Norte neuquino: el secreto de los ojos del arriero del río Buraleo
Con la esperanza de que termine rápido la pesadilla va este emocionante relato. Si alguna vez vas para allá, no olvides charlar con don Lazcano.
06/04/2020 TURISMOAhí, donde corre el río Buraleo en el norte neuquino, fue Ricardo Kleine Samson antes de que la pandemia trastocara todo. Con la esperanza de que termine rápido la pesadilla va este emocionante relato. Si alguna vez vas para allá, no olvides charlar con don Lazcano.
Todas las mañanas, como desde hace cientos de miles de millones de cosas, el río Buraleo, aquí presente, sube hasta detrás de aquellos bosques de ñires a buscar agua a su propia laguna para luego serpentearla, sin mezquinar belleza, por todo este valle, al que riega desde entonces, formando unos hermosos mallines, junto con todos esos arroyitos que bajan de todos lados como unos peregrinos y que se le van sumando al Buraleo para ayudarlo a la faena cotidiana de embellecer el sitio y darle vida. Donde, además, comen, desde siempre, cientos de miles de chivos, ovejas, vacas, caballos y unos burros que, créame, es uno más feo que el otro… pero simpáticos.
No es fácil llegar, los últimos 9 km nos demoró una hora. Estamos a más de 1.700 msnm. El viento es frío. La vegetación es variada y a esta altura aparecen los bosques de ñires muy tupidos y achaparrados por el que los arrieros hacen callejones para moverse hasta la laguna o trepar a Chile.
La combinación de su gente, sus ranchos y animales, de sus ríos y arroyos, de su árboles, plantas y flores, de sus pájaros multicolores, de su cielo, su tierra y sus piedras, de las huellas y callejones da testimonio, fiel, de la deslumbrante maravilla de toda esta región.
Y como el Buraleo se ocupó de darle vida a toda esta belleza. Usted verá que, por aquel lado, donde está aquel cerrito ¿lo ve…? vinieron unos artistas a dibujar sus petroglifos y pituquear el lugar que, si fueran de la misma época de los yacimientos arqueológicos del Colomichico o el Chacay, tienen más de 1600 años. Aunque en muchos aspectos, estas son distintas a las de cualquiera de esos otros dos… como sea, deben haber tenido influencia Incaica.
Estos petroglifos que la gente ya ha empezado a tallar por su cuenta con sus iniciales para la posteridad son tan testimoniales como la belleza de este lugar. No se sabe lo que quieren significar, su lenguaje es tan simbólico como el nuestro, pero enigmático… Pero ahí están omnipresentes como deben de haberlo estado ellos cuando habitaron esta región.
Y, acá, frente a mis ojos, tengo los ojos de Lazcano cuya mirada nace allá… lejos, como las aguas del Buraleo… para traer al presente su infancia. Hablaba despacio, con prudencia, porque el peso de cada palabra traía sus propios recuerdos.
“Mi papá cruzaba a Chile por atrás de aquel cerrito y traía bolsas de porotos y azúcar en terroncitos en los burros, al tiempo que mi mamá preparaba queso de chiva o charque de trucha que pescábamos acá mismo y que guardaban para cuando nos volvíamos a la invernada que todavía sigue estando en Los Chihuidos. Tardábamos más de 30 días en arrear los casi de 4000 animales que tenían mis padres. Era un trabajo muy duro, nosotros éramos muy chiquitos y ayudábamos mucho a nuestros padres. Padecíamos el frío, la nieve, el viento, la lluvia, la abusada abundancia de la belleza y dormíamos donde nos tocara. La gente de ahora mariconea por cualquier cosa, nosotros, aun hoy, nos la arreglábamos como podemos con lo que tenemos que no es mucho. Yo no quiero que mis hijos hagan lo mismo, quiero que estudien… Mire ese río, ya casi no trae agua… hace tres años que no nieva y cada vez llueve menos. Cada vez hay menos pastos. Quiero que mis hijos se vayan de aquí”.
Y la vida discurre, fluida y sin pausa, en las palabras de Lazcano, en los relinchos lejanos, en los débiles mugidos, en las baladas de los chivos y las ovejas y la belleza del lugar que lo contiene a todo. Digamos que toda esta belleza, que todos estos enigmáticos petroglifos, que el viejo con su burro cargando leña, que todas estas evocadas palabras y la sangre que recorre, evidente, las manos de Lazcano son testimonios de la vida de este hermoso Buraleo que se expone, presto, a la mirada del sol y las estrellas, porque la vida sigue siendo linda…
Cómo llegar
Imaginemos estar en Andacollo, salimos por la ruta provincial 43 como yendo a Las Ovejas, a los 21/23 km hay un desvío, bien señalizado, que cruza por un puente el río Nahueve y lleva al Paraje Bella Vista. 3 km después de pasar el puente sale una huella donde hay un cartel que indica: Al Buraleo… esa es la huella, hasta la laguna son unos 24 km aproximadamente de una belleza indescriptible. Si va a llegar hasta arriba de todo, lleve 4×4 con alta y baja y algo de pericia, la va a necesitar, sino llegue hasta donde pueda. Los paisajes son increíbles.