Melincué ruega por buen tiempo para paliar su situación hídrica

El problema generado desde anteayer tiene pocos precedentes, recordados por los más memoriosos. Hay temor y una tensa calma.

El problema generado desde anteayer tiene pocos precedentes, recordados por los más memoriosos. Hay temor y una tensa calma.

La postal que se imponía en la jornada de ayer en la pequeña localidad de Melincué, de unos dos mil habitantes, era la de bolsas con arena en la mayoría de los frentes hogareños. Es que la rotura del anillo de contención de la parte norte de la localidad, detrás del Hotel Casino —restablecido anoche—, encendió la alarma del pueblo, el que había experimentado una última inundación en el 2003. Desde allí ingresó agua que cubrió más del 25 por ciento del ejido urbano.

Bomberos de distintos lugares, gendarmes, personal de Defensa Civil y hasta vecinos colaboradores formaron parte de un paisaje inusual en la localidad. Al menos hay que remontarse a casi tres lustros para comparar lo sucedido ayer en Melincué. Todos con una única premisa, evitar el ingreso desmedido de las aguas de la laguna.

Al cierre de esta edición hubo decenas de autoevacuados, aunque claro está, no quedó santo a quien no prenderle una vela. Es que el cambiante clima mutó en el humor de los melincuenses a lo largo de la jornada. Al atardecer un denso nubarrón encendió la alarma en la comunidad, la que masivamente decidió colaborar con el llenado de bolsas para evitar que el agua siguiera produciendo daño en el tejido social. Algo a lo que están acostumbrados los mayores pero no los más jóvenes. Es que la última inundación data de 2003, pero previo a ello hubo otras en las décadas del 80, 70, y a mediados de los 60.

Lo cierto es que una tensa calma sobrevoló la localidad tras el ingreso de las aguas en la mañana de ayer. Alrededor del 25 por ciento del pueblo se vio afectado por el desborde de la laguna tras la ruptura del anillo de contención, la que se produjo anteanoche. Desde ese momento, decenas de vecinos comenzaron la titánica carrera de embolsar arena a modo de terraplén. Pese al buen clima, que se espera se extienda al menos hasta el jueves, los vecinos padecen una suerte de psicosis generalizada ya que nunca antes habían experimentado semejante momento.

La situación tuvo, como no podía ser de otra manera, su correlato político, donde no faltaron acusaciones y explicaciones. El presidente comunal, Gabriel Rébora, no ahorró críticas y cuestionamientos tanto al actual gobierno provincial como al que lo antecedió. Más allá de insultos propios de un estado de ánimo exaltado, los acusó por el «abandono y la desidia». Y el gobernador Miguel Lifschitz le contestó que, «más allá del lógico nerviosismo» del mandatario local y de la gente «se está trabajando permanentemente en la contención de una laguna» (ver aparte).

«Estamos anegados y con temor»

Hay que remontarse al año 1975, en lo que fue el peor desborde de la laguna, para encontrar un parangón con lo que está sucediendo actualmente. Para Emilio Harman, un septuagenario nativo de Melincué, «el agua nunca había llegado hasta mi ex negocio, que está en Alberdi y San Martín. Hoy estamos anegados y con mucho miedo a que suceda algo peor».

Su mujer, Elida, dijo en el mismo sentido que «nunca antes vi algo igual. Nunca llegó el agua hasta este barrio —que está a pocos metros de la terminal de ómnibus—. Es una vergüenza que no se haya hecho nada a pesar de que se sabía que esto podía ocurrir».

En rigor, tanto provincia como la comuna trabajan a destajo para solucionar lo que para muchos son inclemencias del tiempo y para otros es negligencia de la dirigencia».

Horacio Pellegrini fue más benévolo con los que muchos suelen culpar y es a la clase política. «Todos tenemos culpas; los políticos, pero también cuestiones que no parecen ser palpables como la tala indiscriminada de bosques, la labranza cero o los mismos canales clandestinos, que hacen que todo se desmadre. Eso es lo que está pasando ahora. La responsabilidad creo que es de todos».

Culpas cruzadas

En el pueblo se podía observar ayer un aire espeso con culpas por todos lados.

Es que estaban los que culpaban al mandatario comunal peronista Gabriel Rébora y los que descargaban su furia con los gobernantes del Frente Progresista. «Faltan obras» coincidían todos. Para algunos las debió hacer Rébora y para otros la provincia. Lo de siempre. Ni más ni menos.

En el pueblo hay temas que prefieren no abordarse en esa complicidad casi impostada. Echarle la culpa a la dirigencia provincial o comunal forma parte del discurso masivo, aunque también están los que responsabilizan a la mano del hombre en esta tragedia «climática». Tala indiscriminada de montes, labranza cero o canales clandestinos construidos por productores que se sacan el problema de encima para derivarlos a la cuenca de la laguna de Melincué, forman parte del menú de opciones a la hora de culpar a diversos factores que no sólo incluyen a políticos «corruptos» que no hacen lo que tienen que hacer.

Una culpa que inexorablemente es de todos, sin mediar rangos o estatus.

Previsible

Lo cierto es que el guardafauna local, Carlos Goniel, alertó en febrero sobre la posibilidad de que esto sucediera y ante una consulta de este diario dijo: «Hoy hacemos la nota acá y en un par de meses vamos a hacer la nota adentro del pueblo por cómo viene la mano», dijo oportunamente. Y tenía razón.

Por ese entonces, la laguna era un espejo de agua de alrededor de 16 mil hectáreas. «Hoy debemos estar superando las 20 mil. Días atrás la recorrí con la lancha y nuestra laguna es un mar. De todos modos, creo que se irá estabilizando todo si es que no sigue lloviendo o no nos castiga la sudestada, que es el principal enemigo», señaló ayer.

Misión cumplida

Pasadas las 18 de ayer, el mismo gobernador Miguel Lisfschitz informó por su cuenta de Twitter: «Recién se termina de cerrar la defensa norte de Melincué. Gran trabajo de bomberos, Ejército y Protección Civil», destacó el mandatario.

Fuente: La Capital Rosario