Los catalanes que no quieren irse de España salieron a las calles a protestar
El movimiento político-humorístico de "Tabarnia" copó Barcelona para recordar que el separatismo no es tan hegemónico como se cree
05/03/2018 EL MUNDOEl movimiento político-humorístico de «Tabarnia» copó Barcelona para recordar que el separatismo no es tan hegemónico como se cree
Miles de catalanes partidarios de seguir en España se manifestaron en Barcelona para reivindicar a «Tabarnia», una región ficticia ideada para combatir los argumentos del secesionismo. Los fieles a Tabarnia prometen que, en caso de secesión de Cataluña ellos a su vez se separarán de la región. Tabarnia surgió como una reacción irónica al discurso nacionalista extremo de los separatistas, y al hecho de que pese a que afirman ser la mayoría, los separatistas son minoritarios en muchas áreas dentro de la misma Cataluña, en especial en las grandes urbes.
Según la policía catalana, la protesta de ayer reunió a 15.000 personas, pero los organizadores situaron la asistencia entre 175.000 y 200.000 personas.
La iniciativa de Tabarnia se popularizó después de las elecciones regionales del 21 de diciembre, que dieron mayoría absoluta a los independentistas en el Parlamento, aunque sin disponer de mayoría de votos, y cuajó con su mensaje satírico en un segmento importante de la región, de 7,5 millones de habitantes. El resultado del 21 de diciembre, con el partido liberal antinacionalista Ciudadanos primero en las urnas, pero los separatistas dominando sumados en coalición, ha causado una impasse sin salida a la vista.
«Tabarnia ha sido un despertar para mucha gente que durante años estuvo callada por miedo de ser tildada de traidor o de mal catalán por no querer la independencia», asegura el portavoz de Plataforma por Tabarnia, Jaume Vives. En efecto, el extremismo de los separatistas ha llevado al silencio a muchos catalanes que no comparten las ideas nacionalistas y temen verse perseguidos o perjudicados en el trabajo, como ha ocurrido con algunos críticos del independentismo.
En la primera manifestación que han organizado, los de Tabarnia llenaron el centro de Barcelona con banderas españolas y también las recientemente creadas para esta región imaginaria, que ubican en las áreas metropolitanas de Tarragona y Barcelona, las zonas con menos arraigo del independentismo en comparación con las rurales Girona y Lleida.
«Estamos hartos, hartos del proceso independentista, de que una minoría nos lleve por el despeñadero», afirmó Mari Carmen Guerrero, una administrativa de 33 años con una bandera de Tabarnia colgada del cuello. «La independencia sería funesta para Cataluña», dijo José Luis Cortés, un comerciante jubilado de 72 años que charlaba en perfecto catalán con un amigo.
«Yo soy catalán, hablo catalán pero no soy independentista. España no es una maravilla pero no quiero su república», protestó. «Por desgracia, hay dos Cataluñas, estamos rotos y queremos que el mundo se dé cuenta de que muchos catalanes no queremos la secesión».
La protesta culminó en la céntrica plaza Sant Jaume, enfrente de la sede del gobierno regional controlado por el independentista Carles Puigdemont hasta el 27 de octubre, cuando fue cesado por el gobierno central español después de la fallida declaración de secesión del Parlamento catalán.
De una furgoneta, decorada con el lema «Se ha acabado la broma», salió Jaume Vives y desde el techo gritó: «Pueblo de Tabarnia, hemos recuperado las calles de Barcelona».Este joven periodista se dio a conocer en octubre con unos videos donde hacía sátira de los separatistas desde el balcón de su casa, al que declaró independiente del resto de la comunidad de vecinos.
Argumentos en espejo
Este espíritu satírico lo comparte Tabarnia, que toma los argumentos del separatismo y los utiliza para sus propios propósitos: así, aseguran, la Cataluña rural vive de la Cataluña urbana _donde el separatismo es minoritario_, los dirigentes no escuchan la opinión de los «tabarneses» y Tabarnia tiene derecho a un referéndum para quedarse en España. Es decir, replican los argumentos principales de la coalición separatista de Puigdemont.
El separatismo ha planteado numerosas veces su supremacía, pero luego las urnas lo han desmentido. Así le pasó en 2015 al frustrado dirigente Artur Mas, que se quedó sin los votos que creía seguros,d ebió renunciar y dar por terminada su carrera. Entonces, con la ayuda de los anticapitalistas de la CUP, surgió Carles Puigdemont. Pero aún así tampoco logró un voto contundente en el referendo soberanista de octubre, que llevó a su destitución y a la actual situación bloqueada.
Los promotores de Tabarnia han creado incluso una bandera, un escudo, una moneda y hasta un gobierno de la ficticia región antiseparatista.
En enero, invistieron al dramaturgo antinacionalista catalán Albert Boadella como presidente en el exilio, en referencia irónica a Carles Puigdemont, que pretendió gobernar desde Bélgica, adonde se exilió al estar imputado en España por delitos de rebelión y sedición. Más allá de ser un movimiento que no pasa de la ironía política, Tabarnia expresa el profundo malestar con el separatismo de una parte sustancial de la sociedad catalana.
Los «tabarneses» surgieron en Barcelona y Tarragona, donde el secesionismo no logra imponer sus ideas