Los Miradores de Darwin: una vuelta al Génesis
Un viaje a los tiempos donde la humanidad aún no había pisado la tierra, eso es recorrer la inmensidad y tranquilidad de la Patagonia natural.
05/01/2017 TURISMOUn viaje a los tiempos donde la humanidad aún no había pisado la tierra, eso es recorrer la inmensidad y tranquilidad de la Patagonia natural. A unos 40 kilómetros al norte de Puerto Deseado, en Santa Cruz, se encuentran los Miradores de Darwin, donde la riqueza geológica pinta uno de sus cuadros más curiosos.
Desde la altura, la quietud y un silencio primordial semejan un mundo en formación, una vuelta al Génesis todavía sin presencia humana.
La frase «No creo haber visto en mi vida lugar más aislado del resto del mundo que esta grieta rocosa en medio de tan extensa llanura» es casi un eslogan de Puerto Deseado, ya que así el naturalista Charles Darwin inmortalizó en sus textos lo que sintió al descubrir el lugar que hoy lleva su apellido.
Parece una zona detenida en el tiempo. Los Miradores de Darwin, ubicados a unos 40 kilómetros al norte de Puerto Deseado, en Santa Cruz, son un abrupto y ancho cañón rojizo de cientos de metros de altura que culminan en un curso de agua clara y fondo amarillento que permiten alcanzar vistas extraordinarias de la unión del río Deseado con el Mar Argentino y sentir la tranquilidad que transmite la inmensidad del desierto patagónico.
El lugar se caracteriza por contener una serie de masas de tierra compuestas por rocas graníticas y minerales como la mica, el oro, la plata y el cuarzo, que se elevan entre 200 y 500 metros por sobre la superficie donde la ría de agua salada que proviene del océano Atlántico se convierte en el río Deseado.
La altura, la paz y el silencio dominan el espacio de los Miradores, donde es posible imaginar los orígenes de la formación de la vida en la tierra, sin la presencia humana y en tiempos geológicos remotos, y comprender la preponderancia de la naturaleza en relación al hombre.
Es este uno de los lugares en donde se rememora el trayecto que hizo Darwin por esta Costa, donde la experiencia allí vivida, le serviría posteriormente para fundamentar su teoría sobre la evolución de las especies.
El científico inglés llegó a ese sitio en 1833, a bordo del Beagle, tras remontar la ría Deseado y entrar al agua dulce del río, un circuito que hoy se hace en botes semirígidos, más un trecho de caminata de baja dificultad. Otra posibilidad, es terrestre, en un recorrido que se extiende por 70 kilómetros de rutas asfaltadas y de tierra -la nacional 281 y la provincial 47, respectivamente- desde Puerto Deseado.
El recorrido comienza en Tellier, a 20 kilómetros de esta comuna de la costa norte santacruceña, donde se toma la segunda ruta, que en realidad es apenas un poco más que una huella en el desierto poblado de coirones y moas, los principales alimentos de las cada vez menos ovejas patagónicas, hasta llegar a la estancia Cerro el Paso.
La estancia, ahora en remodelación, permite a los visitantes hacer una pausa antes de llegar a los miradores y también disfrutar de la comida típica de esa zona, el cordero patagónico, en un salón de esquila que mantiene la fisonomia de los años 20, cuando esa actividad era rentable.
Las excursiones por agua ofrecen avistajes de fauna marina durante el primer trecho, mientras que en el paseo por tierra se pueden ver aves de la estepa, especialmente rapaces y choiques, y mamíferos como guanacos, liebres y piches, además de la flora típica de esa zona patagónica, donde predominan los marrones y amarillos opacos.
La cima de alguno de los Miradores de Darwin se alcanza luego de caminar unos cientos de metros desde la estancia, tras lo cual es posible apoderarse del mundo con la mirada y observar cómo el río Deseado, en forma serpenteante, se pierde en el horizonte.
Desde la soledad y la inmensidad del espacio, el silencio se asemeja a un mundo en proceso de gestación, un regreso al origen, en donde el turista puede ser el espectador de un paisaje detenido en el tiempo en épocas de formaciones geológicas.
Los Miradores, además, dejan divisar con claridad la célebre «roca triangular» que Darwin hizo dibujar al pintor Conrad Martens cuando descubrió esa increíble zona, una de las de mayor biodiversidad del mundo.
El sereno y contundente paisaje, lleno de paz, invita a los visitantes a sentarse en las rocas más altas o en los bordes de las cornisas para apreciar detalles de la naturaleza o simplemente las huellas de manadas de guanaco en el limo.
El suelo del cauce del río Deseado, que desde arriba parecía una alfombra lisa, está totalmente reseco y quebrantado, aunque cerca del curso de agua hay una zona con un barro muy resbaloso y pesado.
Los paredones de las formaciones del cañón que le da forma a los Miradores son piroclásticos, por lo que en los mismos se perciben algunas grutas que fueron bolsones de gases en la época de erupciones y algunas ventanas cerca del suelo.
Los colores de las rocas varían, con el avance del sol, entre el amarillo y el bordó de las rocas de mica, cuarzo y oro, y reflejan sombras de curiosos dibujos sobre el cañón, quizás los mismos que deslumbraron a Darwin y a todo el mundo hace 183 años.