Las mujeres rurales de Picún Leufú se unieron para avanzar

Eran vecinas de siempre, pero en 2012 participaron de un encuentro en el que su relación cambió: formaron una organización en la que sus emprendimientos económicos las ayudan a pensar, y cambiar, su realidad.

Eran vecinas de siempre, pero en 2012 participaron de un encuentro en el que su relación cambió: formaron una organización en la que sus emprendimientos económicos las ayudan a pensar, y cambiar, su realidad.

Elida Chaves pedalea siete kilómetros, que es la distancia que separa su casa, en Picún Leufú, de la chacra. Es alta y delgada, cada vez que se ríe con ganas se tapa la boca.

Lleva el pelo ceniza atado y no trae aritos. “Tengo animales, son con los que me llevo bien”, cuenta. Está sentada en una mesa cuadrada cubierta por un mantel de nylon transparente. A su derecha hay una salamandra apagada y por encima envases vacíos que pronto estarán llenos de salsa de tomate. Nancy Muñoz, la dueña de casa, comparte facturas, mate y su miedo a la oscuridad. Afuera esta “Negra”, la perra imperturbable, y un par de caballos mansos. Cuando llega Camila Contreras trae pan y fiambres. Diversas pero no dispersas, se tienen.

Las tres son parte del Grupo de Mujeres Rurales de Picún Leufú que se formó en 2012. Se constituyeron luego de un encuentro que se realizó en Zapala.

“Cada una estaba en una institución diferente: en AFR, Consorcio de Riego, había un grupo en Nueva Esperanza. La mayoría trabajaba con la subsecretaría de Agricultura Familiar.

Nosotras como vecinas de la localidad, más vale, ya nos conocíamos. De ahí volvimos revolucionadas”, asegura Camila, que por la mañana está en el Concejo Deliberante de Picún. En su casa, a nueve kilómetros del pueblo, elabora quesos y tiene plantación de fruta fina.

Al tiempo articularon un proyecto con la subsecretaría y ahora el grupo cuenta con un fondo rotatorio (asignación de dinero). “Empezamos a hacer dulces, empezamos con una capacitación en fitocosmética, en sanidad animal. La idea es trabajar con los productos de la localidad y los nuestros, de nuestras casas, lo mismo en lo que refiere a fitocosmética, queremos tener nuestra propia producción de aromáticas”, señala Camila.

Ellas funcionan como una verdadera organización: cuaderno de actas, un reglamento, planilla de stock y de inventario. El grupo es un lugar de encuentro.

“Hace quince años me quedé viuda y entonces ahí arranque con lo que es gallina, porque me quedé mal económicamente, siempre me gustó lo que es el campo. Soy de familia de crianceros, mi papá se dedicaba a eso”, afirma Elida, quien no sólo tiene gallinas, sino algunas chivas y conejos. Lo que le falta es agua, no cuenta con sistema de riego. Supo limpiar casas e inventó todos los rebusques posibles.

-Esas organizaciones de las que ustedes forman parte ¿cómo vieron el hecho de que se agruparan como mujeres?

-Medio como que los hombres en un primer momento abrieron los ojos “¿qué están haciendo las mujeres solas?” Creo que lo tomaron a bien. Nosotras no dejamos de pertenecer a esos lugares.

No estaban solas, estaban juntas. Agruparse las hace visibles y es una forma de sobrevivir.

Según el censo 2010, de las 27.303 personas que habitan en la zona rural de Neuquén, el 56% son varones. La población es mayoritariamente masculina. En los conglomerados urbanos la proporción es a la inversa.

Las desigualdades que existen en la ciudad se profundizan en el campo. La tasa de empleo de los varones jóvenes en zonas rurales de Argentina es del 78,6% mientras que para las mujeres jóvenes es del 52,2%, de acuerdo a un informe de la Unidad para el Cambio Rural, dependiente del ministerio de Agroindustria de Nación, que publicó el sitio Economía Feminita. La brecha de género es aún peor para las jóvenes que residen a campo abierto, donde la tasa de empleo no supera el 37,7%.
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Ninguna de las mujeres del grupo de Picún subsiste exclusivamente con los ingresos que le reporta la tarea rural. “Como dice el dicho: “situación económica: poniéndole agua al shampoo”, resume Camila. La mayoría cuenta con tenencias precarias. Las vaquitas son ajenas y la tierra también.

“Se trata de economías a pequeña escala. No es un emprendimiento que tiene gran rentabilidad. Primero por todas las dificultades. Por empezar la escasez que tienen de agua, muchas veces el arroyo se queda sin agua, no tienen para regar, entonces eso no les garantiza que todos los años van a tener una producción del 100%, que van a poder cosechar la cantidad que esperan”, explica Silvia Condemi, referente del área de Género en Neuquén de la subsecretaria de Agricultura Familiar, quien las guía en el proyecto desde su surgimiento.

Para nosotras es un grupo de contención, charlamos sobre lo que hacemos en la chacra y sobre la problemática de la mujer en el campo.
Las mujeres rurales realizan el trabajo doméstico no remunerado, el productivo en el ámbito de sus predios familiares, y el que hacen fuera del hogar, de medio tiempo, para completar sus ingresos.

Así lo define Camila: “la diferencia está en la doble jornada que tiene la mujer rural, que a veces es quíntuple, ¿no? Tienen la casa, los chicos, el marido, que a veces se suma como un chico más, no en todos los casos. El trabajo que una hace fuera de la casa, que es el trabajo pago, y además la tarea rural. El trabajo rural es las 24 horas del día.”

Desarrollan también actividades de gran esfuerzo físico. “Acarrean leña, acarrean materiales, el guano para llevarlo a la huerta y abonar la tierra, incluso son las mujeres las que acarrean el agua tanto para el consumo de la casa como para los animales o alguna huerta que tengan”, apunta Silvia.

El acceso a la salud en zonas rurales es uno de los derechos más vulnerados, al igual que a los dispositivos para denunciar maltrato y/o acoso. Camila relata: “La violencia de género se trabaja muchísimo en los encuentros de mujeres rurales. Hemos visto mujeres que empiezan contando lo que viven y quizás no se dan cuenta que lo que están viviendo es un tipo de violencia. Al juntarse pudieron empezar hablar estas cosas que les pasaban, ahí siempre hay una que te está avivando y te está diciendo: “podes hacer una denuncia, podes ir a tal lugar, lo que estás viviendo no está bueno, intentá cambiarlo.” Es como que también te va abriendo más puertas.”

Fuente: Río Negro