La tradición forjada por el Cordobazo en la Argentina de Milei

Compartimos la reflexión del historiador Ernesto Roland sobre la significación del Cordobazo para la Argentina actual, a 55 años de la rebelión popular que hirió de muerte a la dictadura del general Onganía.

Compartimos la reflexión del historiador Ernesto Roland sobre la significación del Cordobazo para la Argentina actual, a 55 años de la rebelión popular que hirió de muerte a la dictadura del general Onganía.

El Cordobazo ha sido interpretado como un acontecimiento clave en la conformación de diversas tradiciones políticas y sindicales. Las tradiciones, como se sabe, son una “invención” elaborada a posteriori de los hechos. Se encuentran sujetas a continúas resignificaciones y disputas de sentido.

El pasado siempre es leído, “usado”, según las necesidades que impone el presente, seleccionando algunos de sus aspectos y omitiendo otros, para así dotar de consistencia y legitimidad una orientación contemporánea. Si bien los historiadores deben atenerse rigurosamente a la evidencia empírica, criticando las lagunas y caprichos de expertos y aficionados, no detentan una mirada “objetiva”, capaz de brindar un saber neutral (o un “contenido no doctrinario” en términos de la pedagogía nacional del vocero presidencial Manuel Adorni).

El historiador siempre se encuentra atravesado por sus propias ideas y valores. Siempre toma partido -activa o pasivamente- ante las pasiones e intereses que suscita la temática histórica en su propio medio epocal, aunque se deba al escrutinio sistemático de las fuentes históricas y a la revisión crítica de sus sesgos. Asumiendo ello, me interesa rescatar del olvido una perspectiva sobre el Cordobazo elaborada en aquella coyuntura histórica, que entiendo valiosa para la Argentina contemporánea.

Experimento autoritario
En marzo de 1967, a pocos meses de instaurada la “Revolución Argentina” que derrocara a Arturo Ilia, Jorge Abelardo Ramos, máximo dirigente del Partido Socialista de la Izquierda Nacional (PSIN), caracterizó al nuevo régimen como una “segunda revolución libertadora”. ¿Qué buscó sintetizar con esta expresión? Algo simple y palpable para la memoria histórica de sus contemporáneos. Si la dictadura impuesta en 1955 había desplazado del poder político a la fuerza política mayoritaria entre los trabajadores -el peronismo-, el experimento autoritario comandado por el general Onganía ampliaba la restricción política al conjunto de instituciones ligadas a la clase media:  los partidos políticos no peronistas y las Universidades públicas.

A ello, la dictadura de Onganía añadía la implementación de una política económica que agredía tanto a asalariados y sectores medios, como a diversas fracciones del capital nacional y economías regionales. Por ello, era esperable que el “onganiato” no solo fracase en su objetivo de despolitizar una sociedad atravesada por el clivaje peronismo-anti peronismo, sino que la politice aún más y, peor aún para la óptica castrense, que esta politización se direccione en su contra.

Casi tres años después se produjo el Cordobazo, una rebelión popular impulsada por el sindicalismo cordobés, que, en palabras de Jorge Enea Spilimbergo, puso en una misma trinchera a “obreros, estudiantes, profesionales, pequeños empresarios, empleados y vecinos en general”.

Esta alianza plebeya asestó un “golpe de muerte al sistema de alianzas de la oligarquía”, aislando a la dictadura, que no contaba, como su antecesora de 1955, de un vasto apoyo de sectores de la clase media. De este modo se produjo el reencuentro entre la clase trabajadora sindicalmente organizada (posicionada como un actor político central a partir del 17 de octubre de 1945), y el movimiento estudiantil, empleado anteriormente como ariete o “apoyo de masas” por los militares que en 1930 y 1955 derrocaron a los movimientos nacionales liderados por Irigoyen y Perón.

Trazar una analogía con el escenario actual resulta tentador. ¿Qué sector de la sociedad argentina no recibe a diario una mala noticia? La promoción de una amplia articulación popular, capaz de convocar a todos los sectores agredidos por el ajuste “libertario” y dinamizar una batería de acciones colectivas, resulta imprescindible para revertir el escenario político. En ese sentido, el Cordobazo espeja una necesidad política del presente, la forma de salir del laberinto actual.

«Alianza plebeya»
Recrear la alianza plebeya que tuvo lugar en 1969 resulta imprescindible y su implementación reclama más amplitud que en aquel entonces, dada la mayor heterogeneidad social de la Argentina, especialmente de su clase trabajadora.

Pero además de un desafío, el Cordobazo también refleja una dificultad del presente, extremadamente compleja de resolver: la escasa representatividad de las organizaciones del campo popular (sociales, sindicales y partidarias). En otras palabras: la evidente distancia entre las estructuras y los núcleos militantes, por un lado, y los sectores a los cuales se pretende representar, por el otro.

En tal sentido, numerosos estudios de opinión actuales desestiman la existencia de una correlación entre clase social y comportamiento político (a diferencia de la Argentina del Cordobazo), y ello se refleja en la transversalidad social que ungió electoralmente al actual gobierno nacional.

Posiblemente, en este terreno resida uno de los mayores desafíos de nuestro tiempo, y el camino a recorrer sea la reconstrucción y renovación de la militancia y las organizaciones populares y de sus prácticas; revitalizando así, en nuestras condiciones históricas, la tradición forjada por aquella dirigencia sindical representada por Elpidio Torres, Agustín Tosco y Atilio López y por el movimiento estudiantil que supo integrarse al campo popular, evitando la pedantería de las “vanguardias” o “minorías intensas”.

ERNESTO ROLAND

Fuente: La Nueva Mañana