Los centros de salud y la necesidad de garantizar el aislamiento en los barrios rosarinos
Médicos, enfermeros y mediadores sanitarios vacunan, entregan remedios e insisten en la cuarentena. Una recorrida en el noroeste.
06/04/2020 MUNICIPIOSMédicos, enfermeros y mediadores sanitarios vacunan, entregan remedios e insisten en la cuarentena. Una recorrida en el noroeste.
Un cartel advierte en la puerta del edificio que «Todos los turnos están suspendidos» y otro detalla los números de teléfono y de WhatsApp a los que los vecinos pueden consultar. Desde la puerta del Centro de Salud Ceferino Namuncurá, en la esquina de Acevedo y José Ingenieros, una de las empleadas, ataviada con guantes y barbijos, toma las preguntas que los vecinos hacen desde la vereda. Un nene con fiebre, una nena con dolor de garganta y dos empleadas de un geriátrico que intentan vacunarse contra la gripe. Diez minutos más tarde, una médica, un enfermero y una mediadora sanitaria salen a recorrer el barrio, pasillos y pasajes, entregan medicamentos a enfermos crónicos y vacunan a mayores de 60 años. «Métanse para adentro», es la frase que Andrea Montaner, la médica y directora del espacio más repite en la recorrida.
El centro de salud, junto con la escuela y un comedor comunitario, es la principal referencia en el barrio Stella Maris, en ese noroeste de la ciudad que incluye asentamientos como Villa la Bombacha que llegan hasta el Arroyo Ludueña.
Desde allí van los pacientes la mayor parte de las veces, pero en las últimos días son los médicos y el equipo de salud que pertenece al municipio el sale, en base a sus registros, a buscar a la población de riesgo e intentar que el aislamiento obligatorio se cumpla de la mejor manera posible.
La recorrida
«Vacunamos a los adultos mayores, entregamos medicación suficiente para un mes o dos, les entregamos los teléfonos de contacto del centro y les explicamos que deben mantenerse adentro, todo lo que está a nuestro alcance lo hacemos», dice Andrea, mientras busca la casa de Stella, una mujer de 62 años, que vive por el pasaje Tobas al 8200.
La mujer los recibe en el bajo el enorme árbol del patio de su casa, se vacuna y recibe la medicación. «Soy hipertensa y tomo medicación para las tiroides», cuenta, mientras su hija le insiste junto a los médicos que no tiene que salir. «Gracias por cuidarnos», los despide luego de que Gerardo, el enfermero que lleva ocho años en el barrio le aplica las dosis contra la gripe y la neumonía, y les pide que vuelvan para vacunar a su marido.
A la salida, otra mujer corre a los médicos y les pide vacuna y medicación para el marido, Juan, que es diabético y está por quedar sin medicación. «En un rato volvemos», le responden, mientras se llevan el carné del paciente para saber qué es lo que deberán alcanzarle a la vivienda. «Y vaya para adentro», les insiste la médica al matrimonio, y al resto de los vecinos.
Es que con el calor que persistió hasta las últimas horas, mantiene a las vecinas y a los chicos en reunidas en las puertas de las casas. Y se ve a algunos padres, inflando las pelotas de fútbol para que patee en un rato. «Adentro se aguanta poco», comentan.
«El calor no ayuda, y preocupa por el dengue, acá ese también es un problema, pero al mismo tiempo nos preocupa que venga el frío por el coronavirus», admite la médica.
Sobre el final de Sarratea, donde comienza el asentamiento La Bombacha, una pala mecánica levanta residuos de un basural que se arma sobre los terrenos. «Eso es fundamental que se haga y se mantenga, sobre todo por el dengue», insiste Montaner.
La comida diaria de las familias también es una preocupación de los médicos. «Nosotros no repartimos comida y eso lo manejan desde Desarrollo Social», señala la médica, sin embargo, señala que hay pacientes de altísimo riesgo que tienen registrados y a quienes en casos excepcionales acercan elementos básicos.
Son ancianos que viven solos, que no tienen forma de llegar al comedor del barrio y que de otra forma no tienen garantizada la alimentación, así como pacientes severos de salud mental. «En esos casos, el alimento es parte de la estrategia clínica», indica.
Desde la vereda
Mientras el equipo del centro de salud ya habilitó una sala específica para atender los cuadros febriles y ahora trabaja en que ese espacio tenga una entrada independiente, la vereda de Acevedo y José Ingenieros se transformó en la sala espera, donde distanciados a más de un metro, los vecinos que se acercan hacen sus consultas.
Josefina y Diana, trabajan en un geriátrico a pocas cuadras, donde atienden a 40 adultos mayores y fueron a vacunarse. «El geriátrico prohibió las visitas antes que el aislamiento fuera obligatorio, las familias se enojaron, pero después lo pudieron entender», contaron mientras esperaban.
Teo va en los brazos de su mamá, que se acercó porque tiene fiebre, mientras que Ludmila de seis años está con dolores de garganta. «Hablé por teléfono y me dijeron que la trajera aunque no tuviera fiebre», dice su mamá al personal de centro.
La estrategia es que los pacientes se acerquen lo menos posible hasta allí y para eso, habilitaron líneas de teléfono y WhatsApp, además de las recorridas. «Acá la cuarentena es diferente, pero les insistimos —afirma la médica—. Que se metan adentro, lo más que puedan y que no vengan y nosotros vamos».