Leer en resistencia
Que un evento pensado alrededor de la lectura reúna a 3500 personas, en una ciudad del interior del país, sosteniéndose durante 22 años, es algo que puede encuadrarse dentro de esa categoría siempre difusa y sobreabarcativa de “fenómeno”.
22/08/2017 OPINIÓNQue un evento pensado alrededor de la lectura reúna a 3500 personas, en una ciudad del interior del país, sosteniéndose durante 22 años, es algo que puede encuadrarse dentro de esa categoría siempre difusa y sobreabarcativa de “fenómeno”. Es algo impensado, extraño, fuera de cálculo. Si ese evento se plantea bajo el lema de “Leer en resistencia”, pasa a ser, en sí mismo, una forma potente de eso que propone. Lo que ocurrió en el 22° Foro Internacional por el Fomento del Libro y la Lectura en Resistencia tuvo un poco de todo eso, manifestado de múltiples maneras, conmovedoras, portadoras de esperanza. Y también reveladoras sobre los modos en que la disputa por el sentido adquiere su forma actual, tan parecida a la que muestran los programas de paneles: chillón, embrutecido y de derecha.
Motorizado por tantas y tantos integrantes y voluntarios de la fundación Mempo Giardinelli, “El foro”, como lo llaman cariñosamente los que hace rato lo han hecho propio, se desparramó por Resistencia y otras ciudades en decenas de talleres, diálogos abiertos y encuentros de autores con unos cinco mil estudiantes de todos los niveles. Las escenas que dejó esta multitud puesta “en estado de lectura” mostraron a docentes y bibliotecarios ávidos por aprovechar cada momento de formación e intercambio; estudiantes que prepararon cada encuentro durante meses; escritores que insistieron en pensar y debatir al calor de libros y lecturas, aulas y estudiantes. “Leer es resistir”, se comprobó aquí de muchas maneras. “Dar a leer es resistir”, se dijo además. Y también: “Leer nos arrebata del desconocimiento”; “leer construye ciudadanía”. O como concluyó Eric Nepomuceno, citando al poeta Ferreira Gullar: “Leemos porque la vida, sola, no basta”,
Se habló también del inmenso poder transformador del docente en el espacio de un aula; de los cambios que ya se motorizan en las escuelas porteñas (“emprendizaje”, “oenegeísmo”, entre otras amenazas), del desguace del Plan Nacional de Lectura o del programa Conectar Igualdad. Y aquí es donde algunos asistentes mostraron su incomodidad, amparados en el sistema de preguntas por papelitos, tan anónimas como los comentarios en los foros. El reclamo podría sintetizarse así: no hay que mezclar cultura con política, porque la primera es buena, y la segunda, muy mala. Se exigió, entonces, “mayor neutralidad”. Y se evaluó que si el que habla piensa distinto, lo mejor sería que no hablase más.
En Buenos Aires, el Colegio de la Ciudad, una escuela privada porteña, colgó un cartel que pedía: “Aparición con vida de Santiago Maldonado”. Recibió un graffiti como respuesta: “- polítik”. Las autoridades enviaron una carta a la comunidad educativa: “¿Molesta que nos posicionemos frente a hechos que afectan a los valores básicos de una sociedad democrática?”, se preguntan allí. “Los autores del ‘menos política’ nos están dando una oportunidad más de pensar, debatir y preguntarnos colectivamente sobre nuestras prácticas, propuestas y experiencias en cada época y coyuntura”, reflexionan. Entre muchas otras cosas, “El foro” también dejó esta oportunidad.