¿Por qué Rosario no tiene ni siquiera un solo museo nacional?

De 47 dependencias que están a cargo del Ministerio de Cultura de la Nación, 39 tienen su sede en la ciudad de Buenos Aires, y ninguna en la provincia de Santa Fe. El centralismo porteño es voraz.

De 47 dependencias que están a cargo del Ministerio de Cultura de la Nación, 39 tienen su sede en la ciudad de Buenos Aires, y ninguna en la provincia de Santa Fe. El centralismo porteño es voraz.

La presencia del Estado nacional en la cultura de Rosario es inexistente. Solo promesas hasta ahora incumplidas. Nada muy diferente a lo que sucede en el resto del interior del país. El Ministerio de Cultura de la Nación tiene 27 museos, 19 de los cuales funcionan en la ciudad de Buenos Aires y de los ocho restantes ninguno en la provincia de Santa Fe; y doce institutos y ocho organismos, todos ellos con sede en la Capital Federal. Una prueba más de la macrocefalia que padece la Argentina. El centralismo porteño fue y es voraz.
Hace un año, el 19 de febrero de 2020, la secretaria de Patrimonio Cultural de la Nación, Valeria González, anunció que uno de los objetivos principales de su gestión era que el Museo Nacional del Grabado, que funciona en Capital Federal, se mude a Rosario en el marco de una decisión que responde a “una mirada federal”. “La idea es convertir el Museo del Grabado en un museo de la gráfica. El sueño del ministro de Cultura (Tristán Bauer) es que este museo pueda tomar lugar no solo en la ciudad de la Bandera, sino que además podríamos llamarla la ciudad de la gráfica, que es Rosario” (ver acá). Pero doce meses después no se avanzó ni un centímetro con esta iniciativa. “No tenemos nada al respecto. Todo el año de pandemia frenó ese proyecto. No hay nada nuevo”, es lo que repiten por estos días en el Ministerio de Cultura de la Nación cuando alguien indaga sobre qué pasó con esta “mirada federal”. En rigor, nadie dice que la iniciativa no siga en pie, pero los antecedentes no son favorables.

Es que los memoriosos recuerdan que el 17 de septiembre de 2003 el entonces secretario de Cultura de la Nación, Torcuato Di Tella, había anunciado que el Museo Nacional de Arte Oriental, con sede en Capital Federal, se mudaría a Rosario. “La concentración de la oferta cultural en Buenos Aires no es buena, porque somos un país, no un mercado”, argumentaba el entonces funcionario para justificar el proyecto. Rápido de reflejos, una semana después el establishment porteño reaccionó sin sutilezas a través de la entonces vicepresidenta de la Asociación de Amigos del Museo de Arte Oriental, Elsie de Rivero Haedo: “Trasladarlo a Rosario es fatal: será el fin del museo. Además, la gente que donó piezas ya amenazó con que va a retirarlas si se traslada. A Rosario no va a ir ningún diplomático a menos que lo lleven de la oreja”. Así y todo, el 3 de diciembre de ese mismo año Di Tella llegó a Rosario para recorrer lo que iba a ser la sede de ese museo: el antiguo edificio del Banco Nación, de San Martín 750 (se firmó hasta un comodato para la cesión del inmueble). Y dijo ante la prensa local que en seis meses se mudaría desde Buenos Aires. Entre idas y vueltas los semestres comenzaron a acumularse. Y finalmente todo quedó en la nada (ver acá).

Esto contrasta con la generosidad que hasta ahora siempre exhibió el Estado nacional, tanto con gobiernos peronistas o antiperonistas, para seguir sumando oferta cultural en Buenos Aires. Es lo que ocurrió hace apenas una semana: el Ministerio de Cultura de la Nación anunció que se hizo cargo del Centro Cultural Borges, que funciona en las Galerías Pacífico de la ciudad de Buenos Aires y que estaba gestionado por una fundación privada que ahora aduce problemas económicos para poder seguir con la actividad (ver acá). Con el mismo criterio, ¿por qué el Estado nacional no se hace cargo económicamente también del Museo Castagnino de Rosario, donde las goteras producto del mal estado edilicio casi arruinan la semana pasada un cuadro de Lucio Fontana tasado en seis millones de euros?

Con el Centro Cultural Borges ahora solventado con los impuestos de todos los argentinos, el Ministerio de Cultura ya tiene a su cargo ocho organismos, todos con sede en la ciudad de Buenos Aires. A esto se suman 27 museos nacionales, 19 en Capital Federal y ocho repartidos en las provincias de Córdoba (2), Salta, San Juan, Tucumán, Jujuy, Entre Ríos y Buenos Aires. Y la lista se completa con 12 institutos, que también funcionan en el distrito porteño (hasta qué punto se naturaliza el centralismo porteño que no hace ni ruido que el Belgraniano no tenga la sede en Rosario o el Sanmartiano en Mendoza). Toda una vasta oferta cultural del Estado nacional para los porteños, que pueden disfrutar de la Biblioteca Nacional, el Museo de Bellas Artes, el Teatro Cervantes o el Centro Cultural Kirchner, entre otros.

De ahí que no sorprende cuando se ven los números del Ministerio de Cultura de la Nación: para este año tiene un presupuesto total de $9.134 millones, de los cuales $7.949 millones (el 90%) los gastará en la ciudad de Buenos Aires (ver acá).

De esta manera, el Estado nacional potencia una especie de darwinismo cultural, favoreciendo con infraestructura y recursos al distrito más fuerte.

Así y todo, una esperanza se prendió en noviembre pasado cuando el Congreso nacional sancionó un proyecto enviado por el presidente Alberto Fernández que creó 24 capitales alternas en el interior del país (una de ellas Rosario), donde el gabinete ya empezó a realizar periódicamente reuniones de trabajo. En la misma iniciativa se aprobó que el Ministerio del Interior coordinará el proceso de evaluación y selección de los organismos y entidades del sector público nacional cuyas sedes centrales serán relocalizadas desde la ciudad de Buenos Aires al interior del país. Si esta ley no termina en una expresión de buenos deseos debería ser el principio de una esperada descentralización de la Argentina.

¿Por qué la inmensa mayoría de las dependencias nacionales en todas las áreas del Estado tiene su sede en la ciudad de Buenos Aires? ¿El Museo del Grabado finalmente llegará a Rosario? ¿Por qué el propio Ministerio de Cultura de la Nación no puede funcionar en Córdoba, por ejemplo? ¿Por qué la sede del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (Inta) no está en Rosario, la de YPF en Neuquén, la de Parques Nacionales en Bariloche o la del Instituto de Asuntos Indígenas en Resistencia o Jujuy?

Hay que romper con el centralismo porteño descentralizando y federalizando el Estado nacional. Es una necesidad imperiosa para tener un país con un desarrollo más equilibrado en lo político, económico, social y cultural.

Fuente: La Capital