Maradona, el afiche y el hombre de los pies desnudos
Para homenajear a Maradona, Victoria Tolosa Paz y su esposo Pepe Albistur, empresario de publicidad gráfica hicieron un afiche. Nunca imaginaron este destino
30/11/2020 MUNICIPIOSPara homenajear a Maradona, Victoria Tolosa Paz y su esposo Pepe Albistur, empresario de publicidad gráfica hicieron un afiche. Nunca imaginaron este destino
La imagen conmueve, duele, interpela. Es contradictoria como lo fue su principal personaje, Diego Armando Maradona. Une al que todo lo pudo con el que nada tiene. Los iguala, los hermana. Muestra aquello que quien está siendo despedido en un afiche podría haber sido si la varita mágica (o divina) del talento futbolero no se hubiera depositado sobre él.
Poco sabemos del hombre de los pies descalzos. Podemos suponer. Pobreza, marginalidad, mala suerte, alguna mala decisión, una frustración, algún abandono, la misma adicción que Maradona «el señor del afiche», pero más barata y aún mas dañina, con alcohol menos refinado. Quizás la propia decisión por preferir la soledad antes que socializar de mala gana. Un piso duro, por suerte no tan frío como en invierno.
Su resultado podría ser rencor, envidia, odio a los ricos, a la suerte de los otros, al éxito, a todo lo que a él le fue esquivo.
Podría preguntarse ¿y a mi éste que me dió? Y usar a Maradona para cubrir sus pies desnudos como se usa el papel de diario.
Pero no, prefirió colgar el póster como lo haría (y quizás en sus años más jóvenes lo hizo) , en la más visible pared de su habitación, que hoy es un muro cualquiera al aire libre, en situación de calle.
Porque se siente representado. Porque ve en el héroe exitoso que se fue hace 4 días a un par, que a pesar de sus millones, de codearse con los líderes del mundo y ser también admirado por ellos, a pesar de los jeques de Dubai, de su última morada en el country de Nordelta, del poder, dinero y prestigio del que tuvo la dicha de disfrutar, siempre será el «pelusa de Fiorito» , que queda ahí cerquita de Budge, en Lomas de Zamora, a orillas del riachuelo, del lado de «provincia», como le llaman los porteños a esta parte del Puente La Noria.
Y el hombre de los pies desnudos siente que el ídolo no tiene pies de barro, pero sabe que sí lo pisó muchos años. Los años de su formación, la infancia y adolescencia.
Y cuando ya no lo pisó más, nunca despotricó contra sus raíces, no se avergonzó, nunca se hizo tilingo.
Disfrutó de sus millones ganados con su mérito propio pero bancó en sus palabras y en varios hechos pequeños, solidarios y desconocidos, que recién ahora salen a la luz, a un pueblo pobre, a chicos pobres, a gente pobre que no lo sintió jamás como siente a otros, a quienes ven traicionar a su propia clase.
Por eso los representa. Por su humanidad plagada de errores. Por su depresión final, incluso en la riqueza. Por sus adicciones y su deterioro físico sin tener que haber dormido nunca en el suelo duro de una vereda al azar.
El hombre de los pies descalzos no come, no se cura, ni se educa con un póster, pero así y todo decidió homenajear al protagonista de la imagen colgándolo del único lugar que tiene para que resalte y se vea: encima de la bolsa en la que guarda todo lo que pudo juntar en su vida entera.
Diego será su más valiosa posesión. El recuerdo seguro de un momento más feliz.
El afiche será la suma de la poca alegría que le puede quedar por estar vivo.