Los Siete Lagos y el buen sabor
Entre bosques y montañas hay una distinguida propuesta de cocina patagónica que invita a vivir una experiencia turística gastronómica con aires neuquinos.
18/11/2016 TURISMOEntre bosques y montañas hay una distinguida propuesta de cocina patagónica que invita a vivir una experiencia turística gastronómica con aires neuquinos.
En la provincia de Neuquén existe un tramo de 110 kilómetros de la turística Ruta Nacional 40 que se convierte en un collar de verdaderas perlas. Se trata del denominado Camino de los Siete Lagos, gemas que se encuentran engarzadas por este corredor que atraviesa una de las regiones más bellas de la Patagonia. Y si nos desviamos por caminos que se bifurcan, nos sorprenderemos con muchos otros espejos de agua que brillan en un turquesa profundo.
Los extremos del recorrido son las apacibles Villa La Angostura y San Martín de los Andes, dos ciudades que, desde hace tiempo, trabajan en equipo para promocionar estos tesoros cordilleranos. Desde hace algunos años, estas localidades decidieron poner en valor a la gastronomía de toda la comarca, una tierra bendecida por el clima húmedo de la selva valdiviana.
La zona favorece el crecimiento de especies únicas, que regalan productos que son las materias primas para elaborar deliciosos platos. Estas comidas están inspiradas en este entorno de bosques y montañas, siguiendo recetas que remiten a la cultura de sus habitantes originarios y de los primeros pobladores inmigrantes.
Con el fin de difundir estos sabores patagónicos, por segundo año consecutivo se llevó a cabo el festival Cocina de los Siete Lagos, evento gastronómico que permitió a locales y turistas disfrutar, a lo largo de una semana, las delicias que los cocineros de restaurantes y hoteles ofrecieron. Una verdadera fiesta sibarita para conocer qué se lleva a los fuegos y qué se disfruta en platos sustanciosos: cordero patagónico, ciervo, jabalí, conejo, trucha, variedad de hongos y frutas de las llamadas finas y rojas, entre otros productos.
El camino de los espejos
Desde Villa La Angostura, iniciamos el recorrido por el Camino de los Siete Lagos. Arribamos a este pueblo recostado sobre las playas norte del lago Nahuel Huapi en horas de la tarde, cuando el frío invernal todavía se sentía. A través de la ventana de la habitación
en la hostería Puertas del Sol observamos el jardín con una piscina llena de agua, que despedía una bruma tenue.
“La temperatura está a 35 grados. Si te animás, te traigo bata y toallón para que te metas”, me dijo la dueña del hotel. A los cinco minutos me encontraba nadando en ese pequeño oasis cálido con vista al lago y a las montañas, con sus cimas nevadas. Un reparador inicio de esta estadía continuó en el restaurante Waldhaus, para degustar las creaciones del chef Leonardo Morsella, alma mater de este festival gastronómico.
A la mañana siguiente, luego del desayuno, una caminata por la costa del Nahuel Huapi nos permitió tomar algunas fotografías. Mientras el camino zigzagueante ofrecía hacia ambos lados las vistas de diferentes nothofagus -especies del bosque andino patagónico como ñires, coihues y lengas, entre otras- los lagos azules y turquesas se dejaban ver entre el follaje.
Correntoso y Espejo son los primeros lagos que aparecen. Un desvío de 80 kilómetros por la ruta provincial 65 nos llevó hasta Villa Traful, una aldea de 500 habitantes que se levanta al borde del lago homónimo (el primer bonus del circuito). En Del Montañés, una simpática fábrica de dulzuras con estilo alpino en su fachada y estructura, calmamos el apetito del mediodía con unos delicados rolls de cordero con chutney de tomate y cebolla colorada, sobre una croqueta de papa rebozada, y un goulash de ciervo con spätzle, elaboraciones a cargo del chef Guillermo Ponce de León.
Antes de dejar Villa Traful, nos acercamos hasta Mirador del Traful, un balcón situado sobre un acantilado de 70 metros, que regala una panorámica del lago coronada por los cerros Huelta, Frutilla y Negro.
Retomamos nuestro rumbo hacia la RN40 para continuar transitando el camino de los lagos. A medida que avanzamos, aparecieron los otros fabulosos lagos: Escondido, Falkner, Villarino y Machónico. Finalmente, llegamos al otro extremo del circuito: San Martín de los Andes. Esta ciudad completa el recorrido con la presencia del último espejo, el lago Lácar. Con una amplia oferta de hoteles y restaurantes, la localidad neuquina confirma que esta provincia del Sur argentino, además de proponer bellos paisajes, se impone como un destino recomendado para los viajeros que buscan placeres gourmets.