Sarkozy está afuera de la carrera al Elíseo

El candidato de los conservadores para el año que viene saldrá del duelo entre François Fillon y Alain Juppé. Con Sarkozy afuera, quedó en el camino la versión más populista de la derecha.

El candidato de los conservadores para el año que viene saldrá del duelo entre François Fillon y Alain Juppé. Con Sarkozy afuera, quedó en el camino la versión más populista de la derecha. El ex mandatario anunció que en el ballottage votará por Fillon.

La derecha francesa armó un inédito proceso de primarias para designar al candidato que la representará en las próximas elecciones presidenciales de 2017 cuyo resultado trastornó las expectativas, las ambiciones y las encuestas previas: al cabo de la primera vuelta, el ex Primer Ministro François Fillon encabeza ampliamente el resultado con del 44,% de los votos delante del también antaño jefe de Gobierno Alain Juppé, 28 %, y el ex presidente Nicolas Sarkozy, 21,7%. El tercer puesto de Sarkozy y la diferencia porcentual con quien fue su jefe del Ejecutivo representa una aplastante derrota para Sarkozy, una humillación inaudita para quien, cuando volvió a la acción política en 2014, se veía en el palacio presidencial y, sobre todo, queda definitivamente afuera de la carrera presidencial.

Sarkozy reconoció su derrota y anunció que en la segunda vuelta del próximo 27 de noviembre votaría a François Fillon. Las encuestas de opinión volvieron a fallar estrepitosamente. Nadie apostaba por Fillon. Todos los sondeos se focalizaron en un duelo final entre Alain Juppé y Sarkozy, con el primero como favorito y el segundo acercándose con el paso de las semanas. La adversidad permanente de la sondología y el rechazo global que suscitaba en la sociedad por el mal recuerdo que dejó  su presidencia no disuadió a Sarkozy. El ex Jefe del Estado solía citar como ejemplo el caso del presidente argentino, quien ganó en contra de los sondeos. Sin embargo, con la de este domingo, Nicolas Sarkozy acumula dos densas derrotas consecutivas: en 2012 ante el actual presidente, François Hollande, y la de las primarias.

Esta vez, el descalabro fue total, tanto más cuanto que los hoy dos calificados para la segunda vuelta entre los siete aspirantes mantenían con Sarkozy un férreo enfrentamiento, sobre todo François Fillon. Cuando fue su Primer Ministro Fillon sufrió innumerables desplantes y humillaciones por parte del mandatario. Sarkozy tenía la certeza de ganar la primaria y movilizó a sus partidarios hasta último momento. Esta consulta interna a la que él se oponía terminó siendo su tumba política. “Adiós a todos”, esto ha concluido”, dijo Sarkozy.

La derecha francesa terminó escribiendo una página histórica de la democracia, y no sólo por la descalificación de Sarkozy sino por la alta tasa de participación que alcanzó esta primaria inaugural. Los electores de la derecha y el centro se desplazaron masivamente y con ello superaron en participación a la primaria organizada por la izquierda en 2011, al cabo de la cual el actual Presidente, François Hollande, salió designado. Según las estimaciones disponibles a esta hora, poco más de cuatro millones de personas acudieron a votar, contra los 2 millones setecientos mil que lo hicieron por la izquierda hace 5 años. Los analistas explican hoy que el alto e inesperado porcentaje obtenido por Fillon se explica en mucho por el hecho de que muchos simpatizantes de la izquierda -un 15%- votaron en la consulta de la derecha con el objetivo central de cerrarle el camino a las ambiciones de Nicolas Sarkozy.

La movilización, el resultado no previsto y la decapitación política de Nicolas Sarkozy son un poderoso revitalizador para una derecha que llevaba años enfrascada en luchas intestinas, escándalos de corrupción y obsesionada por el eterno retorno de Sarkozy. Ante una izquierda fracturada y un Partido Socialista que piensa más en la post derrota de 2017 que en cómo reconquistar la presidencia, los conservadores marcaron muchos puntos. La desaparición del hombre que simbolizada la impunidad, la inmoralidad, la agresión y el coqueteo permanente con las tesis de la extrema derecha limpia el camino que separa a la derecha de la conquista del poder. Nadie sabe aún si el aislado François Hollande intervendrá en la primaria que la izquierda organiza en enero de 2017. El mandatario tiene hasta el 15 de diciembre para decidir,pero está en una situación catastrófica. No cuenta con base electoral, los simpatizantes socialistas lo repudian por las incontables marcha atrás de su mandato y las abismales decepciones que acumuló  en estos casi cinco años. Está, además, arrinconado por otras candidaturas, entre ellas las de varios de sus ex ministros que renunciaron a sus cargos sea por ambición personal (el social liberal Emmanuel Macron) o por desacuerdos con la línea política (Arnaud Montebourg, Benoît Hamon, ala izquierda del PS). Hollande está sólo en el centro del laberinto que el mismo construyó, asediado por los sondeos negativos, las traiciones, la oposición de parte del PS y el desamor de Francia. Si se presenta, sería derrotado. Según una encuesta del pasado 17 de noviembre realizada por Cevipof-Ipsos-Sopra Steria y publicada por el vespertino Le Monde, Hollande ni siquiera pasaría la primera vuelta, donde sería superado por la líder de la extrema derecha, Marine Le Pen. El Presidente parecía contar también con la victoria de Sarkozy en la primaria de la derecha para reactivar sus posibilidades. La pesadilla de Sarkozy es también la de Hollande y la del PS. Ahora hay dos liberales que llevarán las banderas de la derecha. El ganador de la vuelta inicial, François Fillon, no es en nada el hombre de la síntesis entre el centro y la derecha. Es un ultraliberal, apodado por la prensa “el hombre de hierro” porque sus postulados son herederos de las políticas de la ex Primera Ministra Margaret Thatcher. Fillon es un “Thatcher” a la francesa, según lo retrata el semanario Le Nouvel Observateur. Su rival del próximo domingo, Alain Juppé, aunque se presenta con un perfil más moderado, no está tampoco lejos de profesar esa religión de los años 80. Todos los candidatos conservadores, sin excepción, abogaron por la supresión de las 35 horas de trabajo semanales, la reforma del sistema de jubilaciones y la desregulación de las disposiciones administrativas que enmarcan los contratos de trabajo. Con Nicolas Sarkozy, quedó afuera la versión más populista de la derecha. La ortodoxia liberal, en cambio, ganó nuevos galones con unas primarias que liberan a los conservadores de los años obscuros que la habían sumido en un barrial de controversias y procesos judiciales.

Fuente: Página 12