Nuevos palos en la rueda independentista catalana
La manifestación multitudinaria de ayer y la fuga en cadena del domicilio social fuera de Cataluña de una decena de empresas suponen un revés para Puigdemont y su inminente declaración unilateral de la independencia.
09/10/2017 EL MUNDOLa manifestación multitudinaria de ayer y la fuga en cadena del domicilio social fuera de Cataluña de una decena de empresas suponen un revés para Puigdemont y su inminente declaración unilateral de la independencia.
Si el domingo anterior, las calles de Barcelona fueron de los más de dos millones de ciudadanos que salieron a votar sobre la relación entre Cataluña y España, ayer pertenecieron a cientos de miles de personas que se manifestaron contra la independencia –950 mil según los organizadores, 350 mil para la Guardia Urbana–. Cifras aparte, ambas multitudinarias movilizaciones reflejan la polarización que se vive no sólo en Cataluña sino en todo el Estado a raíz de la aceleración del proceso secesionista y la fuerte represión policial durante el referéndum de la semana pasada.
La posibilidad, que por momentos se aleja y por otros se vuelve inminente, de una declaración unilateral de la independencia por parte del Govern de Carles Puigdemont empujó ayer a todos aquellos que abogan por la unidad de España a ocupar el centro de la capital catalana y dejar de ser “la mayoría silenciosa”, como se suelen autodenominar.
Bajo el lema “¡Basta! Recuperemos la sensatez”, miles de personas enfundadas en banderas españolas y catalanas partieron de una de las principales plazas de Barcelona– Plaza Urquinaona– para desplazarse por la arteria central de la ciudad y llegar a la Estación de Francia, donde el escritor Mario Vargas LLosa y el ex presidente del Parlamento europeo, Josep Borrell, pronunciaron sendos discursos contra la independencia.
“La democracia española está aquí para quedarse y ninguna conjura independentista la destruirá”, proclamó el Premio Nobel de literatura ante cientos de miles de personas que respondían al grito de “Puigdemont a prisión”. “Somos ciudadanos pacíficos que creemos en la coexistencia, en la libertad. Vamos a demostrarles a esos independentistas minoritarios que España es ya un país moderno, que ha hecho suya la libertad y no va renunciar ante una conjura independentista que quiere convertirlo en país tercermundista”, sentenciaba Vargas Llosa.
Por su parte, el ex ministro socialista Josep Borrell, se dirigía a los manifestantes en cuatro idiomas para dejar bien en claro su mensaje: “Las fronteras son las cicatrices que la historia ha dejado grabadas en la piel de la tierra. No levantemos más”. Borrell instó a “recuperar la sensatez porque nos estamos haciendo daño los unos a los otros” y acusó a Puigdemont, Junqueras y Forcadell– máximos dirigentes del proceso independentista– de mentir a los catalanes. “La convivencia se ha roto en este país, se ha roto entre amigos, en la calle. Hay que volver a rehacerla”, aseguró desde el escenario dispuesto frente a la Estación de Francia.
“No griten como las turbas del circo romano. A la cárcel solo van los que dicen los jueces. Les pido que extrememos el respeto”. El requerimiento del ex ministro llegaba en respuesta a la reacción exhaltada de la gente pidiendo cárcel para Carles Puigdemont y apuntaba a una serenidad que ya en territorio español es difícil de encontrar. La tensión se disparó tras la represión policial ordenada por el Gobierno de Mariano Rajoy y la consiguiente reacción del Govern de Carles Puigdemont de emprender los pasos jurídicos hacia la declaración unilateral de la independencia, disparando desde entonces, a su vez, la agresividad, la intolerancia y el temor. Esta crispación la advirtieron el sábado, por su parte, también los convocantes de “las manifestaciones blancas” que llenaron las plazas centrales de Barcelona, Madrid y diversas ciudades españolas pidiendo diálogo urgente entre los gobernantes. “Han sembrado odio, nos enfrentan y dividen. Si no intervenimos como sociedad, España se convertirá en un país difícil de habitar (…) En los últimos días hemos sentido rabia y, sobre todo, mucha tristeza. Cosas que nunca hubiéramos querido ver y que nos apenan profundamente están ocurriendo por culpa de dirigentes irresponsables que ni escuchan ni hablan”, denunciaba la plataforma recién creada “¿Hablamos?” en su manifiesto que plasma el sentir de una gran parte de la sociedad que se ve acorralada entre un sí y un no a la independencia a toda costa.
En la manifestación que ayer reunió en Barcelona a cientos de miles de personas en defensa de la unidad española no faltó mención a otro de los disparadores del miedo durante esta semana: el cambio de domicilio fiscal de una decena de empresas fuera de Cataluña, ante la posibilidad de una declaración inminente de la independencia. “¿No lo podían haber dicho antes?”, lanzó el socialista Borrell en su discurso de cierre de la concentración. “Si lo hubiesen dicho, quizá esto no estaría pasando”, recriminó el ex presidente del Parlamento europeo.
La cadena de anuncios a lo largo de la semana pasada en los cuales dos pilares del tejido financiero catalán– Caixabank y Banco Sabadell– y entidades clave como Gas Natural o Sociedad General Aguas de Barcelona comunicaban, respectivamente, el traslado de su sede social a Valencia, Alicante y Madrid, encendió todas las alarmas tanto entre el mundo empresarial como a pie de calle. Cientos de pequeños ahorristas corrieron a mover sus depósitos de los bancos catalanes a cajas de regiones vecinas como Aragón ante el temor de un corralito y cada vez más empresas– Freixenet y Catalana Occidente, entre ellas– llevan a sus Consejos de dirección la idea de mudar sus sucursales fuera de Cataluña.
Si bien muchos economistas insisten en que el traslado del domicilio social por parte de varias firmas catalanas tendrá un impacto fiscal mínimo, dado que se trata de un acto administrativo y no implica el movimiento de plantilla o deslocalización de producción, sí que este acto supone un duro revés para el proyecto secesionista, al menos, en lo que a imagen y credibilidad respecta. Según afirmaba el presidente de los asesores fiscales del Consejo General de Economistas, Jesús Sanmartín, en el diario Público.es “el efecto económico es ridículo, salvo que realmente trasladen sus sedes efectivas, con sus trabajadores y su actividad económica, entonces cambiaría radicalmente”.
Sin embargo, el aviso de los grandes empresarios podría desacelerar el ímpetu con el que Puigdemont se dirigía hacia la declaración unilateral de la independencia, así como la reunión que este sábado el presidente de la Generalitat mantuvo con Juan José Brugera, presidente del Cercle d’Economia, foro económico en el que están representados los dos grandes grupos bancarios catalanes y varias de las industrias más emblemáticas de la región. Según publicaba el diario La Vanguardia, Bruguera transmitió a Puigdemont que la declaración unilateral de independencia sería “una bomba para la economía catalana, el pistoletazo de salida para una huida masiva de empresas y desataría el castigo de los mercados financieros y bursátiles”.