Lo que no ofrece dudas, sin modelo perverso en su origen

Todo a favor, a simple vista, para quien, como muchísimos y sólo con el agregado de algunos recursos de narración profesional, vio realizado un sueño por el que se luchó en estos cuatro años, en su gran mayoría parecidos al desierto.

Estaba fácil para escribir la nota, pero se descubrió que no tanto.

Todo a favor, a simple vista, para quien, como muchísimos y sólo con el agregado de algunos recursos de narración profesional, vio realizado un sueño por el que se luchó en estos cuatro años, en su gran mayoría parecidos al desierto.

Tanto haberse llegado a creer que para Macri el 2019 podía ser simplemente un trámite, que el vacío de unidad opositora no tenía retorno, que el único límite del ajuste seguía siendo la reacción de los ajustados pero esa reacción no llegaba, que el odio era efectivamente más fuerte.

Y entonces uno estaba en la Plaza, sintió que no era un sueño, en el momento se dio cuenta de que tenía problemas para encontrar los términos justos, se preguntó para qué buscarlos si lo imprescindible era el goce y se dijo que en todo caso las palabras aparecerían después, a la noche bien entrada, al otro día, o cuando el reposo para analizar lo permitiera. Y cuando eso sucediese, estaría fácil.

Alberto Fernández había llegado al Congreso conduciendo su auto, en un gesto fuera de protocolo que simbolizó presencia de autoridad tranquila y ser, como decía Néstor Kirchner, un tipo común (“uno de ustedes”) en un puesto importante.

Después siguió la mueca sincera de CFK en el apretón de manos con Macri porque, vamos, es lo menos que podía esperarse tras la persecución política y familiar que sufrió. ¿Qué se imaginaba? ¿Que lo saludaría como si tal cosa? De haber hecho eso, todavía estarían hablando de su hipocresía. La frivolidad de unos cuantos colegas, al haberse detenido en ese episodio brevísimo y al cabo insustancial, está a la altura de su categoría para ejercer el oficio.

El tono del Presidente se mantuvo sobrio a lo largo del discurso. Sólo levantó la voz cuando refirió al “nunca más” contra los jueces de la doctrina Irurzun, las prisiones preventivas a mansalva, la mugre de los servicios de inteligencia y los operadores del linchamiento mediático. Es lo único que repitió casi textualmente cuando cerró el acto en la Plaza.

Esa entonación moderada del jefe de Estado no implicó ausencia de conceptos profundos ni de anuncios, sino todo lo contrario. Y lo primero que verbalizó fue el no a la venganza, que en el escenario de la fiesta mudó a parar en seco las puteadas contra Macri.

La recorrida por su alocución en el Congreso es de una contundencia impactante, incluso si no se estuviera de acuerdo total o parcialmente.

A continuación, va el repaso textual y/o literal en el orden que Fernández empleó. Ya transcurrieron unos días y, precisamente por eso, tiene un enorme valor refrescar y transcribir lo que dijo con agrupación temática.

La política es conflicto de intereses y puja distributiva.

Las tasas de interés son usurarias. Las pymes tendrán estímulo oficial. Al cooperativismo y la agricultura familiar se les reserva un lugar destacado. Los diferentes actores del movimiento social hallarán cabida junto con los sectores del trabajo, del empresariado y del campo.

Inflación, desocupación, dólar, PBI per cápita, pobreza, indigencia, relación deuda/producto, producción industrial derrumbada, cierre de empresas, caída de los empleos registrados (así se citó la herencia macrista, de a una oración para cada número).

El presupuesto nacional del gobierno saliente es una farsa y el verdadero se discutirá el año que viene.

Se acabaron los dictados desde afuera y los únicos privilegiados serán quienes quedaron presos en el fondo del pozo.

Estamos en virtual default y la deuda es insostenible, como producto del modelo que fracasó en todo el mundo una y otra vez.

Habrá un nuevo federalismo y las provincias deberán disponer de capitales focalizados. Los proyectos necesitan ser de ejecución rápida, la vivienda es prioridad y por eso se potenciará al rubro con rango de Ministerio.

Emergencia sanitaria.

El contexto internacional, que registra fenómenos autoritarios y golpes de Estado, se divide entre el mundo, el mundo local y América Latina como hogar común.

Malvinas vuelve a priorizarse como reclamo irrenunciable a través de la creación de un Consejo especial.

Otro Consejo, de carácter nacional, se crea para el Desarrollo.

Fuerzas Armadas al margen de toda hipótesis de participación interna, la política de Derechos Humanos en línea con las mejores tradiciones progresistas, Nunca Más a los sótanos de la democracia, conjunto de leyes para federalizar la Justicia, intervención del antro que (des)maneja a los servicios, sus fondos reservados se reasignan al programa de lucha contra el hambre.

Se acaban el gatillo fácil y las muertes por la espalda.

Se acota el fasto de la publicidad oficial que con Macri alcanzó niveles obscenos, chau a las pautas para periodistas individuales, se reorientan esos fondos a promocionar calidad educativa.

Se promueve justamente un pacto educativo nacional, se universaliza la atención pedagógica de la primera infancia, es preferencia estratégica la extensión de la jornada escolar, gratuidad ratificada en los estudios universitarios públicos, Ciencia y Técnica también retornan a la jerarquía ministerial que jamás debieron perder.

Y Ni Una Menos.

Intercalados, cada cual en su contexto y también en el orden descriptivo empleado: Frondizi, Alberdi, Sarmiento, Righi, Néstor y Alfonsín.

Semejante discurso totalizador, con ese grado de precisión en los grandes lineamientos, desarmó las críticas aviesas excepto por los gurkas macristas que ya se transformaron en una caricatura de sí mismos.

Fernández proyectó un bosquejo de esperanzas que se necesitaba como el agua, más allá de los porcentajes de factibilidad de cada ítem. Y después de todo, para que los objetivos sean probables se requiere empezar creyendo en ellos.

Horas después, la Plaza certificaría una conmoción sólo equiparable a la del 10 de diciembre de 1983. Jamás desde aquél día -con la eventual salvedad del Bicentenario aunque esos festejos eran diferentes, porque no se volvía sino que se estaba en el Gobierno- hubo tanta alegría política movilizada.

El estribillo de Avanti Morocha y la cantada del himno fueron dos picos estremecedores antes de que Cristina se apoyase en un marcaje que, sólo, le demandó la extensión de unas concepciones determinantes. Presidente, acá está el pueblo, no lo defraude, confíe siempre en él, ellos no traicionan, no gobierne pensando en la tapa de un diario, preocúpese por llegar al corazón de los argentinos, nunca lo olvide.

¿Ya está, entonces? ¿Bastaba con la crónica porque todo fue demasiado fuerte y explícito como para adjudicarse la pretensión de agregados? Sí, o en gran medida sí.

A lo sumo, cabe habilitarse un complemento que de tan sencillo podrá parecer obvio.

Uno no sabe cómo le irá al Gobierno. Es notable la cantidad de factores a favor, los equipos que se armaron están entre lo correcto y el lujo, las primeras medidas son tan alentadoras como se esperaba. Los componentes adversos, sin embargo, también son fortísimos, incluyendo variables que no se juegan de local.

Lo que sí sabe uno es que no se puede dudar de las intenciones de este Gobierno. Son gente que llega con buena leche. No vienen a joderle la vida al pueblo. No será que, ante cada medida que tomen, se pensará primero quién de ellos se lleva más plata. No ocurrirá que el modelo sea perverso.

Nadie, con honestidad, debiera pensar que, como durante la tragedia macrista, cuando se equivoquen estarán en realidad cumpliendo lo que vinieron a hacer en dirección contraria a las grandes mayorías (porque son personajes “conscientemente” siniestros, o porque sólo la fatalidad es esperable con un rumbo así).

Lo que se manifestó el martes pasado, y lo que debería volver a plasmarse cada vez que sea necesario, es eso. No dudar de las intenciones. Ya no solamente resistir: las intenciones de quienes se fueron tampoco merecían dudas, pero al revés.

Pensemos en otro 10 de diciembre, de hace cuatro años, y hasta buen rato después, a ver si eso es tan obvio.

Y si todas o algunas cosas salen mal, igualmente no nos habremos equivocado en darle la bienvenida a este tiempo.

Por Eduardo Aliverti

Fuente: Página 12