Norte neuquino: Viaje por la increíble Ruta 54
En el norte neuquino, un recorrido de 100 km entre campos de veranada, cascadas, lagunas y montañas, a orillas del río Neuquén.
17/03/2017 TURISMOEn el norte neuquino, un recorrido de 100 km entre campos de veranada, cascadas, lagunas y montañas, a orillas del río Neuquén.
Anotá la Ruta 54 entre los secretos mejor guardados de la Patagonia. Es de ripio y nace unos cinco km antes de Varvarco, cuando el río Neuquén es ancho y transparente, este verano con menos caudal. La traza corre a su lado, a veces a metros de la orilla, a veces elevada, entre paredones donde se refugian los cóndores. Sube hacia las lagunas Varvarco Campos y Varvarco Tapia, con Chile del otro lado de las montañas y cerca del límite con Mendoza. Y se transforma en la 53 cuando cruza la frontera provincial para volver rápido a Neuquén.
Son apenas 100 km que atraviesan cascadas, puestos de veranada, montañas, mallines y rocas que se elevan al cielo. A medida que avanzás tu mirada parece acostumbrarse a la sorpresa y cuando crees que ya lo viste todo, te vuelve a deslumbrar una curva, las ovejas que caminan mientras cae el sol, las chivas trepadas a los cerros, los jinetes, sus perros y sus rebaños o las lagunas que aparecen al final del camino, mientras los pescadores van por su trucha inolvidable detrás de donde pastan los caballos y debajo de picos nevados.
Desde Varvarco, el primer pueblo que encontrás es Manzano Amargo, a unos 15 km. De 800 habitantes, es una buena alternativa para reponer provisiones en sus cuatro almacenes, parar en el comedor Pehuén Piré o probar las pizzas y los sandwiches (tremendo el de pollo) del flamante local de Nahuel, que supo cocinar en el Llao Llao antes de buscar montañas más tranquilas. Es fácil llegar: todo está cerca de la Comisión de Fomento, el Centro de Salud y la oficina de Turismo (02948-494096). También podés alojarte en alguna de las 15 cabañas. ¿Los precios? De $ 700 a 1.000 por noche, de cuatro a seis personas.
A unos 4 km, la primera parada es la cascada La Fragua, un salto de agua de unos 40 metros. Unos 10 km después pasás por el paraje Pichi Neuquén, de 80 habitantes, al que está por llegar la luz un siglo después de que llegaran los primeros pobladores. Más adelante, entre plantaciones de pinos, aparece la última opción de abastecerse, la despensa de don Augusto Orellana a la que bajan los crianceros. Y después, los campos de veranada: la ruta gira a derecha e izquierda mientras los atraviesa. A esa altura los paredones a ambas márgenes del río son más altos y la vista es espectacular.
Lo que sigue es todavía mejor: luego de cruzar el puente del Pichi Neuquén, a metros del puesto de Gendarmería, la ruta se pega al río Neuquén mientras sube y baja en medio de cerros y montañas en su giro hacia el este. Los puestos de piedra y barro de los crianceros están ahí nomas. Y ellos también: buena oportunidad para tomar unos mates y escuchar las historias de los arrieros que viajan días y días a caballo para que sus chivas nacidas en las tierras de la invernada se alimenten con las pasturas de montaña y beban el agua que baja de las vertientes.
Desandan el camino entre fines de marzo y abril, ya más fuertes y rápidas, con la pendiente a favor. Es cuando hay que estar atento a las nevadas prematuras para no quedar varado. Es recomendable chequear el pronóstico y el estado del camino en Vialidad (0810-333-7882).
Ahora está transitable, aunque las lluvias y las nevizcas de los últimos días elevaron el caudal del Neuquén, escaso tras un invierno poco nevador.
Hay que vadearlo 18 veces hasta llegar a Los Cerrillos y acceder al premio mayor, el circuito de las lagunas. Este verano no solo lo hacen las 4×4: aunque las camionetas son mayoría, también podes cruzarte con autos que se le animan al río bajito.
Diez kilómetros antes de las lagunas hay otra escala, la del nacimiento del Neuquén. Empieza a brotar entre las piedras a unos 10 metros de altura y arranca así su recorrido de 420 km que más abajo dará vida a represas y plantaciones. Pero ahí, a 2.300 metros sobre el nivel del mar, es solo un hilo de agua que harán crecer de a poco arroyos y vertientes mientras las chivas, las vacas y los caballos pastan cerca y toman esa agua pura de la Cordillera de los Andes.
En el final de los 100 km están las lagunas. La primera es la Varvarco Campos, tentación para los pescadores. Hay un puesto de Gendarmería, otro de los guardafaunas y una playita de piedra donde armar la carpa y estacionar la camioneta o el auto. Un arroyo la conecta con la más pequeña Varvarco Tapia, hacia donde van sus aguas. Allí también hay buenas capturas de arcoiris y cada tanto una marrón. En el medio, otra laguna, la Escondida, merece una incursión. Las tres forman Los Cerrillos, la última escala de la 54, la ruta de los crianceros, la montaña, el río y la sorpresa permanente.