Pueblo Escondido: un caserío minero convertido en un reducto para el arte

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A más de 2.000 metros de altura y en un rincón de las sierras Comechingones, las viejas instalaciones de lo que fue una comunidad minera albergan en su interior el Museo Da Vinci y una increíble Galería de Arte

A más de 2.000 metros de altura y en una quebrada profunda, el cerro Áspero guarda en sus entrañas un tesoro único, Pueblo Escondido, un antiguo asentamiento minero cruzado por tres arroyos que luego forman El Quillinzo, donde la inaccesibilidad ha hecho de este espacio un lugar lleno de magia y misterio.

Las viejas instalaciones que fueran parte de una gran explotación minera de tungsteno, hoy se han convertido en un reducto de la cultura y el arte con la creación en sus espacios del Museo Da Vinci, que guarda cientos de réplicas de obras de este genial creador, y una Galería de Arte, donde por estos días un grupo de artistas exponen pinturas y sus trabajos realizados en platería en lo que denominan la muestra “Arte en Altura”.

Este lugar se encuentra en el faldeo oriental de las sierras de Comechingones a unos 60 kilómetros al oeste de la Central Nuclear de Embalse y a unos 20 kilómetros de la localidad puntana de Merlo. Para acceder al mismo hay que realizar un largo recorrido en vehículos adaptados para travesías, a caballo o a pie, transcurriendo hasta los más de 2.000 metros sobre el nivel del mar y desde allí bajar otros 400 para llegar al pequeño poblado.

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Resulta casi increíble pensar que en medio de este terreno inaccesible se encuentren en un rústico espacio réplicas únicas de obras del gran creador Leonardo Da Vinci; y, en lo que fuera la antigua herrería, una Galería de Arte donde jóvenes realizadores muestran sus trabajos.

Entre 1895 y hasta 1969, Pueblo Escondido albergó a más de 400 personas, todas dedicadas a la explotación del tungsteno, material pesado que se destinaba a la exportación para uso como material bélico. Pero luego esta industria decayó cuando China comenzó a generar sus propias explotaciones.

Con el transcurrir del tiempo este sueño eterno al que parecía conminado el lugar, volvió a cobrar vida con la llegada de aventureros que encontraron aquí un refugio de montaña donde disfrutar de la naturaleza virgen.

Carlos Serra comenzó a visitar este lugar allá por la década del ‘70 y atrapado por su magia decidió recuperarlo. El desafío fue grande y aún lo sigue siendo, ya que llegar al lugar implica recorrer terrenos imposibles de montaña, y también su abastecimiento en servicios y elementos resulta dificultoso.

Define al lugar como “el emplazamiento de construcciones de montaña más alto de la provincia” a más de 2.000 metros de altura. Como recuperador del lugar, señala que las viejas instalaciones mineras hoy permiten a quienes llegan albergarse por algunos días para disfrutar de la naturaleza, pero además con una propuesta cultural única.

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“El proyecto es la reconstrucción de todo el pueblo conservando todos sus aspectos originales como fue concebido. Para que toda la edificación conserve su valor histórico”, precisa Serra. Al no existir en el lugar servicios tales como la energía todo trabajo que se realiza se hace a fuerza de la mano del hombre y rudimentarias herramientas.

En sus aspectos exteriores se realiza la reconstrucción tal cual fue concebido este pueblo y se respetan los caprichos de la naturaleza.

Hoy unas 20 personas habitan este espacio y son quienes prestan servicios a los visitantes. “Lo que caracteriza el lugar, es la inaccebilidad. Se puede llegar en camionetas, vehículos doble tracción, o caminando por más de 2 horas un trecho de sólo cinco kilómetros. Se está prácticamente a dos mil metros de altura sobre el nivel del mar. La gran quebrada caracteriza al lugar, en un kilómetro y medio o dos, se desciende 400 metros de nivel, se asoma a la quebrada y se baja por un camino zigzageante hacia el pueblo”.

Los ríos que cruzan el lugar y que fueran vitales para el lavado de los minerales extraídos separan las construcciones, obligando a pasar por puentes colgantes que han sido construidos por grupo de voluntarios que visitan el pueblo, y que embelesados por el espacio buscan hacer su aporte. “Queremos construir 7 puentes colgantes”, adelanta.

Serra señala que quien visita el lugar primero se impacta con la naturaleza donde está emplazado el pueblo, sobre las laderas de una gran quebrada y los arroyos que los circundan, con saltos de agua y una gran vegetación. “Pero además ahora también cuando llega y husmea dentro de sus viejas instalaciones se impacta con lo que hay adentro. Un museo y una galería de artes con obras únicas”.

Así y en medio del recorrido, se mezclan historias de fantasmas de mineros que alguna vez recorrieron las profundas galerías, y que hacen tañir sus picos y palas como tratando de amedrentar a los visitantes y preservar a Pueblo Escondido del ruido del urbanismo, para que guarde la belleza y el equilibrio que regala la naturaleza del lugar.

Fuente: Puntal