Río Cuarto: Comedores y merenderos desbordados; vivir con «la esperanza de que alguien va a donar»

“La situación es catastrófica. Las madres tienen que elegir entre alimentar a sus niños o comprarles zapatillitas”, cuentan las organizaciones solidarias de la ciudad

“La situación es catastrófica. Las madres tienen que elegir entre alimentar a sus niños o comprarles zapatillitas”, cuentan las organizaciones solidarias de la ciudad

“Hoy la situación es distinta a la de antes, el país está en crisis, la familia de clase media está en el piso, el laburante está en el piso, porque acá no viene sólo el cartonero. La crisis social ha afectado al grupo familiar completo”, cuenta Verónica Arias, vecina de Barrio Hipódromo que está a cargo de un merendero y roperito solidario.

No llegar a fin de mes, que el dinero no alcance para darse un “gusto” o que no alcance para cubrir las necesidades básicas de cualquier persona como alimento, vestimenta, calzado, un techo, un colchón, es una realidad cada vez más frecuente. La situación económica de muchos argentinos es cada vez más dura y difícil.

Varios merenderos solidarios de la ciudad se encuentran semana a semana más desbordados. Allí, los insumos no alcanzan para cubrir las necesidades de las familias que llegan buscando ayuda y cada día se necesitan nuevos merenderos.

El roperito y merendero solidario de Verónica Arias surgió hace aproximadamente 6 años, pero en los últimos 12 meses aumentó considerablemente el número de familias que concurren a él y que llegan desde diferentes barrios de la ciudad: 400 viviendas, Trulala, Malvinas, Las Delicias, Banda Norte e incluso localidades cercanas.

Sobre la actual situación del merendero, Arias comentó: “Hoy no damos a basto, es lamentable la situación que tienen muchos riocuartenses y no es gente vaga. Es gente que labura y no puede más. Hemos tenido que hacer recortes, empezamos dando la merienda tres veces a la semana y hoy podemos ofrecerla sólo un día porque es mucha la gente que viene. No hay insumos. Las donaciones son de gente que conozco, de algunos empresarios, vamos a panaderías a pedir ayuda, hacemos colectas y eso es la base fundamental, el granito de arena de cada uno”.

En los inicios del merendero/roperito comenzaron asistiendo a unas 80 familias que iban por ropa y calzado. Hoy son más de 300. “Son números que asustan, pero son los números que manejamos”.

Y agrega: “Nosotros actualmente realizamos relevamientos para ver cuál es la situación y el status social de la familia. Los hacemos junto con otras mamis que vienen a ayudar. Es para enfocarnos en familias que se encuentran en un estado más difícil. Vamos, nos sentamos a charlar con ellos, indagamos, para asesorarnos de cuál es la situación de cada uno y así poder ayudar mejor”.

Arias cuenta que tratan de sobrellevar la situación cada semana, con las donaciones que tienen al alcance y pueden ofrecer mate cocido, té, arroz con leche, pan con mermeladas, facturas o bizcochuelos. “Lo lamentable es que a veces no tenemos y la gente viene igual”.

“La situacion es catastrófica. Las madres tienen que elegir etre alimentar a sus niños o comprarles unas zapatillitas. Hay niños que vienen a buscar la merienda y tenemos que decidir a quiénes darle y a quiénes no. Nosotros como roperito también estamos afectados, porque no recibimos ayuda y la gente que antes nos donaba ya no lo puede hacer porque a ellos tampoco les alcanza para reponer”, explicó Arias.

“Hay días que no podemos dar la merienda porque no nos alcanza para todos”, dicen desde Comedor Ilusiones.

“Nos enfocamos en poder darle un poco de alivio y asistencia a las personas que vienen acá. Y tratamos de que todos sean parte del roperito. Por ejemplo, si alguien viene a buscar ropa, intento que otro día que pueda venir y ayude con la merienda o a ordenar el roperito. Tratamos de que todos aporten su granito de arena porque eso es el roperito, una cadena solidaria, yo dependo de vos y vos dependés de mí, lo hacemos entre todos”, contó Verónica.

Rinconcito Iluminado

Aldo y Edith son dos jubilados que están a cargo del merendero Rinconcito Iluminado y que cada mes guardan una parte del cobro de su jubilación para ayudar a las familias del barrio Alberdi, donde está ubicado el merendero.

Esta organización solidaria comenzó en su hogar hace alrededor de 18 años y llegó a alimentar a unos 70 niños antes de la pandemia por Covid-19.

Durante el aislamiento no podían juntar a todos los niños a merendar. Entonces decidieron empezar a entregar una vianda en el almuerzo. “Nos dedicamos a hacer la comida para no abandonar a las familias”, contó Aldo.

Rinconcito Iluminado hoy cuenta con un espacio físico construido con materiales y mano de obra totalmente solidaria. “Todo lo que esta acá es donado, puertas, ventanas, piso, techo, instalación eléctrica, hasta las sillas”, recordó Edith. Madres de los niños que asistían al comedor, personas del barrio, amigos y hasta albañiles desinteresados brindaron su ayuda para que los niños puedan tener su merienda bajo un techo.

Tres veces a la semana se entrega el almuerzo, son unas 30 viandas que alimentan a aproximadamente 140 personas. Ese almuerzo es preparado por cinco madres que van a colaborar al merendero y por Edith, que aún con sus dolores por la artrosis y casi sin poder caminar decide seguir ayudando a quienes más lo necesitan.

Actualmente el comedor se sostiene gracias a donaciones. “La Municipalidad nos da carne, verdura y gas. Me dan 4 garrafas en el mes y a veces no alcanza, asique guardo un poco de plata de mi jubilación y compro una más cuando hace falta. Lo demás nos ayuda la gente. Hacemos eventos para recolectar, otros traen insumos. Y así tironeamos. Es solamente la esperanza, de que alguien va a donar”, indicó Edith.

“Cuando cobramos la jubilación guardamos unas moneditas y de ahí usamos para comprar aceite o lo que haga falta. Nosotros tenemos derecho a comer de lo que hacemos pero a veces no podemos por las enfermedades que tenemos entonces guardamos nuestra porción de comida y si pasa alguna otra familia después del medio día se lo damos a ellos”, contó Aldo.

Hay muchas familias que se acercan al comedor por un plato de comida, pero lo que hay no alcanza para todos. En estos casos Aldo y Edith cuentan con la ayuda de bienestar social: “Si nosotros queremos que venga una familia nueva, tenemos que avisar a bienestar social, pasar nombres, cuántos son, de qué edades, si ellos nos dicen que si vienen con un papelito o sino los mandan a otros comedores”.

Hace unos pocos meses Rinconcito Iluminado volvió a ofrecer la merienda a los más pequeños tres veces a la semana. Esto fue posible gracias a las donaciones de una panaderia y a Bienestar Social. Aldo y Edith concuerdan en que su alegría es “volver a darles la leche en cada mesita y ver las caritas rebozantes de felicidad”.

“Los golpes de la vida nos fueron acercando más al merendero. Yo he tenido niños que han venido en pleno invierno, descalzos a buscar una mamadera de leche”, recordó Aldo.

“Un beso o una caricia de un niño era oro para nosotros. Nona me decían. Esto fue mi fortaleza en tiempos difíciles. Y esos niños hoy son los papás y mamás que traen a sus hijos. Fue difícil la vida pero la recompensa está en la caricia de los niños”, señaló Edith.

Comedor Ilusiones

La situación del comedor Ilusiones no es la excepción y para esta organización solidaria también se hace cada día más difícil afrontar las necesidades de alimento de los vecinos. “Es complicado seguir manteniendo abiertas las puertas del comedor porque las personas que antes acercaban donaciones, que eran unas 20 o 30, ahora no lo hacen porque se ven afectadas por la economía y el comedor funciona en un 80% gracias a las donaciones de la gente de la ciudad”, indicó Lorena, una de las encargadas de la organización.

El comedor Ilusiones ubicado en el barrio Cola de Pato abrió sus puertas a mediados del año 2001 por iniciativa de un grupo de jóvenes universitarios: “Veíamos que los niños estaban mucho tiempo en la calle, algunos no iban a la escuela. Entonces surgió el buscar y brindar un lugar de contención para esos niños”.

Por esta razón comenzaron con las instalaciones del comedor en el garaje de Lorena. “Se empezó a brindar la merienda diaria ahí y los chicos se quedaban a pintar, dibujar, estudiar y hacer diferentes tipos de actividades y a eso se sumó los almuerzos los fines de semana”.

“Notamos que se incrementó el número de adultos mayores pidiendo la colaboración del comedor y que a las familias no alcanza con la merienda o la vianda, necesitan una ayuda extra. Un bolsón de emergencia o no les alcanza para comprar el gas, no les alcanza la leche para sus hijos, o necesitan ropa o calzado. Esas mismas familias que antes les alcanzaba para comprar sus cosas, ahora no”.

El comedor trata de autogestionarse. A veces se realizan tómbolas, rifas, venta de empanadas. También se gestionan donaciones por redes sociales o vínculos entre conocidos y reciben verdura y carne del Municipio.

Sin embargo: “Hay días que no podemos dar el té porque no tenemos azúcar, o no nos alcanzan para darles la comida a todas las personas que la vienen a retirar. La inestabilidad, en estos últimos tiempos, ha hecho que no podamos brindar algunos talleres que ofrecíamos porque implica comprar materiales y no podemos asumir esos costos”.

Fuente: Puntal