¿Malvinizar? : Por Eduardo De Pedro

bandera«No deja de ser triste que sectores corporativos minoritarios pero sumamente influyentes de nuestro paí­s no puedan deshacerse de la colonización cultural que los lleva a posicionarse en la defensa de los argumentos de un puñado de buitres».
«El nacionalismo de ustedes se parece al amor del hijo junto a la tumba del padre; el nuestro, se parece al amor del padre junto a la cuna del hijo (…) Para ustedes la Nación se realizó y fue derogada; para nosotros, todaví­a sigue naciendo».
Arturo Jauretche.

Como dice Don Arturo Jauretche, para nosotros la Nación no es sólo un pedazo de territorio o un arrebato de nostalgia sino una construcción colectiva presente, una identidad cultural diversa y rica, una historia compartida, y fundamentalmente un destino común.

Por eso, conviene escuchar atentamente a quienes acusan a nuestro gobierno de querer «malvinizar» la disputa contra los fondos buitres en los tribunales de Nueva York.

¿A qué se refieren con malvinizar? Si es a la defensa inclaudicable de nuestra soberaní­a y dignidad nacional, bienvenida la malvinización de todas las causas de las que dependa el futuro de los argentinos.

Si, por el contrario, quieren emparentar maliciosamente la ferrea defensa del interés nacional, con una aventura bélica encabezada por la dictadura más sangrienta de nuestra historia, se equivocan y la historia estará allí­, implacable, para juzgarlos.

Esta última acusación es tan absurda que, de hecho, a pesar de la insistencia mediática caló poco en una población muy atenta a sus intereses.

Haciendo una analogí­a con la vida cotidiana, es como si acusaran de violentos y prepotentes al padre y a la madre de una familia que defienden su casa ante un usurero que los quiere dejar en la calle con sus hijos, aunque ellos paguen religiosamente todas las cuotas de la hipoteca. De eso se trata esta disputa, de defender la casa y el futuro de todos los argentinos ante la angurria de un pequeño pero poderoso grupo de especuladores.

Pero para algunos, pareciera que no es tan claro. No deja de ser triste, aunque a esta altura ya no sorprenda, que sectores corporativos minoritarios pero sumamente influyentes de nuestro paí­s no puedan deshacerse de la colonización cultural que los lleva a posicionarse como en este caso, en la defensa de los argumentos de un puñado de buitres carroñeros que intentan poner al borde del precipicio a los 40 millones de argentinos.

Claro que uno se pregunta si lo que impera es la dependencia cultural y la autoestima deprimida de estos grupos económicos y mediáticos, cuyos voceros nos taladran con el desánimo permanente desde las pantallas de televisión, o si al fin de cuentas lo que se impone es el más mezquino de los intereses económicos, en una nueva apuesta para que trastabille el gobierno nacional.

Ignoran, o para peor desprecian, que en esta encrucijada de la historia, está en juego el bienestar de los trabajadores, los estudiantes, los jubilados, los profesionales y los empresarios argentinos: sus trabajos, sus escuelas, sus ahorros, sus empresas, en definitiva su esperanza en el futuro.

Por suerte para nuestra democracia, que tras 30 años de vigencia comienza a mostrar signos indudable de madurez, la mayorí­a de los partidos polí­ticos, con sus matices y escamoteos en algunos casos, ha respaldado la postura del gobierno en el litigio. Es saludable y esperanzador que la polí­tica se desentienda de la agenda egoí­sta que le quiere imponer el poder económico mediático concentrado, que no duda en apostar en contra del pueblo, y se pare del lado de la gente ante la agresión feroz de un sistema financiero internacional absolutamente desbocado.

Pero más esperanzador aún es la conciencia nacional del pueblo argentino. Encuestas de todos los colores muestran que la gente ha aprendido que el karma de la deuda externa es un cepo que ha frustrado el desarrollo pleno del paí­s en innumerables ocasiones.

Observamos con satisfacción que nuestro pueblo también ha crecido en estos años de democracia y nos abriga la convicción de que no se quiere asomar al abismo de una nueva crisis a la que nos quieren empujar los fondos buitres de afuera y de adentro.

De todas formas, ¡cuánto mejor parados estarí­amos frente a este mundo tan complejo, cruzado por la globalización, la crisis económica, la timba financiera y las guerras, si además de contar con los fabulosos recursos naturales y humanos, tuviéramos una burguesía con una verdadera conciencia nacional que se plantara codo a codo con los trabajadores y el pueblo todo a defender el interés genuino de la Patria! ¡Cuánto más sencillo serí­a avanzar hacia la felicidad del pueblo y la grandeza de la Nación! Decí­a la Presidenta ya en 2012: «Los que se nos oponen y defienden a los fondos buitres están equivocados, porque este gobierno es temporal, pero la patria es permanente».

Por este motivo, no hay que ruborizarse ni esconderse si nos acusan de malvinizar esta puja, siempre que malvinizar signifique, en este contexto democrático, de libertad y de debate, defender las causas justas y elegir los ejes centrales en el que la mayorí­a de los argentinos tenemos que ponernos de acuerdo para encarar un futuro en el que nuestro paí­s de desarrolle con inclusión social.

Porque sí­ tenemos Nación podremos alcanzar el autoabastecimiento energético, podremos seguir enviando satélites al espacio y seguiremos batiendo récords de producción granaria para alimentar al mundo.

En definitiva, si tenemos Nación podremos construir un futuro con esperanza para los 40 millones de argentinos y las generaciones venideras.

Columna de opinión publicada en el diario Bae Negocios.

Fuente: Telam