Obispo Trejo sigue asediado por el agua

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A un mes y medio de la inundación, la mitad de las calles está intransitable y el hospital, casi vacío.

Rubén Foleto, el intendente de Obispo Trejo, mira las calles asfaltadas inundadas y llenas de pozos y se lamenta. Recuerda lo que le costó al municipio juntar el dinero para hacer esa obra y piensa lo difícil que será repararlas. “Cada cuadra de pavimento cuesta 120 mil pesos. Es una barbaridad para nuestra comuna”, asegura.

A un mes y medio de la inundación del 6 de abril, el agua sigue presente en las calles de esta localidad, ubicada 136 kilómetros al nordeste de la ciudad de Córdoba.

El hospital no funciona en su edificio histórico y 50 por ciento de las calles siguen afectadas por el agua. “Subieron las napas. Están a 20 centímetros, no pueden circular vehículos porque se puede hundir todo”, comenta el intendente.

Hace un mes de medio, 
una inusual lluvia de más 
de 300 milímetros en un día y medio afectó la región. 
A pocos kilómetros, la canalización del río ­Guanusacate desbordó 
y el agua llegó al pueblo. “El canal estaba sucio y algunos dueños de campo hicieron puentes de tierra con apenas un caño. El agua comenzó a bajar por los campos y desembocó en una calle”, relata Foleto.

Las viviendas se inundaron. Hubo casi 100 casas evacuadas. “Alcanzamos a poner unas bolsas de arena pero entraron como 30 centímetros de agua. También comenzó a salir agua desde los resumideros del baño. El olor era insoportable. El segundo día nos evacuaron”, recuerda Pamela Cortés (18), una de las vecinas afectadas.

María Banegas (73), su abuela, asegura que esa noche no durmió. “Me quedé sentada en la cama toda la noche. El agua entró en todas las piezas”, cuenta la señora.

La ruta 17 estaba haciendo de dique y no permitía que el agua escurriera. Los vecinos y el propio intendente estaban dispuestos a romper este camino. Pero la Provincia envió equipamiento para construir una alcantarilla que alivió la situación.

“Ahora nos quedó el agua de las napas que están hundiendo las calles”, asegura Foleto. Los técnicos de Recursos Hídricos de la Provincia aseguran que no pueden drenar las napas de la noche a la mañana.

“Es un proceso muy lento. Lo ideal es que baje naturalmente. La composición del suelo de la localidad impide que drenemos, porque podría ceder todo el suelo y provocar un daño mayor”, explica el intendente.

Y agrega: “El problema es que los técnicos te dicen que hay que esperar, pero la gente no quiere esperar. Nos recriminan porque no hacemos nada. Estamos en el medio”.

María tiene miedo de que 
el agua suba desde el suelo y vuelva a mojarse su casa. “Me arruinó los muebles y tengo que airear los colchones”, cuenta. Pamela asegura que aún no puede usar los baños de su casa y que no saben cómo harán para quitar la humedad de la vivienda que sube con cada lluvia.

Por 20 días, las calles se transformaron en ríos. Varias arterias pavimentadas tienen partes hundidas y en la mitad del pueblo está prohibida la circulación de vehículos, en especial, de gran porte. Esto ha resentido la actividad comercial. Las descargas de mercadería se hacen caminando.

Dos casos especiales son las plantas de acopio de semillas y otra de distribución de gaseosas, los dos principales emprendimientos de la localidad.

Hospital desmembrado

El hospital municipal está desmembrado y no funciona en su edificio histórico. “La insta­lación sanitaria está rota, además está sobre calles anegadas por lo que hay riesgo de hundimiento y de contaminación”, cuenta Alejandra García, la secretaría de Administración de la institución.

Por mes acuden 1.500 pa­cientes de la zona. Ahora está vacío. Sólo funcionan los consultorios de odontología y ra­diología. Debieron mudar a todos los pacientes internados y geriátricos a diferentes instituciones de la región.

Fuente: La Voz del Interior