ley de Solidaridad Social y Reactivación Productiva en el Marco de la Emergencia Pública.

Pomposo sí, inadecuado no. Puede entrársele a cada uno de esos componentes del nombre, con la salvedad prioritaria de que estamos hablando de una suma y no de un amontonamiento. Si se pierde de vista ese segundo aspecto, quedará inevitablemente desperfilado el análisis de todo lo demás, por mucho que quepa reconocer la dificultad de síntesis respecto de cómo se llama la ley.

La tropa macrista liquidó el trámite mentando exclusivamente “ley de emergencia”, para rebatir sin que se le caiga la cara que el país no está en esa situación.

¿Ex Cambiemos podría haber hablado de “solidaridad social”? Nunca, so pena de que hasta los propios se sintieran descolocados.

¿Y de reactivación productiva? De eso sí porque aisladamente es gratis, toda vez que no tiene argumentación contraria. Martínez Hoz lo hizo y Menem lo elevó a categoría de “revolución”. Pero en el después, comprobado empíricamente, que los neoliberales hablen de procesos reactivantes suena a broma de pésimo gusto. De hecho, la campaña de Macri se limitó a sus habituales oraciones infantiles y “producción”, “desarrollo”, “industria”, no podían siquiera figurar de lejos al cotejarse con una realidad de cuatro años de timba financiera y récords históricos de cierre de empresas.

Macri debió asentarse en el odio gorila por no tener una sola cosa económica de la que agarrarse, ni hacia atrás ni muchísimo menos hacia delante.

¿Qué hizo entonces la oposición, frente a la ley del título largo? (queda exceptuada por desquicio intelectual, o a secas, la diputada que se había retirado de la política y que adujo no suscribir el proyecto porque es propio de una “dictadura”, en una escena de dimensiones papelonescas frente a la que sus mismos colegas de bancada no sabían dónde guarecerse).

En algún momento de la cronología, daban tanta vergüenza que los gobernadores radicales (incluyendo al carcelero que regentea Jujuy) y un correligionario referente, el mendocino Alfredo Cornejo, entraron en razones, de esas “institucionales” con las que tanto gustan afilarse en payada permanente.

Sin perjuicio de críticas técnicas específicas que el nuevo gobierno aceptó en varios ítems, que se renegociaron para la aprobación de la ley y que tienen como punto conflictivo superior el respeto por los derechos adquiridos de todos los jubilados, ¿puede no admitirse que el modelo global conlleva un cambio de características inéditas, tomando en cuenta el lugar dramático desde donde se parte?

El plan contra el hambre, apuntar a la mejora en los ingresos de quienes están en el fondo del pozo, la moratoria impositiva para las pymes, la doble indemnización por despidos durante seis meses, la restricción a las compras en el exterior y al atesoramiento de dólares, etcéteras en dirección coherente similar y además los gestos, nombres y políticas en áreas como “Seguridad” y Justicia, ¿son cuestionables en su sentido genérico? ¿Son algunas partes? ¿O es el todo?

Y aunque pudiera parecer que es para consuelo, ¿no es sintomático quiénes son los enojados con estas primeras medidas, que están en línea con lo propuesto en la campaña de los ganadores mientras se busca el acuerdo con los acreedores de la tragedia dejada por el macrismo?

Pueden descubrirse signos de improvisación en algunas carteras, al margen de que los cambiemitas dejaron, en efecto, tierra arrasada.

Lo comunicacional falló, justamente, en haber sido claros y prolijos al detallar cómo se procederá con los ingresos jubilatorios. Fallar en la comunicación es un pecado de consecuencias que ya se vivieron. No se deben dejar flancos allí. No debe pasar, en temas sensibles de esta índole, que falte un vocero preciso. Que se le conceda pasto a las fieras. Que sean ellas quienes marquen la agenda.

Nuevos funcionarios -la gran mayoría, en rigor- son reticentes a las declaraciones públicas bajo el argumento de que todavía deben terminar de acomodarse. Es aceptable, por pura inercia y porque hay esos números devastadores de los que se enteran recién ahora. Pero revela asimismo que operativamente hay ciertas faltas de coordinación.

Más luego, la distancia es abismal entre esos señalamientos y colegir, o sospechar, que el rumbo táctico de lo enunciado y dispuesto, y a disponer, supone riesgos graves de quiebre en la alianza vencedora. O en su determinación de ir para un lado que está en las antípodas del desastre de Macri.

Lo cierto, si es estrictamente por la coyuntura, es que fracasó la movida de impedir el tratamiento de la ley, que ex Cambiemos quedó reducido a su interna y que Macri se fue a la península arábiga para ver la final entre Liverpool y Flamengo.

Ya fuera de la inmediatez, lo que sancionó el Congreso es una herramienta que, sin que nadie con honestidad de pensamiento político pueda ponerlo en duda, aplica a otro modelo de país dentro de los marcos que permite un capitalismo hegemónico con guerras antes comerciales que ideológicas. Lo restante es ese mero testimonialismo, infantil, habilitador de que alguna gente militante del purismo de izquierda se parezca, tanto, al funcionalismo de la derecha.

¿Cuál derecha?

Esa derecha que con la Comandante Pato al frente llamó a resistir con catorce toneladas de piedras, para “triplicar” grados de violencia, sin que haya habido nadie, absolutamente nadie del palo que gobernó desde 2015, dispuesto a repudiar semejantes dichos.

Ya que estamos, para tanto olvidadizo: Patricia Bullrich fue quien, en el gobierno de la Alianza, encabezó la defensa de serruchar en un 13 por ciento el haber de los jubilados… porque se trataba de una “emergencia”.

Si no se comprende que esos son los republicanistas indignados frente a las hordas del populismo, tampoco se entenderá de qué viene, y a dónde van, los cruzados democráticos, de la prensa libre, de la salud de las instituciones y de la patria anclada en “el campo”.

Es aquello de diferenciar entre las contradicciones principales y las secundarias.

Por Eduardo Aliverti

Fuente: Página 12