Preocupa en Alemania el avance de la ultraderecha

El país que hace tres años encandiló al mundo por abrir sus puertas a casi un millón de refugiados escandaliza ahora por las manifestaciones en las que ultraderechistas incitan a “dar caza a criminales extranjeros”.

El país que hace tres años encandiló al mundo por abrir sus puertas a casi un millón de refugiados escandaliza ahora por las manifestaciones en las que ultraderechistas incitan a “dar caza a criminales extranjeros”.

Las marchas organizadas por la extrema derecha desde el domingo en la ciudad de Chemnitz, en el este de Alemania, no sólo dejaron a su paso una veintena de heridos, sino también la constatación de que en el país más rico de Europa ser públicamente xenófobo ya no es tabú.

Pero ¿es Alemania tan xenófoba como dan a entender los disturbios en Chemnitz? “El racismo se abre camino sin ningún disimulo”, señaló en declaraciones Robert Lüdecke, experto de la fundación Amadeu Antonio, que centra su actividad en respaldar a la sociedad civil para plantar cara a la extrema derecha.

El fenómeno no es nuevo, sobre todo en el este del país, la antigua Alemania comunista, donde desde la caída del Muro de Berlín en 1989 los postulados ultraderechistas han gozado de gran aceptación entre una población empobrecida y que se sentía la perdedora de la reunificación alemana.

Sin embargo, la utilización de las redes sociales, en las que se comparten “fake news” (noticias falsas) con gran rapidez, le ha dado una nueva dimensión. “Acaban teniendo la sensación de que representan a una mayoría”, explica Lüdecke.

Así pasó también el domingo, cuando los extremistas hicieron gala de su poder de convocatoria al lograr que en tiempo récord centenares de personas saliesen a las calles de Chemnitz para reclamar justicia tras la muerte de un ciudadano alemán de 35 años presuntamente a manos de dos migrantes ocurrida de madrugada en el transcurso de una pelea. “Los ultraderechistas instrumentalizan la muerte de una persona para su propio beneficio: para salir a cazar personas que no tienen la apariencia física que desean los alemanes”, indica Der Spiegel.

Un ambiente sombrío

Ataques a autobuses en los que viajaban solicitantes de asilo o celebraciones públicas al ver arder un albergue de refugiados son sólo algunos ejemplos de violencia ultraderechista en la antigua RDA.

En estas mismas latitudes surgió también en 2014 el movimiento xenófobo Pegida, que convocaba manifestaciones todos los lunes y en las que se daban cita “ciudadanos preocupados” por la presunta islamización del país.

Con este caldo de cultivo, no sorprende que, en la antigua RDA, el partido ultraderechista Alternativa para Alemania (AFD) lograse convertirse en primera fuerza política de la región de Sajonia en las pasadas elecciones.

Por primera vez en mucho tiempo, una formación política condensaba y expresaba las preocupaciones de ciudadanos que no residían en zonas prósperas, sino en aquellas donde el desempleo sigue siendo muy elevado.

AFD supo canalizar el descontento de una Alemania del Este que se sentía olvidada por los partidos tradicionales. Las reservas hacia los extranjeros, latentes pero escondidas durante años en el fondo del armario, salieron sin complejos a la luz con el AFD.

“Nosotros no echamos más leña al fuego, sino que hay un ambiente sombrío en el país que está más que justificado”, argumentó el presidente de AFD, Jörg Meuthen, ante las críticas recibidas.

Pocos políticos se atreven ahora a enmarcar lo ocurrido en Chemnitz como un caso aislado porque el patrón se repite. La canciller alemana, Angela Merkel, a quien los extremistas han tildado en el pasado de “traidora de la patria” por dejar entrar de manera incontrolada a peticionarios de asilo, ha condenado con firmeza el llamamiento a perseguir a extranjeros.

Rechazo de la mayoría de los alemanes

Según un sondeo del instituto Civey, el 57% de los alemanes piensa que las marchas de la ultraderecha son inquietantes.

Fuente: La Voz