Se triplicó la demanda en los comedores y merenderos barriales de Neuquén
Cada vez son más las familias que acuden a estos lugares para cubrir sus necesidades alimentarias.
30/05/2022 MUNICIPIOSCada vez son más las familias que acuden a estos lugares para cubrir sus necesidades alimentarias.
“Teníamos la ilusión de que cuando se terminara el aislamiento y se abrieran las restricciones por el Covid bajara la demanda, pero la realidad es que cada vez viene más gente a buscar un plato de comida”, explica una de las mujeres que atiende el comedor de la Toma Pacífica en pleno corazón del Oeste de la ciudad.
El de Toma Pacífica es uno de los 70 comedores y merenderos que la organización social Barrios de Pie tiene distribuidos en distintos barrios de la ciudad y en otras localidades como Centenario, Plottier y Vista Alegre. Hasta allí, tres veces a la semana se acercan cientos de personas en busca de cubrir sus necesidades alimentarias. El mismo panorama se repite en otros comedores y merenderos que en este último tiempo triplicaron la demanda de personas que llegan a pedir una ayuda alimentaria. “Siguen llegando familias enteras a los comedores para garantizarse aunque sea una de las comidas del día”, describió Gladys Aballay una de las referentes de Barrios de Pie.
Definió como “dramática” la situación de quienes llegan a los comedores. Incluso señaló que tuvieron que adelantar el horario de entrega de las viandas. “Estamos entregando las viandas antes de las 12.30, que era el horario habitual, porque ahora los chicos pasan a buscarla antes de irse al colegio, así van comidos a clase”, describió la mujer. Agregó que cuando los chicos salen del colegio pasan por el comedor que se transforma en merendero para retirar la merienda.
La falta de trabajo, el sueldo que no le alcanza a quienes tienen un empleo y las bajas temperaturas, un combo que incrementó la demanda alimentaria de cientos de familias en los comedores.
Cuenta que solo pueden abrir tres veces a la semana porque con la demanda que tienen “no llegamos a abastecernos de mercadería los cinco días de la semana para poder entregar una vianda con proteínas y que sea saludable”.
Señala que reciben ayuda en mercadería del ministerio de Desarrollo Social de la provincia y donaciones de vecinos solidarios. “Pero lo que recibimos no alcanza porque cada vez son más las personas a las que tenemos que asistir”, subraya.
En un barrio del Este de la ciudad, un grupo de mujeres conversa bajo el sol de un frío mediodía frente a un trailer donde funciona un comedor. En la calle Independencia y Tacuarí, en el barrio Sapere, las mujeres, de distintas edades, esperan la apertura del comedor mientras desde el interior del trailer les llega el olor de un delicioso guiso de lentejas que se cocinan en dos ollas gigantes.
Claudia, una de las referentes del comedor y merendero que lleva adelante la Corriente Clasista y Combativa (CCC), afirma que desde antes que comenzara las temperaturas más bajas “ha aumentado muchísimo la demanda de familias que vienen”. Pone como ejemplo que en pandemia llegaron a brindar un plato de comida a unas 150 personas por día y en la actualidad son más de 250 las que llegan al lugar que funciona tres veces a la semana. “Tenemos un registro de las familias, llegan con sus tupers y se llevan la comida”. Por la tarde, de lunes a viernes, los integrantes de esta organización reparten la merienda en domicilio.
Sandra tiene 35 años, es madre de tres hijos –de 7, 9 y 17 años- y hace trabajos de limpieza para subsistir. Afirma que no le alcanza la plata por eso se acerca tres veces a la semana al comedor del CCC en Sapere. “Menos mal que está este lugar que nos ayuda”, expresa en señal de agradecimiento mientras espera con sus tupers la porción de guiso de lentejas que las cocineras prepararon.
La mujer que vive en el barrio Provincias Unidas confiesa que viene los tres días a la semana a buscar la comida porque “está difícil conseguir trabajo, los precios aumentan todo el tiempo y no alcanza la plata”.
Hace más de dos años que acude al lugar y afirma que “durante la pandemia este comedor fue de una gran ayuda porque todos los días teníamos un plato de comida, nos ayudaron mucho”.
A su lado, Berta también aguarda que abran el comedor. Abrigada bajo el sol del mediodía cuenta que tiene 42 años y que llegó a Neuquén desde Salta para buscar trabajo y la agarró el comienzo de la pandemia. “Cuando llegué arrancó el Covid así que me quedé sin nada. Además no conocía a nadie en la ciudad, por suerte pude tomar contacto con las compañeras del CCC que me brindaron una ayuda”, describe la mujer, madre de dos hijos varones, de 18 y 22, y una nena de 8.
Berta comenta que por la ayuda que le brindan trabaja en la huerta que lleva adelante la organización. “Con lo que hago en la huerta junto a otras seis compañeras puede llevar un plato de comida a la casa pero igual no alcanza. Lo que plantamos en la huerta, un poco sale para el comedor y otro para repartir entre las compañeras. Es un beneficio y me siento muy feliz de poder hacerlo”, cuenta.
“Estamos entregando la comida antes de las 12.30, porque los chicos la vienen a retirar antes de irse al colegio así van comidos a clase”, dijeron desde uno de los comedores.
“La mayoría de las personas que acuden al comedor están sin trabajo o se la rebuscan realizando tareas domésticas o alguna que otra changa. Pero la plata no les alcanza. La situación empeoró terriblemente”, enfatiza Claudia.
Los comedores y merenderos reflejan la peor cara de la crisis económica que atraviesa cada una de las familias que se acercan a estos espacios donde se construye la solidaridad.
“Les resolvemos una de las comidas del día»
De lunes a viernes Silvia Barrientos abre las puertas del comedor Luz de Esperanza en el barrio Confluencia para recibir a quienes necesitan un plato de comida. “Vamos a pasar un invierno muy difícil, vienen familias con muchas necesidades y va llegando gente nueva, de otras provincias que vienen buscando trabajo”, explica la mujer que desde hace ocho años lleva adelante este espacio solidario.
Resalta que a las familias que retiran la comida se le sumaron adultos mayores “que no tienen una pensión o jubilación”.
Mientras prepara unas tortillas de acelga con arroz, Silvia señala que la demanda en el comedor se duplicó a partir de abril y que todas las semanas “aparece una familia nueva a pedir comida”. “Asistimos a más de 40 familias por día, en verano eran cerca de 20”, señala.
Comenta que los matrimonios que trabajan “llegan al 15 del mes y ya no tienen plata, entonces se acercan a buscar la vianda al comedor. Por lo menos, resuelven una comida del día”, cuenta.
La cocinera solidaria que también necesita ayuda
“Me gusta ayudar al otro, me gusta ser solidaria. Me siento bien haciendo esto, me gusta cocinar”, asegura Cecilia, una de las cocineras del comedor que lleva adelante la CCC en el barrio Sapere.
Mientras revuelve un guiso de lentejas que se cocina en dos ollas gigantes, comenta que llega a las 8.30 para empezar a preparar la comida para las más de 250 personas que la organización asiste cada tres veces a la semana.
Cecilia recibe una asignación y trabaja desde hace más de dos años en el comedor ubicado en Independencia y Tacuarí. A ella tampoco le alcanza la plata para vivir y sobre todo ahora que se le incendió la casa en la que vivía en la calle Virgen de Luján. “Hace tres meses se me quemó la casa por un cortocircuito. Ahora estoy viviendo en lo de una amiga con mis dos hijos, de 12 y 14. Tengo que volver a empezar”, dice. Y a pesar del drama que Cecilia atraviesa por la falta de vivienda, se siente reconfortada “cuando veo a la gente que se va contenta con la comida”.